Dubrovnik, la ciudad con 7 vidas
Quince años después de los bombardeos sufridos durante la guerra de los Balcanes, la bella capital croata vuelve a mostrar su mejor cara tras una minuciosa rehabilitación
Le a estampa que se contempla hoy nada tiene que ver con las fachadas calcinadas y las calles cubiertas de hollín con la que nos despertamos en 1991, cuando el Ejército serbio bombardeó a la vieja y sagrada ciudad croata de Dubrovnik durante la guerra de los Balcanes, la guerra de la patria, como la llaman los croatas. Aquellos bombardeos fueron una herida más que añadir en el fatídico currículo de la también llamada perla del Adriático. Epidemias, trágicos terremotos como el de 1667, cruentas guerras contra pueblos varios deseosos de poseer a la entonces independiente y bella y rica República de Ragusa... pero el resultado siempre es el mismo. Dubrovnik renace con fuerza. Han pasado quince años desde el último desastre. Y doce desde que Croacia firmó la paz, en 1995. La resaca de la guerra aún late, pero en lo estético Dubrovnik ha resucitado una vez más. Los turistas ya recorren de nuevo los dos kilómetros de muralla. Y se fotografían sonrientes ante los más de trescientos monumentos censados. Los grandes cruceros han vuelto a atracar en sus dos puertos y los cruceristas vuelven a gastar sus dineros en la otra vez esplendorosa Dubrovnik. El sonido de aviones ya no asusta. Los lugareños saben que llevan a bordo el maná que hará que el recuerdo de la guerra se difumine. El turismo es la única salida en una ciudad privilegiada en lo estético, pero castigada en lo humano. Y en un país de costas y aguas privilegiadas donde la industria brilla por su ausencia. Sólo quien rebusque encontrará restos de los más de dos mil proyectiles que se estrellaron contra las fachadas. Queda también alguna casa olvidada, en la parte alta, al pie de la muralla, pero son excepciones. Poca cosa, si tenemos en cuenta que en la ciudad cayeron más de mil bombas. Que de 824 edificios, más de 500 quedaron sin tejado. Que los bombardeos acabaron con la vida de 251 personas. En aquellos años, dentro del recinto amurallado vivían unos 5.000 habitantes que sufrieron cuatro meses de asedio y hambre. Los daños ascendieron a 370.000 millones de las antiguas pesetas... Patrimonio de la Humanidad Cifras, dramáticas aunque frías. Pero su conocimiento ayuda a valorar el minucioso trabajo de rehabilitación que se vivió en Dubrovnik, protegida como Patrimonio de la Humanidad desde 1979. Hasta las tejas se han reproducido según las técnicas de siempre. Y la piedra blanca que da forma a las fachadas procede de las canteras de donde se sacaba la piedra antaño, situadas en la vecina isla de Vrnik. El resultado es una ciudad impecable. De baldosas brillantes y fachadas resplandecientes. Con tejados rojo intenso. Hay quien alega que, tras la rehabilitación, Dubrovnik se ha convertido en una postal, en un escenario. Pero nadie puede negar la importancia de obras magistrales como el claustro de los Franciscanos, el palacio Sponza, la iglesia de San Blas... Una vez contemplados los Tizianos de la catedral y fotografiada la arquería gótico-renacentista del convento de los dominicos, tras recorrer la Stradum, calle principal, mil veces conviene esperar a que caiga la tarde, a que se enciendan los evocadores faroles de luz amarilla. Y sentarse en una terraza, cenar, y tomar una copa mientras se escucha, de fondo, ¿un concierto de jazz? Relajarse y disfrutar de la tranquilidad. Postal o no, Dubrovnik es siempre un placer.