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León

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|||| Destinado a recoger el testigo del «Topolino» (y del Balilla), la Nuova 500 heredaba de aquel la carrocería de dos puertas, aunque con un motor bicilíndrico refrigerado por aire y ubicado en la parte trasera. Cubicaba 479 centímetros cúbicos y entregaba no más allá de una docena de caballos a 4.000 vueltas. Montaba un cambio de 4 velocidades (las tres últimas de «entrada rápida», una especie de primitivo sincronizado) y, toda una revolución entonces, con la palanca de cambios situada en el piso. La suspensión independiente en las cuatro ruedas y la carrocería autoportante, supusieron sendas novedades tecnológicas para el 500. Aquel pionero en su época, alcanzaba una punta de 85 por hora y, lo mejor, se conformaba con sólo 4,5 litros de gasolina cada cien kilómetros. A mediados de los sesenta (1965), el Cinquecento recibiría el apellido Abarth en las versiones 595 SS y 695 SS. Ahora, cinco décadas después, el relanzamiento del actualizado 500 supone para Fiat todo un apasionado ejercicio de valentía productiva... también de recuperación de uno de sus más preciados iconos, algo de lo que pocos constructores pueden presumir. En un momento de recuperación de la compañía, cuando los números negros han vuelto a enseñorearse de la cuenta de resultados de la nuova Fiat. Para Luca de Meo, director de Fiat y presidente de Abarth, la recuperación del apellido de aquel Carlo del escorpión, preparador de culto, cuya herencia parece más viva que nunca, salpimentará y dará sabor a la marca. Por cierto, convendría no olvidarse tampoco de otro mágico ... Dante Giacosa, padre del «Topolino», y de algunos de los sucesivos Cinquecento, cuya personalidad tecnológica, ahora rediviva en el 500, ha quedado indisolublemente unida a la historia de la «Fabbrica Italiana Automobili Torino».