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«El día que deje esta formación, yo me muero»

Manuel López Cárabes, «Morla», recibía hace unos días la Medalla al Mérito en el Trabajo por sus 75 años como trompetista en la Banda Municipal de Música de Astorga, en la que aún sigue trabajando

ALMANZA

Publicado por
MAITE ALMANZA | texto
León

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Manuel López Cárabes, Morla , nació en Astorga en 1924. Con tan sólo ocho años ingresó en la banda municipal de música de la ciudad, en la que continúa. Esta dedicación le hizo merecedor de la Medalla al Mérito en el Trabajo, que recibió hace unos días de la secretaria de Estado de Servicios Sociales, Amparo Valcarce. -¿Cómo entró en la banda de música? -Mi padre, Manuel López, era el subdirector, me animó y me enseñó las primeras notas. Ya de pequeño me gustaba la música y muchos de mis familiares se dedicaban a ella. -Su padre ¿fue su profesor? -Sí, pero también aprendí con el director de la banda, que tenía que enseñarnos a cada uno a tocar nuestro instrumento, no como ahora, que hay un profesor para cada uno de ellos. Lo alternaba con la escuela. -Con la banda ha participado usted en miles de conciertos... -Sí, y en pasacalles, y en actos oficiales, ¿Aunque yo empecé, cuando aún era un niño, ya con mi trompeta, en el salón de baile Iris, en la plaza de Santocildes. Luego tuve orquestas, como la Ritmo, o los Alonsos, con los que estuve mucho tiempo. Cuando empezó el guitarreo formamos los Astor, ya con temas más modernos. Tocábamos en fiestas de los pueblos, bailes, en el casino, en los frontones de Astorga, en bodas y banquetes, ¿Nos pagaban una miseria, igual por un baile doce pesetas. Y nos dábamos unas palizas terribles, recuerdo alguna vez que hasta sangrábamos por los labios, y usábamos alcohol para poder seguir tocando. Era muy sacrificado. Al principio, incluso ni teníamos micro. -Usted ha dicho que no piensa jubilarse... -Yo sigo saliendo con la banda, el día que me retire, me muero. ¡Es la ilusión que me queda! Eso, pasear, y tomar un vasito de vino de vez en cuando. -Apenas ha faltado a los ensayos en estos 75 años... -He faltado muy poco, es verdad, sólo cuando he estado enfermo, aunque nunca, gracias a Dios, he tenido dolencias graves. Creo que soy el que menos he faltado, porque muchos años he ido a los ensayos todos los días. Este año la primera vez que falté fue el día que me dieron la medalla. Lo he llevado a rajatabla: si tienes un deber hay que cumplir con él. -¿Cómo ha visto cambiar el mundo de la música en estos años? -¡Uy! ¡No se puede comparar! Mira un ejemplo: la primera vez que toqué con un micro, que fue en un pueblo del Bierzo, estaba hecho con una barra metálica a la que el antiguo operador del cine Velasco, al que apodaban El Andaluz , le había pegado con esparadrapo la cabecilla de un teléfono. -¿Qué le ha dado la música en todos estos años? -Muchas alegrías, aunque también malos ratos. El músico es alegre, caray. Creo que la música me ha hecho llegar a esta edad, porque estoy pendiente del deber. Es como un veneno. -Si tuviera que elegir un momento especial vivido en la banda municipal, ¿cuál sería? -Cuando me dirigía mi padre, eran unos momentos muy bonitos que me llenaban mucho. -¿Qué es eso del «toque de los Morla»? -Es un toque con el que se anuncia la Semana Santa por las calles. Yo ya no lo hago, pero se lo he enseñado a muchos ya que de él no hay partitura. Esta costumbre figura incluso en los libros de las cofradías. -¿Qué supuso para usted la concesión de la medalla al mérito en el trabajo? -La alegría más grande de mi vida. Creo que no me la merecía. Como soy tan apocado les decía a mis amigos, cuando me enteré, que en menudo lío me estaban metiendo. Ahora parece que ya me voy acostumbrando. Yo no necesito que me reconozcan nada, lo mejor es que tenga salud para poder seguir tocando. -¿Qué sintió al verse rodeado de tantos ciudadanos durante la entrega? -No había sitio para tanta gente como quería ir, Estaba rodeado de casi toda mi familia, y eso fue una alegría, al igual que la presencia de tantos vecinos. Yo no sabía que los astorganos me tenían tanto cariño, estoy muy agradecido. -Su ilusión era que hubiera venido el ministro, ¿no? -Sí, pero yo creo que decidieron hacerlo antes porque pensaron que me iba a morir y les fastidiaba la fiesta. El ministro habría venido, pero cuando hubiera tenido una fecha libre. -¿Qué hará con la medalla? -La guardaré en casa. Yo digo que es de todos los astorganos, así que la pujaremos a día cada uno. -¿Cambiará usted tras este reconocimiento? -¡Uy, qué va! Al contrario, me sigue dando apuro cuando me felicitan por la calle. Ya dije que nunca me ha gustado figurar. De hecho, yo podía haberme metido en una banda militar y a vivir del cuento, pero tenía cinco hermanas y había que ayudar, llevarle dinero a mi madre. Hoy los chavales tienen todo lo que les da la gana pero nosotros éramos unos pobretones. Yo antes de los 14 años ya empecé a trabajar como ebanista, y eran unos tiempos en los que no había herramientas y había que hacerlo casi todo a mano. -¿Le queda alguna ilusión por cumplir? -Más ilusión que esta medalla, ninguna, más que vivir feliz y estar rodeado de mi familia.

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