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Cuando la primera dama no es la primera

Con varios de los aspirantes a la Casa Blanca casados en segundas nupcias, el próximo presidente podría pasar a la historia como el segundo divorciado electo en uno de los países más conservadores del mundo

RIC FELD

Publicado por
TATIANA LÓPEZ | texto
León

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P uede uno de los países más religiosos del mundo permitirse un presidente divorciado? Esta pregunta, que resuena desde hace meses en el imaginario colectivo estadounidense, trae de cabeza a analistas y asesores al norte de Río Bravo. En una nación cuya tasa de divorcio alcanza el 50%. No debería extrañar que varios de los precandidatos estadounidenses tengan en su pasado algún fracaso matrimonial. Sin embargo, con Ronald Reagan como único presidente divorciado, pocos creen que tener dos familias ayude a conquistar la Casa Blanca. Con especial incidencia en las filas republicanas, donde las segundas nupcias son algo habitual. En la actualidad el caso más conocido es el del ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani. Tras recibir el apoyo de un 33% de la población y postularse como claro favorito según los últimos sondeos, el que fue fiscal general de Manhattan siempre ha defendido sus principios católicos. Unas creencias que, sin embargo, no le impidieron hace unos años casarse por tercera vez con la aristócrata neoyorquina Judith Nathan, tras un romance que hizo las delicias de la prensa amarilla. Acostumbrado a la condescendencia de una ciudad tolerante con los pecadores, muchos dudan ahora de que esta vida licenciosa sea comprendida en un país donde un tercio del electorado se declara evangelista. Con los números de su parte, sólo un 5% de los estadounidenses aseguran basar su voto en cuestiones morales. Su caso no es el único entre los seguidores de Bush. También John McCain, ex gobernador de Arizona y segundo en la lista de los más deseados, repetía juramento hace dos décadas tras poner fin a más de 35 años de matrimonio. Una circunstancia que no parece molestar a sus seguidores, mucho más preocupados por la edad del republicano, quien hace unos meses cumplía 72. Divorcio sí, infieles no Pero si la mayoría de los votantes aseguran que podrían confiar en un hombre divorciado. Cerca de un 56% de los ciudadanos estadounidenses se declara en contra de las infidelidades. Malas noticias para Newt Gingrich, quien la semana pasada confesaba públicamente un affaire extramatrimonial en un programa de radio. Conocido por sus duras críticas al ex presidente Clinton en el escándalo Lewinsky, al antiguo portavoz de la Cámara de representantes su hipocresía le costaba dos puntos de popularidad (de 10 a 8) y un deshonroso cuarto puesto en cuanto a la intención de voto. Algo parecido ocurría también con Mitt Romney, gobernador de Massachusetts y único aspirante mormón de la carrera electoral. Romney, felizmente casado con su amor de la adolescencia y padre de diez hijos, perdía toda posibilidad de alcanzar la presidencia después de haber reconocido que tanto su abuelo como su bisabuelo practicaban la poligamia. Aunque el dato no afectaba directamente a su intimidad, el político vio mermada su honorabilidad, principal virtud de los aspirantes para la mayoría de los estadounidenses.