La vigencia de las viejas formas de solidaridad financiera
Durante más de tres siglos los montes de piedad han atendido a los excluidos del sistema financiero. Hoy son el préstamo más ágil y sencillo en el mercado.
Desde la razón económica y financiera, seguramente no tendrían sentido. Desde el corazón de las instituciones cuyo nacimiento indujeron les asiste la razón de la lucha contra el abuso, de la oportunidad para quien no la tiene, del empujón al pequeño emprendedor, del salvar los pequeños atragantones de los monederos domésticos. Lejos del sambenito del préstamo vergonzoso, que todavía les persigue en muchos subconscientes, los empeños en los montes de piedad son hoy la forma más rápida, ágil y sencilla para obtener un dinero rápido, con la garantía de no perder la prenda y de obtener por ella una cantidad fijada por el mercado. Una alternativa de plena actualidad en unos tiempos en los que los préstamos solidarios comparten protagonismo con los créditos rápidos a intereses desorbitantes. ¿Siguen siendo los montes de piedad un arma para luchar contra la usura? La rentabilidad social está en el origen de los montes de piedad. Pergeñados por los franciscanos italianos hace varios siglos, la fórmula se extendió por Europa con rapidez, aunque tardó en llegar a España. Desde entonces han pasado tres siglos, los de la historia económica de las clases menos favorecidas, 300 años en los que los pobres pudieron entrar en el mundo de la financiación sin ser prisioneros de la usura; en los que el concepto de ahorro comenzó a instalarse en las clases humildes, en los que pedir dinero prestado se convirtió en un derecho universal. Tres siglos en los que los montes de piedad se han ido adaptando a las necesidades de sus usuarios, han sobrevivido a la evolución bancaria y las revoluciones financieras, y se han subido con éxito al carro de las nuevas tecnologías. Aunque para la mayor parte de la población son grandes desconocidos, tienen una clientela fiel, y en aumento, que sabe que este préstamo es el más barato, ágil, rápido y transparente del mercado. Hoy 24 cajas de ahorro mantienen en activo sus montes de piedad, algunas, como Caja España de Inversiones y Monte de Piedad, en su propia razón social. Pero «este servicio exclusivo de las cajas sigue siendo el gran desconocido del sistema financiero español», se lamenta Miguel Ángel Álvarez, director del monte de la entidad financiera con sede en León. «Sin tener una importancia económica suficiente en cuanto a volumen, sí cumple una función social. Llega a un número de personas que a veces sorprende», señala. También se rebela Álvarez contra la histórica acepción del préstamo vergonzoso. «Cuando pides un préstamo hipotecas tu casa, te dan un porcentaje de lo que vale tu vivienda, que es la garantía. Pues cuando acudes al Monte de Piedad es lo mismo. Llevas una joya, y con esa garantía te dan un porcentaje de lo que vale. No hay diferencia». Metales y piedras preciosas, que es lo que hoy se puede empeñar en la mayor parte de los montes de piedad, aunque algunos aceptan también obras de arte. Un reflejo del concepto de lo que tiene valor hoy en día, bien distinto al de hace unas décadas. Abrigos, plumas, cámaras fotográficas, ventiladores, mantelerías, vajillas,... Entonces todo el ajuar de la casa tenía valor. Se puede comprobar en una entrañable exposición que hasta el día 30 de este mes permanece abierta en la casa Botines, y que recoge la historia de estas instituciones a través de los fondos propios de Caja España, recreando tres despachos de empeño: uno de principios de siglo, otro de los años 50 y uno más de la actualidad. Los montes del siglo XXI es un recorrido por la historia de una institución emblemática, que lejos de lo que pudiera parecer tiene mucho futuro. Sólo el Monte de Piedad de Caja España (que opera en León, Valladolid, Palencia y Zamora), realiza cada año alrededor de 7.000 operaciones de empeño, que mueven unos dos millones de euros. En el conjunto del sistema los créditos pignoraticios (con garantía de prenda) de los montes hacen préstamos anuales por valor de 120 millones de euros. Según Laura Valduciel, de la Universidad de León, buena muestra de la labor social que realizan estos préstamos es que la tercera parte de ellos corresponde a créditos inferiores a 150 euros, y más de la mitad no llegan a los 300 euros. «El público que acude a los montes de piedad es muy específico», explica Miguel Ángel Álvarez. «En los últimos años son los inmigrantes el colectivo que más ha crecido, pero siempre están las amas de casa, los pequeños comerciantes, los jubilados». Aquellos a los que el sistema financiero tradicional pone demasiados peros a la hora de conceder un préstamo. O quienes «tapan un agujero» dejando un tiempo una joya, y cuando reúnen el dinero recuperan la prenda. Casi siete de cada diez usuarios de los montes de piedad son mujeres, las que administran la economía doméstica. Y las épocas de Navidad, vacaciones, compra de libros y uniformes escolares,... las que más afluencia de este tipo de público acaparan. Toda una radiografía del usuario tradicional del monte. Pero no es la única tipología de cliente. También están quienes quieren poner a la venta algunas joyas, y utilizan un sistema seguro, con garantías y que en general les da buenos réditos. Más del 90% de las joyas que se dejan en prenda en los montes son recuperadas en tiempo. Las cajas sólo exigen la devolución del dinero prestado (entre el 60 y el 80% del valor de tasación de la joya) y un interés que ronda el 6%, dependiendo de ese valor. La joyas que pasado el tiempo establecido no son recuperadas, pertenecen generalmente a personas que quieren desprenderse de ellas a través de las subastas. Un sistema que tiene un buen número de adeptos, y que Caja España sigue realizando de forma presencial al menos ocho veces al año. Fórmula que compatibiliza con las pujas por Internet. «Este año nos hemos convertido en la primera entidad con subasta permanente de joyas por Internet. La gente puja, y cuando alguien supera su puja le avisamos a través de un e-mail. Eso mantiene el sabor de las subastas». Un sabor que Álvarez asegura que Caja España no está dispuesta a perder, por eso mantiene las presenciales. «Los tasadores valoran los metales y las piedras, pero generalmente las piezas a subasta tienen otros atractivos para los potenciales compradores. Por eso es frecuente que las joyas dupliquen o tripliquen su precio en las pujas. Los piques son muy frecuentes también». Del dinero recaudado en la subasta Caja España recupera el préstamo y los intereses, y la cantidad sobrante se entrega al propietario de la joya. «Es el mejor sistema para vender estos artículos, se gana dinero, la entidad ya te ha adelantado parte de su valor y cuentas con la garantía de una caja solvente y segura, con tasadores profesionales que utilizan precios de mercado y un sistema de subasta transparente y consolidado», señala Álvarez. Es la otra forma de beneficiarse del servicio que prestan los montes de piedad. Un servicio distinto y diferenciador de las cajas de ahorro, que busca hacerse un hueco en las posibilidades financieras de los ciudadanos. Lejos, muy lejos de los tópicos.