Diario de León

El triste final de la frágil Érika

La muerte de la hermana menor de la Princesa de Asturias, una mujer que no pudo soportar la presión mediática, con sólo 31 años y una hija de seis, provoca una tremenda conmoción social y dispara las audiencias de los programas televisivos del

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ENRIQUE CLEMENTE | texto
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Erika era bohemia, romántica, tímida, muy influenciable, insegura y sensible, la niña mimada de la familia». De esta forma define Mariló Suárez, autora del libros Los Ortiz, a la hermana pequeña de la Princesa de Asturias. Esta veterana periodista asturiana confiesa que se le saltaron las lágrimas cuando se enteró de que había muerto y se resiste a creer que se suicidara, como apunta la investigación. El fallecimiento de Érika Ortiz Rocasolano, natural de Oviedo, de 31 años y con una hija, Carla, de seis, ha causado una tremenda conmoción en la sociedad española y ha disparado las audiencias de los programas televisivos del corazón. Érika fue hallada muerta el miércoles por la mañana, en el piso de Valdebernardo, en el popular distrito madrileño de Vicálvaro, que había sido la residencia de su hermana Letizia antes de casarse con Don Felipe. La encontró tendida en la cama de su dormitorio su compañero sentimental, el iluminador Roberto García, con el que trabajaba en Globomedia. Ingesta masiva de pastillas Según los primeros datos que han trascendido de la autopsia, falleció sobre las 11 de la noche del martes por una ingesta masiva de pastillas, posiblemente tranquilizantes. Había estado de baja una larga temporada por ansiedad y estrés y se había reincorporado el pasado viernes a su labor como decoradora en la productora presidida por Emilio Aragón. Pero esta mujer frágil, que en las últimas fotos conocidas aparecía más delgada y triste, no se encontraba bien y pidió dos días libres más (el lunes y el martes) por asuntos propios. El miércoles precisamente tenía que volver a su puesto, pero para entonces ya estaba muerta. Al parecer, dejó varias cartas dirigidas a su familia, aunque la absoluta y lógica discreción con que la familia Ortiz Rocasolano no permite hablar más que de hipótesis. Las tres hermanas -Letizia, la mayor; Thelma, la mediana; y Érika, la benjamina- estaban muy unidas, pero sus personalidades son muy diferentes. «Letizia es muy fuerte, muy valiente, muy decidida y echada para adelante, muy sentimental con su familia y muy buena buena gente», señala Suárez. «Thelma es como la madre, nerviosa, decidida, muy inteligente y la más independiente de las tres», continúa. Érika era simpática y tímida, como sus hermanas, pero «tenía muchos menos recursos para vencer esa inclinación natural a la timidez que tienen las tres hermanas», según la periodista. Nada que ver con su madre, Paloma Rocasolano, que es «muy activa, decidida, marimandona, perfeccionista, muy lista extravertida y alegre». Y más parecida al padre, el periodista Jesús Ortiz que, según Suárez, es «más distante, más sibarita, de carácter más débil, siempre a la sombra de su madre Menchu, pero un padrazo, que llevaba a las niñas de pequeñas a escalar o a montar a caballo». «Tras separarse del padre de su hija, el escultor Antonio Vigo, se fue a vivir sola por primera vez en su vida y se le vino la casa encima», asegura Suárez. Pero, añade, siempre tenía la posibilidad de recurrir a su familia, que «es muy cariñosa, un clan donde se protegen y arropan los unos a los otros, un matriarcado en el que siempre han mandado las mujeres». «Érika adoraba sobre todo a su padre, a su hermana Letizia, a su abuela Menchu y a su tía Henar», señala. «Si se encontraba superdeprimida podía haber cogido el teléfono y llamarlos a ellos o a su madre, seguro que Menchu y Henar, con las que estaba muy unida, habrían tomado el primer avión que hubiera con dirección a Madrid para ayudarla», comenta Suárez. Por eso, apunta a que la causa de la muerte pudo ser debida a una combinación letal de los medicamentos que le había prescrito su psiquiatra para la ansiedad y el estrés. Las especulaciones sobre la muerte de una mujer en la plenitud de su vida que deja huérfana a una niña de seis años también se han disparado. Érika había roto en mayo una larga relación sentimental de 11 años con el escultor Antonio Vigo, el padre de Carla. Aunque había rehecho su vida con su compañero de trabajo, sus íntimos aseguran que no había superado esa ruptura con el hombre con el que había compartido muchas alegrías, penurias económicas y, por encima de todo, una hija. Según relata Suárez en su libro Érika consagró los primeros años de su relación con Vigo a que éste triunfara en el mundo artístico. «Ella vendía libros por las casas, mientras él picaba piedra», aseguran los lugareños en Cangas de Onís, donde vivían entonces. Mariló Suárez cree, sin embargo, que «las Ortiz no son mujeres que mueran por amor». Además, parece ser que Érika había estado viendo un loft para irse a vivir a él junto con su actual novio Roberto. Pero el acontecimiento que cambió por completo su existencia fue la boda de Letizia con el futuro Rey de España. Érika no aguantó la presión mediática inevitable al emparentarse con la Familia Real. Después de que su querida hermana anunciara el compromiso con Don Felipe, nada fue igual para ella. Se le hacía insoportable ser el foco de atención. Nunca respondía a los reporteros que le asaltaban para preguntarle por su vida sentimental, por ejemplo cuando iba a buscar a su hija al distinguido colegio bilingüe donde cursa primero de primaria. Nunca respondía, aunque siempre tenía una sonrisa en los labios para las cámaras. Evitar a la prensa Érika estudió Bellas Artes y estaba muy influida por la estética italiana que tanto le gusta a su madre. Antes de ser contratada por Globomedia, trabajó en la editorial de libros de lujo italiana Franco Maria Ricci, pero tuvo que dejar su puesto de directora de Comunicación de la revista Arte para evitar el contacto con la prensa, que ya la tenía en el punto de mira como personaje del mundo rosa. Otro elemento que podría haber influido en su abatimiento sería el forzado alejamiento de Letizia y Thelma. La primera, embarazada de seis meses, y con las obligaciones propias de su estatus de princesa. La segunda, economista, estaba trabajando en Filipinas coordinando un equipo de cooperantes. Érika ya no las tenía disponibles para refugiarse en ellas, como cuando, por ejemplo, se separaron sus padres. Dicen que no pudo soportar ser la hermana de la futura reina de España, que la presión de los medios se le hizo insoportable, que su timidez y fragilidad le jugaron una mala pasada. Se dice, se dice, se dice. Porque a estas alturas nadie sabe a ciencia cierta cuáles fueron las causas últimas de la muerte de Érika, si es que alguna vez puedan a llegar a conocerse. Y más aún si decidió quitarse la vida.

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