Los iconos...
Citroën 5HP |||| Tintín en el país del oro negro. Hernández y Fernández lo conducen al comienzo del mencionado álbum y -sólo podía pasarles a ellos- les «explota» materialmente en las narices tras repostarlo con gasolina adulterada: «... ¡Buum!
|||| Tintín en el Congo . El «coche de los coches» (1910), primer automóvil del mundo fabricado en serie y declarado «mejor coche del siglo XX», el modelo T elevó al fabricante del óvalo a la categoría de icono automovilístico. Tan desvencijado como efectivo en la historieta, el Ford T llevará a Tintín y Milú durante kilómetros y kilómetros por la sabana africana, con toda su impedimenta a bordo -aparatoso trípode con cámara de cine incluida- y hasta con capacidad para remolcar un tren de vapor (¡) descarrilado... en un «encuentro» con el mismísimo coche. Hergé no se para en barras a la hora de resaltar las bondades del modelo T, no en vano el dibujante trabajó regularmente (entre 1937 y 39) para la Revue Ford , que se editaba en Bélgica, y también ocasionalmente en la realización de catálogos promocionales para otros fabricantes de automóviles haciendo gala, como siempre, de un marcado realismo documental. La oreja rota . El segundo modelo con el que Hergé rinde culto a la marca del óvalo es el imaginario -aunque quizá no tanto- «auto ametrallador de la República de San Theodoros» (basado en el modelo V8 de 1936) que, paralelamente, nos introduce también en el mundo de los vehículos militares y que llega a su culminación con el robo de un carro de combate bordurio, por parte de Tintín, en El asunto Tornasol . |||| El asunto Tornasol . El diseño del «bigotudo descapotable» se debe al lapicero de Jacques Martin, quien se basó en un par de célebres Mercedes (el 300 SL, un hito en la marca de la estrella, y el 220 S) además de en el Chevrolet Bel Air y el en Facel Vega (década de los 50 todos ellos). El compendio de los tres, algo también bastante frecuente en los álbumes de Tintín, dio como resultado un precioso descapotable (desanclar la capota le serviría a Tintín para desembarazarse de la incesante persecución de dos policías motorizados) en cuya parrilla delantera la -supuesta- estrella plateada de Mercedes, deja sitio a un aparatoso mostacho: el bigote de Plekszy-Gladz. |||| El cetro de Ottokar . Negro y majestuoso, un preciosista coupé biplaza, con puertas de apertura «contra el viento», muy perfilado en sus líneas y con rueda de repuesto encima de la tapa del maletero, el Super Eight Coupé (1939), conducido por el mismísimo monarca bordurio Muskar II, se convierte en todo un majestuoso modelo deportivo de una época que rendía culto a ese tipo de realizaciones. Muskar II atropellará a Tintín, y éste, una vez a bordo del Packard, comunicará al monarca las sospechas de conspiración de las que el reportero tiene noticia. Como tantas veces en las Aventuras... el coche arrancará «disparado»... a toda velocidad. |||| Las siete bolas de cristal . Es el coche personal del Capitán Haddock, y esto sí que es una novedosa ruptura en la filosofía vital del entrañable «lobo de mar». Conocido en su época como «el avión terrestre», el Zephir (1939) gozó de justa fama por su potenciada mecánica y sus generosas pinceladas estéticas no exentas de un cuidado estudio aerodinámico (ruedas traseras carenadas y perfilado morro), que lo convertían en auténtico objeto de deseo. Su condición de descapotable permitiría a Hergé explayarse en uno de los gags más celebrados de la histrorieta: Haddock «luchando» por subir la capota cuando aparece la lluvia. Para cuando finalmente lo consigue, tras una de sus celebérrimas sartas de improperios... habrá dejado de llover. Algo similar, ya saben, a lo sucedido con el paraguas durante el paseo ( Las joyas de la Castafiore ) por el bosque de Moulinsart. |||| Los cigarros del Faraón . Claro ejemplo de «coche inventado», un auténtico coche de carreras, aunque poderosamente inspirado en algunos famosos biplazas y monoplazas que obtuvieron importantes victorias deportivas en la década de los años treinta: Alfa Romeo P3, Era y Amilcar CGSS, éste último ya había aparecido en el primer álbum firmado por Hergé, Tintín en el país de los soviets . «Agárrense bien, arrancamos...» Y Hernández y Fernández lo hacen, agarrarse... sólo que al ala de su