Se desperdicia hasta el 80% del agua extraída de los ríos
La carencia de recursos hídricos es la crisis que más afecta a la supervivencia de los seres humanos. Los expertos piden mayor colaboración entre países, más eficiencia en su consumo o cambios en los cultivos.
Coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Agua, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), alerta que hay 1.100 millones de personas sin acceso al agua potable y que más de la tercera parte de la población mundial carece de infraestructuras de saneamiento. Advierte, además, que en el año 2025 cerca de 2.000 millones vivirán en países con drástica falta de agua y que las dos terceras partes de la población del planeta pueden enfrentarse a problemas de escasez. Indican también que la mayoría de los países de Oriente Próximo, del norte de África, muchas regiones de China e India y países como Méjico, Pakistán o Sudáfrica tienen problemas para conseguir agua. La agricultura, con el 70%, sigue siendo el principal consumidor, alcanzando el 90% en muchos países en desarrollo, ya que en ellos se concentra casi el 75% de las tierras regadas. FAO recuerda que durante el siglo XX el consumo de agua ha crecido más del doble que el de la población mundial, lo que supone que la gestión sostenible del agua, cada vez más escasa, será uno de los retos del siglo XXI. Para proteger los recursos hídricos piden mayor colaboración entre regiones y países, que no se derrochen en los regadíos, que se optimice su consumo empleando técnicas que aprovechen el agua de lluvia, o que haya cambios en los cultivos. Crisis del agua WWF/Adena, por su parte, ha hecho público el informe «Los 10 ríos del mundo en mayor riesgo», en el que advierte que las mayores fuentes de agua se están muriendo, por lo que aumentan las amenazas de escasez. La pérdida de caudal, como consecuencia de la deficiente planificación, y la protección inadecuada de las áreas naturales, no garantizan que el agua fluya por ellos para siempre. El estudio ofrece una lista de los diez grandes ríos que están agonizando como resultado del cambio climático, la contaminación y las presas. Se trata del Yangtzé, Mekong, Salween, Ganges e Indo (Asia); el río de La Plata y el río Bravo o río Grande (América); el Danubio (Europa); el Nilo-Lago Victoria (África), y el Murria-Darling (Australia). Según Jamie Pittock, director del Programa Mundial de Agua Dulce de WWF/Adena, «la situación de los ríos estudiados simboliza la crisis del agua dulce. Crisis que muchas organizaciones vienen denunciando desde hace años pero cuyas advertencias han sido ignoradas. Queremos que los responsables admitan el problema ahora, y no cuando la emergencia de agua dulce adquiera proporciones difíciles de afrontar». Desde la citada organización se denuncia que los embalses del Danubio han destruido el 80% de los humedales y llanuras de inundación de su cuenca, o que aunque no existiera el aumento de temperaturas que amenazan con derretir los glaciares del Himalaya, el Indo ya manifiesta una gran escasez, debido al exceso de extracción de agua para la agricultura. La pesca de especies dulceacuícolas, principal fuente de proteína y medio de vida para cientos de miles de comunidades en el mundo, está también amenazada. El informe hace un llamamiento a los gobiernos para proteger más eficazmente el flujo natural de los ríos y la distribución y uso del agua con el fin de salvaguardar los hábitats y los medios de vida de grandes poblaciones humanas. En la actualidad, se desperdicia entre el 50 y el 80% del agua que se extrae de los ríos y se recuerda que la escasez de agua dulce es uno de los principales retos de la humanidad, ya que puede limitar el desarrollo, deteriorar la salud y provocar migraciones. En palabras de Pittock, la conservación de ríos y humedales debe ser considerada parte esencial de la seguridad nacional, la salud y el desarrollo económico. Se han de investigar nuevas maneras de utilizar el agua de modo eficiente para cultivos y otras producciones, a fin de que no se utilice más que la necesaria. «La crisis del agua dulce va más allá de los 10 ríos mencionados en el informe y refleja hasta qué grado el desarrollo destructivo amenaza la capacidad de la naturaleza para satisfacer nuestras necesidades. Debemos modificar nuestra manera de comportarnos ahora o pagaremos el precio en un futuro no muy lejano», concluyó.