Diario de León

En busca de una oportunidad en Estados Unidos (I)

Mientras existan diferencias abismales entre los países ricos y los pobres, la emigración será un sueño legítimo

Todos los emigrantes son diferentes, pero todos tienen las mismas causas y los mismos efectos

Todos los emigrantes son diferentes, pero todos tienen las mismas causas y los mismos efectos

Publicado por
P. CORDERO DEL CASTILLO | texto
León

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Toda emigración tiene unas causas en los países de origen, que son las situaciones de desesperación en que viven los emigrantes: situaciones de injusticia, pobreza, subdesarrollo, persecución política, etc.; otras causas están en los países de llegada y en los medios de comunicación que dan a conocer a todo el mundo la situación de bienestar en que viven los países desarrollados y que ejercen atracción en los países pobres sobre los más decididos, principalmente jóvenes. Mientras existan situaciones de desesperación en unos países y diferencias abismales entre los países ricos y los pobres, la emigración siempre será un sueño legítimo por el que muchos estarán dispuestos a perder la vida. La emigración-inmigración es un problema muy complejo con efectos contrarios para los países de salida y los de llegada. A unos enriquece, a otros empobrece; a unos rejuvenece, a otros envejece demográficamente hablando; a unos dinamiza desde el punto de vista cultural, a otros limita y cercena. También los efectos de la inmigración son diferentes para los mismos inmigrantes: unos harán realidad sus sueños, otros morirán en el intento. Es verdad que todas las emigraciones son diferentes, pero todas tienen las mismas causas y similares efectos. Lo que cambia son los países y las personas. Un caso típico de este fenómeno es la inmigración hispana a los Estados Unidos. La inmigración hispana tiene muy poco en común con las distintas inmigraciones que han llegado a los Estados Unidos a lo largo de su historia; incluso es diferente la inmigración hispana de California, principalmente mexicana, de la inmigración hispana de la costa Este, compuesta, en su mayoría, por puertorriqueños y dominicanos en Nueva York o cubanos en Miami. La inmigración hispano-mexicana a California es un caso único. A lo largo de la historia de México, desde que perdió los territorios de Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada y Utah, con la guerra de la independencia de Texas en 1835-1836 y la guerra mexicano-americana de 1846-1848, hasta nuestros días, ha permanecido la costumbre entre los habitantes de los estados del Norte de México de pasar a los estados limítrofes de Estados Unidos a trabajar de forma temporera y volver a Méjico «una vez hechos unos ahorros», como me comentaba Eduardo, inmigrante temporero e ilegal, que vio hacer esto mismo a sus padres y estos a sus abuelos. La inmigración hispano-mexicana, como cualquier otra inmigración, tiene unas causas en el propio país, que obligan a parte de su población a abandonar México por falta de recursos o mala distribución de los mismos o por falta de libertades, y de esto son responsables los poderes políticos y económicos mexicanos, y otras causas en el país de acogida, en este caso Estados Unidos, que ejerce una atracción por su proximidad y por las grandes oportunidades que ofrece. Estas dos causas juntas han hecho que la inmigración hispana sea hoy la mayoritaria y que la inmigración mejicana sea quien domine en todo el Sur de los Estados Unidos y de forma especial en California. Desde los años de 1960 a nuestros días la inmigración mejicana ha venido aumentando constantemente. En la década de 1970 llegaron a los Estados Unidos 640.000 mejicanos de forma legal; en la década de 1980 fueron 1.656.000 y en la década de 1990 el número de legales llegados ascendió a 2.249.000. A estos hay que añadir la cantidad de ilegales que en la actualidad se calcula que sean cerca de ocho millones de mejicanos, más otros cuatro millones de hispanos, asiáticos y otros inmigrantes, lo que suma la cantidad de doce millones de sin papeles. En el siglo XIX la inmigración dominante fue británica, a primeros del siglo XX dominaron los inmigrantes italianos, polacos, rusos y alemanes, mientras que desde 1965 a nuestros días la inmigración dominante es la hispana, con predominio en todo el país de los mejicanos. La inmigración hispana hoy llega a Estados Unidos principalmente por la frontera mejicana, que tiene más de 3000 kilómetros de longitud y unas delimitaciones poco marcadas: un río no muy profundo y una línea imaginaria sobre el terreno. La frágil frontera estadounidense y las diferencias económicas tan grandes entre ambos países hacen que la inmigración sea masiva y el control sobre la frontera sea casi imposible. En el año 2000 el PIB «per capita» de Estados Unidos era entre nueve y diez veces superior al de México. Mientras existan estas diferencias entre los países es muy difícil parar la emigración. Una emigración masiva produce a su vez más emigración o emigración en cadena entre familiares y amigos al proporcionarles información y recursos para emigrar. Por otra parte, los mismos inmigrantes se suelen organizar para presionar políticamente y defender sus derechos, lo que dificulta la intervención de los políticos a la hora de controlar los movimientos migratorios. Ilegalidad La ilegalidad es un fenómeno nuevo en la historia de la inmigración estadounidense que aparece con la inmigración hispana. Durante mucho tiempo después de aprobada la Constitución de los Estados Unidos de América, ninguna ley prohibía la inmigración. Más tarde, cuando se comenzó a restringir la entrada a los Estados Unidos, el control de la inmigración llegada por barco era muy fácil desde la famosa Isla de Ellis, en la Bahía de Berrazzano, en Nueva York. Pero esta situación cambió radicalmente a partir de 1965 cuando comenzó la inmigración masiva hispana desde Méjico. Las detenciones practicadas por las patrullas de fronteras de Estados Unidos en la década de 1960 fueron de 1.600.000 inmigrantes, en la década de 1980 ascendieron a 11.900.000 y en la década de 1990 practicaron 12.900.000 detenciones. A pesar de estos controles, desde la frontera mejicana entran ilegalmente en Estados Unidos cada año entre 100 y 350.000 ilegales. La Ley de 1980 de Reforma y Control de la Inmigración pretendió legalizar la situación de los inmigrantes ilegales residentes en el territorio nacional y reducir la futura inmigración ilegal mediante fuertes sanciones. Legalizaron la situación de tres millones de sin papeles, de los cuales el 90 % aproximadamente provenía de México. Pero no consiguieron detener la inmigración ilegal, antes al contrario, con ese precedente la inmigración clandestina alcanzó la cifra de cuatro millones en 1995, llegó a seis millones en 1998 y suma la cantidad de ocho a diez millones en el 2003. Hoy, abril de 2006, se está hablando de una cifra de ilegales entorno a doce millones, de los cuales serían mejicanos cerca del 85 %. Ante tal magnitud de inmigrantes ilegales, se ha presentado en el Congreso de los Estados Unidos, para su estudio y aprobación, la Ley HR 4437, que pretende la expulsión del territorio nacional de todos los ilegales y la reducción de las prestaciones sociales: educación para los hijos, atención médica, carné de conducir, etc.; prestaciones que se están concediendo en la actualidad y que ya son consideradas como derechos. De esta experiencia debieran aprender algo otros países que están pasando por similares condiciones, como es el caso de España; pues en Estados Unidos, después de todas esas legalizaciones, hoy la inmigración aparece como el problema más importante de la sociedad estadounidense en los sondeos de opinión realizados por distintos organismos y los políticos se sienten con las manos atadas por miedo al voto hispano.

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