bombín... con el consiguiente batacazo -uno más- cuando Tintín arranca en tromba. |||| Tintín en el país del oro negro y Objetivo la Luna . El único vehículo que aparece dos veces en dos portadas de las Aventuras... es el mítico todoterreno cuyo cacofónico nombre ha hecho suyo el mundillo automovilístico y que ha acabado por convertirse en sinónimo de modelo 4x4. Al Jeep (1943), que acaba de cumplir 65 años... «desde las ardientes arenas del desierto hasta los fríos hielos árticos» (como rezaba su publicidad), le cabe el honor de haber protagonizado un par de portadas y un buen número de viñetas en el interior de dos álbumes. Si la portada del profesor Tornasol conduciendo a Tintín, Haddock y Milú hacia el cohete ajedrezado blanco/rojo a bordo del Jeep de color azul se ha hecho célebre, no lo es menos el hilarante paseo de desértico de Hernández y Fernández conduciendo un Jeep de color rojo, una y otra vez sobre sus rodadas, espejismo incluido, hasta terminar coscorroneando contra una palmera... ¡la única en todo ese mar de arena!... para acabar entrando dormidos, y sembrando el pánico, en medio de un abigarrado zoco marroquí. Así, Hergé rinde homenaje a uno de los coches que han entrado, por méritos propios, en la historia del automóvil. |||| El asunto Tornasol y Las joyas de la Castafiore . Para los dos gemelos nada mejor que un 2CV (1949 y 54), el coche que, por sus características, mejor les cuadra a nuestro par de patosos policías. Verdadero icono en la producción de la marca del chevron , el 2CV representa como pocos la filosofía de modelo práctico, al que no se le pone nada -o casi- por delante, y que es capaz también de soportar, más o menos estoicamente, la «depurada» conducción de esos dos maestros del desaguisado. Desde el frenazo delante de la tapia de Moulinsart, con los dos bombines materialmente clavados en la capota de lona ( El asunto... ), hasta la destartalada marcha nocturna ( Las joyas... ) abandonando el castillo de nuestros héroes, con el capó y defensa asomando dentro del descapotado habitáculo, el 2CV resiste los embates y consigue salir -casi- indemne del estropicio de las viñetas. Incluso aquel color azul claro, casi verdoso, que no lo tenía Citroën en sus catálogos, acabó adoptándolo el fabricante tras su aparición en los álbumes. Aún más, a principios de la década de los ochenta y poco antes de su fallecimiento (1983), Hergé dibujaría para Citroën una campaña publicitaria del 2CV. |||| El asunto Tornasol . Tómese un deportivo de raza y un gentleman lombardo, agítense -sobre todo los pasajeros- ... y la combinación dará como resultado una de las más histriónicas persecuciones que hayan pasado nunca por aventura alguna. Si decir Lancia es decir Aurelia B20 (1951-57) -o B20 S, caso de preferir la opción de volante a la izquierda-, decir Aurelia es decir Cartoffoli... Arturo Benedetto Giovanni Giuseppe Archangelo Alfredo Cartoffoli de Milán. Corbata de lazo y guantes de fina piel calados en los nudillos sobre el evocador volante de tres radios -aluminio, por supuesto- y aro de madera. Bajo el perfilado capó, aquel sobre el que terminó Haddock -empapado por el limpiaparabrisas- en su «encuentro» con Cartoffoli, una joya motorística de los cincuenta: V6 de 2,5 litros y 118 CV, con caja de cambios (4 marchas) a la salida del diferencial (propulsión trasera), vestido por Pinifarina sobre el prototipo de Felice Mario Boano para Carrozzeria Viotti, ha quedado en los anales de Lancia como uno de los modelos emblemáticos de la marca fundada por Vincenzo Lancia, y Claudio Fogolin, en 1906. La pasión de Hergé por los automóviles en general y por los modelos italianos en particular (poseyó un B12 de 4 puertas), se reflejaría también en el Aprilia de 1937; aquel de las pequeñas ventanillas triangulares traseras, uno de los primeros coches aerodinámicos de la historia, obra maestra de Vincenzo por su condición de suspensión independiente en las cuatro ruedas, protagonizaría otra magistral persecución desértica ( Tintín en el país del oro negro ), con Tintín y Milú en pos del profesor Smith. Aunque nada como el pilotaje de Cartoffoli en El asunto... ¡Madonna! Una persecución de bandidos. ¡Va bene! ¡Avanti! . Nunca la «línea clara» tuvo tanta claridad ni un coche salvó tantas situaciones adversas...