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Keops ya no es un misterio

El arquitecto Jean-Pierre Houdin revoluciona el mundo científico con una teoría que invalida todo lo escrito hasta ahora sobre la forma de construcción de las pirámides de Egipto

Publicado por
MARTA OTERO | texto DASSAULT SYSTEMES | imagenes
León

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L as primeras pistas históricas sobre la construcción de Keops fueron unas líneas sobre un tal Hemiunu, el arquitecto real que, decían, logró levantar el gran templo en un par de decenios. El griego Herodoto escribió sobre las leyendas que recogió en el lugar de los hechos dos mil años después, que retrataban a un rey tirano y miles de esclavos empujando piedras, y hablaban también de unas máquinas situadas a los lados de la estructura, que elevaban los bloques de un nivel a otro. A lo largo de los siglos, los esfuerzos por encontrar una explicación racional a la construcción de la última de las siete maravillas del mundo se concentraron en tres teorías: la que propuso Herodoto, la que hablaba de una gran rampa exterior que se iba empinando a medida que subía el nivel, y la más popular hasta el momento, que suponía la existencia de una rampa espiral construida en el exterior de la pirámide. Y aquí es donde entra en escena Jean-Pierre Houdin. El arquitecto francés, que dice que lo suyo fue una cuestión de intuición, tiró por tierra todas las anteriores hipótesis con una teoría que supuestamente desvela el secreto de Keops: una rampa cavada en el interior del monumento, construida a medida que avanzaba la obra. Houdin empleó ocho años en desarrollar la teoría, y esta misma semana ha presentado en tres dimensiones, con la colaboración de Dassault Systemes, una empresa líder mundial en este tipo de tecnologías. En la simulación virtual que se puede consultar en la web de la empresa, el propio arquitecto propone un viaje en el tiempo en el que va desvelando, uno a uno, los secretos ocultos en esta gran tumba gigante. Según sus cálculos, los 2/3 inferiores de la pirámide se construyeron con ayuda de la famosa rampa externa, y el resto del puzle se termina con dos piezas fundamentales: una gran galería con un carro para transportar las pesadas vigas que forman la cámara del rey; y lo que él llama «el eslabón perdido», «una larga espiral interna de más de 1.600 metros, segmentada en 21 tramos rectilíneos, que servirá para seguir transportando los bloques cuando se llega al segundo nivel de la pirámide, incluso los restos de la demolición de la rampa externa, que se hace al mismo tiempo». Esta afirmación, además, tendría un gran punto a su favor: un test de microgravedad realizado en la pirámide en 1986, en el que científicos franceses detectaron una «anomalía»: una estructura menos densa en forma de espiral dentro de la pirámide. Problemas solventados La revolucionaria teoría del experto francés, a primera vista, parece solventar los problemas planteados por las anteriores: la excesiva pendiente y volumen de una rampa exterior hasta la cima y las dificultades para girar los bloques en las esquinas en el caso de la rampa externa. En la propuesta de Houdin, éste último problema se resuelve con la existencia de rellanos al aire libre que permiten la maniobra. El arquitecto va aún más allá, y especula con la organización del trabajo explicando cómo los equipos humanos rotan y logran girar cada bloque en tan sólo un minuto. Las nuevas tecnologías han sido la gran baza con la que juega el arquitecto, que ha logrado también, con un programa de cálculos virtuales para pruebas de choque automovilístico, llegar a una conclusión sobre la causa de la aparición de las famosas grietas en las vigas del techo de la cámara del rey. «Hemos concluido -explica- que las grietas aparecieron mucho después de la construcción, por el hundimiento del muro sur y la separación de los bloques de cerramiento». Y como, tres mil años después, averiguar el modo exacto de construcción es imposible, la prueba podría hacerse de esta manera: si se levantase una pirámide idéntica en la actualidad, con los mismos materiales y con el sistema explicado por Houdin, el tiempo empleado en terminarla sería «ni más ni menos que veinte años». El arquitecto francés, satisfecho con su trabajo, no teme en absoluto la maldición de Tutankamón. «Estoy explicando a la gente que Keops era un genio. ¿Qué podría pasarme, excepto que me diera las gracias?».