José R. Álvarez: «Llevamos 70 años juntos y aún le canto a mi mujer»
«Es que ya he sido de todo, en la hostelería, en el mundo del fútbol, también he sido cantante...»
«El Diario de León, que ha salido en carretón, porque está en su población, chimpón...» . Pedro el Ciego, vendedor de periódicos, tarareaba el sonsonete por la calle de La Rúa camino de su casa. De eso han pasado muchos, muchos años, pero es como si José Ramiro Álvarez lo estuviera viendo. Su memoria es un siglo abierto, un plano fiel de aquel pueblón que era el León de la infancia y de la juventud: «En Ramón y Cajal, donde está hoy el Juan del Enzina, estaba el mercado de ganados. Y enfrente todo eran figones y a la puerta ataban las caballerías. Recuerdo que iba un señor que vestía una gran capa, como las de los pastores, y gritaba: «Quien comete y no caguete, bacín colgao, por dos céntimos no lo hace sentao...». Cuenta José que la falta de alcantarillado la suplía ese adelantado de la higiene con una lata vacía de chorizos de diez kilos que ponía debajo de la capa «y allí, pun-pun, aliviaban los paisanos». Hijo de Ramiro y de Serapia, José Ramiro Álvarez Rodríguez, nació un 23 de junio de 1915 en Puerta Moneda y camina, a pie muy firme, hacia los 92 años. Tuvo cinco hijos de los que viven tres, dos varones y una mujer; las otras dos chicas murieron tempranamente, Lo apacible de su vida actual, en la Residencia San José, junto a Josefa, su esposa, contrasta con una peripecia vital que desborda y convierte en injusto con la verdad cualquier intento de resumen. Aunque la hostelería ha marcado buena parte de su vida, en el DNI de José debería subrayarse, «de profesión, pionero». Camarero, a sus 20 años, del Hollywood (abierto en el año 1935 en Ordoño), fundador de las Confiterías Albany, presidente del club Conquista Leonés, pura épica futbolera de los años de la furia, fundador y hoy hermano más antiguo de la Hermandad de Santa Marta, promotor de la primera escuela de hostelería que hubo en León, de la Adoración Nocturna, cantante... Pero él guarda en su corazón de precursor un detalle que le llena de orgullo: «Fui el primero que se declaró en huelga de hambre en las fuerzas de Franco, en plena guerra». -Eso merece una explicación... -«Yo me casé en el 37, en plena guerra, y había un subsidio del combatiente que era para las mujeres de los soldados. Estaba entonces en el frente del Ebro y creía que lo estaba cobrando mi mujer pero, en una de sus cartas, me dijo que no era así. Había en el frente un teniente coronel que se llamaba Gallegos que era de Astorga y, como mi mujer era la hija del jefe de la estación de Astorga y además iba a la academia que tenía ese militar, fui a verle y le expliqué el caso. Me dio una tarjeta con unas letras y me dijo: véte para León y no vuelvas hasta que lo tengas solucionado. Ya en León fui a donde me había dicho y les dije que pasasen a mi mujer todos mis haberes como cabo y que, desde ese momento, me declaraba en huelga de hambre si no le pagaban el subsidio. Al final se arregló y tanta fama adquirí con aquello que si había que parlamentar me llamaban a mí. A veces, desde las trincheras enemigas nos retaban a cantar y si alguien cantaba zarzuela yo respondía con más zarzuela y si flamenco, con flamenco...». Lo de su afición a cantar no es precisamente una anécdota, sigue tan viva como él. «Sí, a mí me conocen por John Alvar ; fui cantante, sobre todo de tangos. También canté en el Orfeón Leonés con Odón Alonso en los años en que residimos en La Bañeza con mis padres que tenían el Café Marina. - ¿Quién le enseñó a cantar? - Nadie... bueno estuve en una academia donde había una gramola y yo me aprendía las canciones. Cantaba especialmente en las emisoras. En Radio León estaba Ricardo Cantalapiedra, que fue concejal, y que hizo un tango, con letra suya y música del maestro Moreno, que se titulaba «Curda filosófica». Espere que se la canto: «Me preguntas por qué anego mi vida/ en el vapor del vino y la miseria/. Vos no sabés adónde está la herida/ ni conocés mi cómica tragedia/. Me ves reir y me tomas por loco/, me ves llorando, soy un sentimental/. ¡Curda!, sentenciosa borrachera/ que pones un velo oscuro en las cosas del vivir/ ¡Curda! Tú eres mi amiga sincera/ cataplasma de mis males/ novia fiel de mi sentir...». Lo siento, hoy no estoy muy bien de la garganta...». -Cuénteme algo de su aventura futbolera. -Entré de entrenador y llegué a presidente del Conquista Leonés que era como el filial de la Cultural que entonces estaba en segunda división. Yo saqué a tres internacionales: A Rosendo Hernández, el Canario, que estaba haciendo el servicio militar, lo fiché por un bocadillo en un bar de La Rúa. Pasó a la Cultural y de allí al Atlético de Madrid que luego se lo cambió al Español por Juncosa. También tuvimos a otro que era gallego, Cabido, vino por mediación de unos amigos y lo traspasamos al Oviedo por 2.000 pesetas de entonces. Y con el Oviedo fue internacional. Y otro fue Blanco Pérez, que era defensa y luego fue árbitro. También cedimos a la Cultural a Gorrochategui que era estudiante de Veterinaria y que sustituyó a Orejón que se había lesionado. Fue precisamente Ángel Herrero, Roherre , quien pidió desde el Diario de León que le pasaran a la Cultural. Él le llamaba «Gorro» para abreviar». -Y la Cultural de hoy, el fútbol de hoy... ¿qué le sugiere? Igual hace falta gente como usted... - Ya no voy ni a los partidos. Bastante tengo con atender a mi mujer... Es que no puede ser, los jugadores cobran mucho, se creen todos figuras y por nada se calientan los cascos. Guarda en su memoria prodigiosa alineaciones enteras de un tiempo épico cuando se jugaba en el campo del Parque: Herminio, Cayetano, Manolo, Larraz, Gordón, Camilo, Rebollo, Ruiz, Lafuente, Llamazares... Y remata la faena, como irredento madridista, con la alineación blanca de los años 28-29: Vidal, Torregrosa, Quesada, Pas, Esparza, Peña, Lazcano -el Niño de los Caracoles-, Triana, Rubio, Cosme, Olaso... José, y su descendencia, ha endulzado la vida a muchos leoneses. No en balde a su espíritu emprendedor se deben las conocidas confiterías Albany. «Mi mujer y yo las fundamos en septiembre de 1969 en el Crucero y al jubilarnos las dejamos a mis hijos. Uno de ellos es maestro de obrador. Yo llevaba la administración. Hay muchos negocios que han pasado a los hijos y han fracasado, pero no es el caso. Yo les enseñé a trabajar con honradez y así se puede llegar a algo. Hoy son ya tres confiterías y además los nietos tienen cinco pubs, un hostal y un restaurante». Tiene infinitas cosas que contar pero se le ve inquieto a José porque su esposa le aguarda en una dependencia cercana de la residencia postrada en una silla de ruedas y con la mente atrapada en un laberinto. -¿Qué me dice de su mujer? -Mi mujer es punto y aparte. Ha sido una cosa extraordinaria. Si soy lo que he sido es por su ayuda, me ha ayudado mucho. La vida me dio palos pero me dio muchas alegrías sobre todo gracias a ella. Vamos para 70 años de matrimonio; ya hemos hecho las de oro y las de platino. Y aún le canto: «¡Qué bonita que es mi niña, si se la sabe entender...!».