«Los leoneses somos como cabras caínas, cada uno en su risco desconfiando del otro»
Bonifacio Díez Fernández | Como sacerdote, ha educado al Rey, en quien observa un espíritu pesimista; como docente, ha ejercido 50 años de catedrático en Panamá, y como intelectual, lleva más de 12.000 páginas escritas en libros y ensayos, ent
Habla con la libertad de quien no tiene nada que perder ni da nada por perdido. Bonifacio Difernan, como firma sus obras, (Prioro, 1921) revisa la actualidad y se muestra mordaz cuando se refiere a Zapatero, del que llega a decir: «Tiene complejo de que él es el único que vale». Cree que la política, un arte, ha sido convertida en una falsedad. No puede desvincular las palabras León y desconfianza. -¿A qué conclusión ha llegado en la vida? -Que hay que vivirla. Y para vivirla íntegramente hay que hacerlo con entusiasmo, con valentía y con alegría. Es un periodo de tránsito hacia una vida estable, una vivencia temporal en la existencia eterna de cada espíritu. -¿Qué suele ganar en ese periodo de tránsito, como usted lo llama, la verdad o la mentira? -A la corta, la mentira; a la larga, la verdad. -¿Cuál es la mayor mentira que ha escuchado a lo largo de la historia? -Que no existe Dios. -¿Hay que enterrar la historia? -La historia es la maestra de la vida y no se puede olvidar. Y pueblo sin historia, es pueblo muerto. Y pueblo sin tradición, es generación a la deriva. -Usted es uno de los siete hombres que en 1979 convenció al mundo para que Panamá recuperara su soberanía. ¿Cómo podría persuadir hoy al mundo para que los saharauis recobraran la suya? -El pueblo saharaui tiene que buscar la verdad, y la verdad histórica es que los saharauis tienen un derecho natural a elegir su estatus político. Ese estatus hay que tramitarlo a través de la política, y la política es toda una mentira, una falsedad que se lleva a cabo por el egoísmo de los hombres más poderosos. Por lo tanto, no les auguro un buen futuro si no lo llevan con humildad e insistencia su verdad. -Si usted fuera diplomático del Gobierno de Zapatero, ¿qué le recomendaría respecto a este conflicto? -Primero, humildad, que no la tienen. Segundo, reconocimiento de los errores. El hecho no cambia. Podemos orientar nuestra vida para evitar los efectos de nuestro error, pero siempre con humildad, oyendo a los demás, escuchando al mundo entero. Después, con personalidad y sin complejos, sobre todo, sin complejos, decidir lo que queremos mejor para la patria, si es que la amamos. Si no, lo mejor es retirarnos. -¿Cree que el presidente del Gobierno tiene complejos? -Muchos. -¿De qué tipo? -Complejo de grandeza. Tiene complejo de que él es el único que vale en el mundo. Además un complejo egoísta de que tiene que mandar. Si el pueblo quiere que mande, me parece bien, pero no con esa prepotencia de « yo voy a arreglar el mundo» . Entre todos puede, pero el solo, no. -¿En qué se ha equivocado, según usted? -En todo porque ha tomado una base falsa, que es aislar a todos los que le perjudican y unirse con los que le ayudan, ya sean de Dios o del Diablo. Resulta que quien con el Diablo se une, el diablo le machaca. -¿Su mayor acierto? -Todos tenemos aciertos. El mayor acierto que puede tener y no ha tenido es reconocer que en su política no fue correcto, aunque su intención fuera de buena voluntad. -¿Creen los leoneses en sí mismos? -En mi pueblo me van a colgar, pero siempre digo que los leoneses somos como las cabras caínas, cada una en su risco, viendo con desconfianza a la vecina. Eso son los leoneses. -¿Qué le ha quedado a usted de ese carácter? -Todavía conservo el pelo de la dehesa. Los leoneses tienen un gran tesón, fuerza de voluntad y esperanza, pero, sobre todo, una gran desconfianza. -¿Entiende la política? -La política es el arte de gobernar con justicia un pueblo. La política en sí es buena, lo que no entiendo es utilizar la política para fines personales o de grupo. -¿Qué piensa entonces del guirigay político que se ha desencadenado en el PP por conseguir el poder de la Diputación de León? ¿Está al tanto? -No entiendo a los leoneses. Aunque soy de allí, no entiendo lo que quieren. Me da la impresión, desgraciadamente, de que no saben lo que quieren, y me da mucha pena. El otro día se preguntaban irónicamente de dónde procedía Zapatero por sus errores, y alguien contestó en tono despectivo que «de León». Ese tono me dio cien patadas. Hablaban de León como si fuésemos todos tontos. Y yo tengo un principio: en este mundo, los tontos somos mayoría. -Conoce como pocos los «tempos» de la política internacional estadounidense. ¿En qué se diferencia el Bush de ahora del Carter que conoció hace 30 años? -Recupero una frase que dijo el general Torrijos. «Hemos logrado el retorno del Canal de Panamá y se debe a dos causas: una, mi testarudez, y la otra, que Jimmy Carter es tonto». El hombre tenía buena voluntad, pero la caridad mal entendida es un puñal de dos filos. -¿Cómo era Omar Torrijos, líder de la revolución panameña? -Era muy amigo de un jovencísimo Felipe González. Una vez le dio un consejo: «No metas de ministro ni en ningún cargo de confianza a un familiar o amigo porque te llevarán a la ruina», le dijo. -¿Y Bush? -Es hombre de buena voluntad, pero unas veces acierta y otras no. Le han influido dos cosas: vio que su padre había fracasado y creyó que él iba a arreglar el mundo y, por otro lado, tenía que haberse pensado mejor las cosas antes de invadir Irak. No hay peor cosa que partidarios de una religión que deja de convertirse en racional y se entrega a lo irracional. -Ése no es el problema iraquí. -Si se pusiesen de acuerdo las dos facciones religiosas, Estados Unidos no estaría allí. -¿Debimos de haber entrado en esa guerra? -Visto desde aquel momento, fue una decisión un poco a la deriva, no totalmente justificada, pero sí con una justificación. -¿Qué papel juega en la práctica Naciones Unidas? -Tengo muy mal concepto de todas las organizaciones internacionales, y eso que he intervenido en varias de ellas. Si las Naciones Unidas no tratan de organizarse con fines puramente pacíficos, están llamadas al fracaso. -Hombre siempre unido a grandes personalidades, fue profesor del Rey y hace poco despachó con él. ¿Cómo le ve? -El 26 de abril, a las seis y media de la tarde, me reuní con él en su despacho. Conoce la situación del mundo como nadie. Tiene un sentimiento de pesimismo como tenemos todos ante este mundo. No hablamos de política, sino de valores humanos, de la familia y del espíritu. Es un tremendo amador de España. -¿Tiene algo que ocultar? -Absolutamente nada. Tengo la plena satisfacción de haber vivido con paz mi sacerdocio y haber sido útil tratando inculcar el amor a la justicia.