Arty y Jesús, dos músicos y dos historias que se cruzan
El ruso Artyon Eremin llegó a León hace tres años después de pasearse con su acordeón por media Europa; aquí se siente a gusto y piensa quedarse. El leonés Jesús Fernández Naveira espera volver a Rusia para estudiar dirección de orquesta
Artyon Eremin, Arty para sus amigos, se ha convertido en parte del paisaje de León. Su corpachón y la melodía de su acordeón cromático se han mimetizado con la calle Ancha, donde se siente como en casa. Antes de llegar a León este ruso del mar Caspio de 29 años paseó su música por Alemania, Francia, Bélgica, Italia, Holanda y, ya en España, por Zaragoza, Barcelona, Pamplona, San Sebastián, Bilbao, Vitoria, Santander, Burgos, Logroño.... Hasta que hace ya tres años llegó a León y se quedó. «De aquí ya no me voy a ir. Me gusta León, porque aquí la gente me respeta, no me siento como una persona que está en la calle, sino que hago un trabajo y me pagan por mi trabajo, porque les gusta», explica. Quizás en otras ciudades más grandes podría ganar un poco más de dinero, pero Arty no soporta sentirse como alguien que pide una limosna, y en León no le ocurre: «En ciudades como Barcelona la gente te da una moneda sin detenerse ni mirarte, pero aquí no, aquí te sonríen; incluso cruzan la calle para escucharte tranquilamente y después te pagan porque les ha gustado». «Tengo clientes que vienen a escucharme cada día, y muchos -comenta orgulloso- vinieron en Navidad con regalos para mí». Entre esos clientes habituales se encuentra uno de los políticos más destacados de León, al que es habitual ver cómo se para a escucharle casi a diario al pasar por la calle Ancha, pero Arty prefiere que no se mencione su nombre. «Es un gran hombre, con un gran corazón, pero no me gustaría parecer una de esas personas que cuando conocen a alguien influyente le piden favores, porque ¿cuál es la diferencia entre eso y pedir limosna en la calle? Yo creo que ninguna», dice orgulloso. Con su trabajo en la calle y las actuaciones que la gente le encarga para que amenice banquetes, reuniones y fiestas de todo tipo, Arty gana lo suficiente como para vivir modestamente y mantener a sus dos hijos de dos y tres años, que viven cerca de Moscú, además de ayudar a sus padres a pagar los estudios de su hermana pequeña. Pese a que obtuvo en el Conservatorio los títulos de solista de acordeón, dirección y profesor de música, además de tocar el piano y la balalaica, la situación de Rusia no le permitiría vivir allí de la música, y por eso se fue. Entre los muchos amigos que hizo en León, Arty destaca el buen trato que recibe de la gente vinculada con el mundo de la música, como Nani, de la tienda de instrumentos musicales Aarón, a la que agradece todos los consejos y la ayuda que le facilitó desde que llegó a León, o Ruth Marcos, famosa últimamente por haber optado a representar a España en Eurovisión a quien él se refiere como «una gran cantante, muy buena persona y además guapísima», que accedió desinteresadamente a cantar junto a él en el primer concierto que dio en León, en el patio de la Diputación. Pero la gran sorpresa le llegó a Arty cuando otro joven músico leonés, Jesús Fernández Naveira, que ya había ido en otras ocasiones a escucharle tocar en la calle Ancha, le presentó un día a su profesor Andrei Frolov Chestiglazov, primer violín de la Orquesta Nacional, y los dos le propusieron tocar con la orquesta Cuerdas Mágicas . Fue algo que nunca olvidará. «He visto actuar a muchos directores y Jesús tiene una seguridad tremenda para su edad. Dentro de unos años va a ser alguien importante, acuérdate de lo que te digo», comenta Arty con orgullo de su amigo. Jesús nació en Ponferrada y se vino a León hace un par de años cuando trasladaron a sus padres, los dos médicos. Empezó a tocar el piano con cinco años y con nueve el violín, instrumento por el que se decantó y en el que se está especializando en el Conservatorio Superior de Oviedo, donde recibe clases, entre otros, del violinista Alexei Mijlin, ganador del prestigioso concurso Reina