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Los leoneses cuentan con un nuevo gentilicio: «cisastures»

Lo sugirió Juan Pedro Aparicio en su clásica «Reivindación leonesa de León» y ahora lo desarrolla Javier Callado en un libro prologado por José María Merino: el objetivo, mostrar que este pueblo conforma una indiscutible comunidad histórica

DANIEL

Publicado por
E. GANCEDO | texto
León

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Hay escenas que uno presencia con asombro. Tras éstas llega la duda, luego la pregunta, más tarde la investigación, después la constatación y entonces, en ese momento, si existe la suficiente inquietud, el trabajo y la divulgación. Esto les ha venido ocurriendo a muchos habitantes de este territorio. Sucede así, por ejemplo, que un berciano puede extrañarse en un principio de ver a un paisano de la ribera del Esla caminando por la calle en madreñas, despacio, clop-clop, ¡coño, como en mi pueblo! U otro de Laciana, orgulloso del verdor frondoso de sus montes, comprobar con cierta curiosidad cómo en las aldeas al pie de los oteros arcillosos del río Cea también celebran, de vez en cuando, concejos abiertos para ver si reparan una tapia o arreglan unas presinas. En Bembibre, y también en El Páramo, hay grandes pendones que se sacan en los grandes acontecimientos. En Peñalba de Santiago, y también a orillas del Bernesga, se canta, o por lo menos se cantaba, el ramo . Hay tamboriteros de chifla y tamborín en Fornela y en Maragatos, y los había hasta mediados del siglo pasado en todas las comarcas centrales de León. Dos estudiantes en lejanas tierras, uno procedente de la ciudad de León, otro de la de Ponferrada, al principio a cara de perro, acaban volviendo al Colegio Mayor a las tantas, apoyándose el uno en el otro: los dos saben qué es jugar a las chapas, ir de bodegas y matar judíos , y hacen los diminutivos en -ín y en -ina; y, sí, han acabado por agarrar una monumental frente al estupor de sus compañeros de otras regiones. Todas estas experiencias dan que pensar. Y a algunos de nuestros paisanos más insignes, que también las vivieron de una u otra manera, pues también. Ha habido algunos grandes investigadores y escritores que han profundizado en los lazos culturales que son comunes a todas las comarcas de la provincia de León, y que, además, los han encontrado. Pero no son muchos. No interesa que los haya. Elías López Morán y su interesantísimo Derecho consuetudinario leonés apuntó el asunto, pero sería necesario nombrar a Juan Pedro Aparicio y su clásico Ensayo sobre las pugnas, heridas, capturas, expolios y desolaciones del viejo Reino, en el que se apunta la reivindicación leonesa de León (1981), así como referencias en Los caminos del Esla , de Aparicio y José María Merino, y textos del añorado Sabino Ordás, todo ello hasta llegar a Javier Callado, el autor que hasta ahora con más ambición ha querido ahondar en la raíces de este solar del lluvioso Noroeste, gozne de las Asturias con la Gallaecia, sacando a la luz el libro Qué es la cultura leonesa (editorial Lobo Sapiens). Aparicio, en su momento, sugirió el nombre de cisastures (los romanos llamaron astures trasmontanos a las gentes que hoy corresponderían, más o menos, con los asturianos, y cismontanos o augustanos a los leoneses actuales y los del norte de Zamora) para calificar a un pueblo con grandes características comunes, y ahora Callado lo ha popularizado. El hecho de que gran parte de este territorio se llame de la misma manera que su capital, León, ha perjudicado la identificación de muchos de sus habitantes con su región (aunque esto también pasa con Valencia y la comunidad valenciana), por lo que ahora contamos con un sinónimo de «leoneses» que, sin ánimo alguno de sustituirlo, sí puede actuar como eso mismo, como sinónimo intercambiable. Grandes presiones de tipo político y económico (efectuadas sobre todo desde Valladolid, con su afán por construir una monolítica identidad castellanoleonesa ) pretenden dividir hoy en día a los leoneses, eliminar el, en palabras de Javier Callado, «arraigado sentido de autoctonía de los leoneses», y parcelarlo en comarcas para hacerlo inofensivo. Es el típico «divide y vencerás», visto en todas las épocas y lugares. A esto se opone, por un lado, la realidad, y por otro, la labor de gentes como estos escritores y autores quienes, pese al silencio impuesto y a la influencia de las políticas correctas o incorrectas, expresan con toda claridad lo que hay. Obviamente, nadie está planteando que entre aquellos lejanos astures y nosotros existan conexiones culturales directas, sino que hoy, como ayer, por el hecho de vivir en esta Tierra entre Ríos -otro sinónimo de León- las gentes que vivieron y vivimos en estas comarcas tenemos historia, vivencias, costumbres y anhelos, sí, comunes.

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