«Creo que las moscas me contaminarán»

José tiene 38 años, dos carreras universitarias y un trastorno obsesivo compulsivo. La enfermedad la descubrió en la adolescencia, sobre los 13 años, cuando las angustias lo atenazaban sin saber el motivo. Su familia acudió al médico de cabecera pero todo se quedó en un «cosas de la edad». No fue hasta que terminó su primera licenciatura cuando se dio cuenta de que lo suyo no podía ser normal. Y acudió al psicólogo. El problema de José es que las ideas se le meten en la cabeza, se obsesiona: «Si veo una mosca, pienso que va a dejar sus huevos en mi comida y me los voy a tragar. Es angustioso». Su familia y sus amigos lo aceptan, pero sabe que no le comprenden. Como la gente de la calle: «Tengo muchas dudas por todo, y lo pregunto todo varias veces y noto que la gente me mira raro. Creen que soy normal y se extrañan de mis preguntas». Entonces, José se cae al pozo de la angustia: «Veo su mirada y me doy cuenta de que me miran raro y entonces me pongo mucho más nervioso». Pese a todo, se sabe hábil en el trato con el público y le gustaría desempeñar un trabajo -ha tenido varios empleos temporales- en una oficina: «Si tuviese un trabajo fijo me iría a vivir solo. Ahora vivo con mis padres».