Elisabeth de Bruselas; pero otro de sus profesores, el ruso Andrei Frolov Chestiglazov (catedrático de Cámara en Salamanca), le pinchó para que pensara en la dirección de orquesta y con quince años le presentó a Alexander Polianichko, director musical del teatro Marinsky de San Petesburgo, que después de someterle a unos ejercicios vio algo en él y dos años después lo llevó a hacer dos cursos de dirección en San Petesburgo, donde el siguiente alumno más joven tenía 29 años. Los padres de Jesús son médicos, igual que uno de sus abuelos, y les gustaría que siguiera la tradición familiar -«De vez en cuando todavía me lo dejan caer, por si cuela», bromea- pero parece que él heredó de ellos la sensibilidad artística, ya que su madre pinta muy bien y su padre toca la guitarra. Tuvo claro que la música era lo suyo desde una infancia que como quien dice casi acaba de abandonar, aunque recuerda como si hiciera ya mucho tiempo de ello la imagen fijada en su retina de ver desde la ventana del Conservatorio de Ponferrada a sus amigos jugando en la calle tras el colegio mientras él seguía estudiando. Jesús Fernández Naveira fue invitado a dirigir en diciembre pasado, con tan sólo 18 años, en el Monasterio de Santo Tomás de Ávila el concierto de clausura del quinto centenario de la muerte de Cristóbal Colón, a cargo nada menos que de la prestigiosa Orquesta de Cámara Cuerdas Mágicas , algunos de cuyos miembros lo son además de formaciones como la Orquesta de Radio Televisión Española, del Reina Sofía o de la Orquesta de la Radio Rumana, entre otras. Paseando por León junto a su mentor, el violinita ruso Andrei Frolov Chestiglazov, los dos se pararon a escuchar el acordeón de Artyon Eremin y le planteó a su maestro que podría participar en el concierto con su acordeón cromático. Y así fue. Arty cambió por una tarde su escenario de la calle Ancha por un lugar junto a la Orquesta Cuerdas Mágicas ; cambió el anorak que lo protege del frío de la calle en León por un lazo negro sobre una impecable camisa blanca y se dispuso a ser dirigido por su amigo Jesús, aunque planteó un añadido en el programa propuesta: tocaría el Vals del drama de Khachaturian y el Vuelo del moscardón de Korsakov como solista, pero también quería interpretar el pasodoble España Cañí , de Marquina, «porque esa pieza es un clásico en todo el mundo», señala. Y es que Arty se sumergió en la música española desde que llegó a España y en las piezas tradicionales leonesas desde que llegó a León. «Antes, de España sólo conocía a Albéniz, Falla, el Concierto de Aranjuez de Rodrigo y poco más, pero poco a poco vi que había muchísimas cosas buenas y muy variadas», comenta. Quienes pasan junto a él en la calle Ancha se sorprenden cuando interpreta piezas como Todos somos de León o A la luz del cigarro . «Pregunté si tenían las partituras de estas canciones leonesas en la tienda de Pianos Arévalo, y el señor me dijo que volviera al día siguiente. No tenía las partituras, pero él mismo me las había escrito y me las dio», comenta el joven acordeonista agradecido de nuevo por el trato que recibe de la gente de la música en León, una ciudad que ya considera como su casa entre otras cosas porque, según él, los veranos son frescos y en invierno no hace frío. «Por las noches casi nunca se baja de los seis bajo cero, y eso no es nada», replica al preguntársele qué entiende él por frío. De cara al futuro, Arty viajará pronto a Rusia para ver a sus niños y a sus padres, además de someter a su acordeón a algunas reparaciones -»Tiene secuelas de tocar en la calle», comenta- pero después volverá a León para seguir poniendo la banda sonora a los paseos de los leoneses por la calle Ancha. En cuanto a Jesús, aún le quedan tres años para acabar sus estudios de violín en el Conservatorio Superior de Oviedo y confía en poder seguir adquiriendo experiencia y viajando a San Petesburgo para luchar por su sueño de ser algún día director de orquesta. Pero de momento, siempre que esté en León se parará en la calle Ancha para saludar a su amigo Arty y escuchar su acordeón.