Tintín y los coches... según Hergé
Coincidiendo con el centenario del nacimiento de Hergé, el Salón del Automóvil de Barcelona presenta un monográfico sobre los coches que aparecen en «Las Aventuras de Tintín». Desde los más simples a los más sofisticados, Tintín ha utilizado in
En una época en la que las comunicaciones no eran lo que son hoy. Cuando recorrer unos centenares de kilómetros a la redonda, no digamos atravesar el mundo de cabo a rabo, se convertía en toda una aventura... Tintín, y toda su familia de papel , nos asombraban a bordo de los más exclusivos coches. También de los utilitarios más populares y hasta de automóviles compendio de varios modelos fruto, como siempre, de la desbordante imaginación de un Hergé que siempre cultivó la pasión por el automóvil... aunque hubieran de pasar varios años -muchos- hasta que el padre del célebre reportero pudiese poseer uno en propiedad: el Opel Olympia Cabriolet Coach, que Georges Rèmi compró en 1938 (el modelo Opel Olympia se lanzó tres años antes) y que acabó convirtiéndolo en objeto de culto en El cetro de Ottokar ; tan perfecto en sus trazos de viñeta que hasta «casi» era más perfecto que el original cierto, con estructura monocasco totalmente realizada en acero, potente y confortable, el Olimpia marcó un hito en la producción de la filial europea de General Motors y ha quedado como coche prototípico anterior a la Segunda Guerra Mundial. Si la principal característica de la «línea clara», esa escuela belga de la bande desinnée que tanto y tan bien cultivó Rèmi, es la posibilidad de reconocer cuantos artilugios aparecen en las viñetas, los coches llegan a magnificarse en la pasión del autor por los automóviles y sus posibilidades para crear, y representar, la acción en estado puro. Así, el automóvil (también motocicletas, camiones, furgonetas... y hasta algún que otro vehículo blindado) le servirá a Tintín, y a Hergé, para viajar, escapar... y perseguir a sus antagonistas. Incluso para representar algunas escenas deportivas. ¿Quién no recuerda la última viñeta de Stock de Coque con la llegada de un rally en el mismísimo jardín del castillo de Moulinsart? Una idea, ¿quien si no?, del pelmazo de Serafín Latón, a la sazón presidente del «Volante Club» que el Capitán Haddock «celebra», como el lector puede suponer... con una «desmedida pasión» por mandarle a hacer gárgaras al incombustible vendedor de Seguros Mondass. Una abigarra viñeta en la que el lector podrá dedicarse a un sugestivo juego: adivinar la marca y modelo de todos y cada uno de la veintena de coches que allí se muestran... perfectamente reconocibles, como siempre. Claro que, para viñeta de persecución automovilística - Y ahora... tenemos que recuperar el tiempo perdido... ¡Avanti! -, ninguna como la de Cartoffoli al volante del Aurelia B20 GT «desmantelando» el mercado de la pequeña plaza pueblerina en la Haute Savoie (pg. 38 El asunto Tornasol ), que ha quedado para los anales del histrionismo automotriz. Eso, por no hablar del «explosivo» Citroën 5CV con el que Hernández y Fernández comienzan su andadura por El país del oro negro , las dos versiones de 2CV que también conducirán -y maltratarán- nuestro par de extraviados detectives o el Jeep que les servirá para dar vueltas y más vueltas -espejismo incluido- por el desierto. Hasta el mismísimo Milú se atrevió a «conducir» un precioso coche de juguete, réplica exacta del Bugatti 35, perteneciente al exasperante príncipe Abdallah, hijo del Emir Mohamed Ben Kalish Ezab (alter ego de Faisal II, hijo de Faisal). En fin, todo un apasionante recorrido por el catálogo de los más afamados constructores de automóviles del mundo... en el siglo XX.