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MARCELINO CUEVAS | texto
León

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En el mayo florido de 1901 el pueblo de León celebró con grandes festejos la otra inauguración de la Catedral, completamente restaurada después de haber estado al borde del desastre, y después también de haber recibido ayudas de toda Europa para que el fabuloso castillo de luz no se derrumbara con estrépito sobre las termas romanas que le sirven de cimiento. Timbales y clarines se encargaron de lanzar la noticia a los cuatro vientos, mientras un pregonero a la antigua usanza recorría las calles lanzando la proclama acompañado por disparos de potentes cohetes. «Don Eugenio González Sangrador -voceaba- alcalde de esta muy noble y leal ciudad de León y su concejo: Sepan cuantos este pregón oyeren, como en el día de mañana, veintiocho de este mes de mayo del año de gracia de mil novecientos uno, la Iglesia Mayor de Santa María de Regla, consagrada por las manos del Obispo Francisco, abre sus puertas para recibir y juntar en oración a los leoneses, sus fieles hijos». Pero, además del pregón de viva voz, hubo en el anuncio de los festejos propaganda más moderna, como el inmenso cartel litográfico, de más de dos metros de altura, del que se conservan al menos dos ejemplares, uno en el muy antiguo comercio de Lesmes García, en la calle Ancha y otro, que está a la venta, o hasta hace unos días estaba a la venta, en la librería anticuaria Camino de Santiago, que ha realizado una reproducción en pequeño tamaño del mismo. El cartel, encabezado por la inscripción Pulchra Leonina, muestra en primer plato a San Froilán haciendo ofrenda de una imagen de la renovada Catedral. Y después una serie de estampas festivas en las que se muestran la lucha leonesa, los trajes regionales y el desfile, al lado de las murallas, del cortejo de los Gigantones, con la Tarasca al frente y unos dulzaineros típicos abriendo marcha. Los gigantes de entonces representaban a las distintas razas humanas, los amarillos, los negros, los cobrizos... y en poco se diferenciaban de los que ahora hacen los desfiles festivos en San Juan y San Pedro. Arcos triunfales, desfiles de gigantones y cabezudos, globos grotescos, visitas de ministros, trajes regionales, kermesse, tómbolas, aluches... todo un acontecimiento del que como mudo testigo pervive el viejo cartelón.