Diario de León

FORMACIÓN PARA EL CAMPO

Una cosecha muy pedagógica La experiencia como base del aprendizaje en la escuela agraria El 90% del alumnado que estudia jardinería y viveros encuentra empleo al acabar «Son un modelo de desarrollo rural y ofrecen calidad de vida a la zona»

El legado de Sierra-Pambley en Hospital de Órbigo acoge hoy la granja-escuela La Campaza, un colegio de especialistas en jardinería y un centro de desarrollo rural La Fundación Sierra-Pambley renueva su apoyo a la labor d

Publicado por
ANA GAITERO | texto A. GAITERO | texto
León

Creado:

Actualizado:

A Hospital de Órbigo llegaba todos los años por estas fechas el filántropo Francisco Fernández-Blanco y Sierra Pambley. La ribera era el punto intermedio en su periplo anual, desde Madrid a Villablino, donde pasaba el verano. Cuentan las crónicas de la fundación que en la primera semana de mayo iba al esquileo de su ganado, en la dehesa zamorana de Moreruela de Tábara. Luego, por Benavente, a Hospital de Órbigo, donde esperaba el paso del ganado en busca de los puertos de Babia. En León, permanecía hasta julio y en Villablino hasta el primero de noviembre. Luego, en su caballería, igual que había venido, deshacía el camino. De esto hace más de cien años. A partir de 1886, Sierra-Pambley sembró sus posesiones de escuelas de primera enseñanza, agrícolas y mercantiles bajo los auspicios de la Institución Libre de Enseñanza y la filosofía del regeneracionismo, que confiaba en la educación como la base del progreso del que tan necesitada estaba España. Sus amigos Gumersindo Azcárate, Francisco Giner de los Ríos y Bartolomé Cossío le animaron en la tarea. En el Órbigo fundó, en 1890, las escuelas primarias de ampliación y de niñas y puso en marcha una Escuela de Agricultura que durante muchos años introdujo las técnicas más avanzadas en la agricultura de la comarca y también cultivos que, como la remolacha azucarera, todavía son la base de la subsistencia de la escasa población agraria que conserva León. En la fértil ribera siguen en pie la casa solariega de don Paco, heredada de su padre, Marcos Fernández-Blanco, cuya construcción data del siglo XVIII, y el edificio de ladrillo de las escuelas, dos cuerpos unidos por una diáfana y soleada galería, en la que las niñas aprendían corte y confección. Ahora, esta sala acoge una biblioteca, que está abierta a todos los vecinos de la comarca. La huerta, un poco acorralada por la expansión urbanística de Hospital de Órbigo, es un espléndido campo experimental para las nuevas enseñanzas de jardinería que imparte el colegio Sierra Pambley, proyecto educativo que gestiona la cooperativa Helios 82 desde los años 80. Estos maestros vocacionales han recogido el testigo de la innovadora escuela de Agricultura que funcionó en el Órbigo hasta 1936. Fue tanta su influencia, que mejoró la dieta y las posibilidades económicas de los pueblos aledaños con la introducción del cultivo de hortalizas, frutales y más legumbres que el garbanzo, como señala Isabel Cantón Mayo en una publicación de la Universidad de León ( La Fundación Sierra Pambley. Una institución educativa leonesa ) En el colegio Sierra Pambley de Hospital se forman actualmente jóvenes como técnicos de grado medio en jardinería durante dos años, así como cursos de formación ocupacional de plantas de interior, arte floral, riego, gestión y ocio y tiempo libre. También imparte un programa de garantía social de operario de viveros y jardines, todo ello bajo concierto y con la supervisión de la Dirección Provincial de Educación, particularmente de las enseñanzas regladas. «Retomamos el proyecto de formación agraria y los orígenes de la fundación en la zona», subraya el director del centro, Paco Catalán, que tras 27 años de estancia en la ribera no ha perdido el acento andaluz, como también mantiene la ilusión por un proyecto enraizado en el medio rural y cooperativo. De la agricultura a la jardinería «La realidad ha cambiado mucho: cuando empezamos con el proyecto de escuelas familiares, a finales de los setenta, venían chicos de 14 y 15 años y alternábamos una semana en régimen de internado en el centro y otra en casa de los alumnos», recuerda. Eran tiempos en que los muchachos y muchachas -el colegio era y es mixto- ayudaban en sus casas en las faenas del campo y el profesorado se desplazaba a sus pueblos para supervisar las tareas y enseñarles de manera práctica sobre el terreno. Con el paso del tiempo y la decadencia del sector agrícola han tenido que cambiar la actividad agraria por la jardinería, un sector -añade Catalán- poco profesionalizado y víctima del intrusismo. También quieren orientar su labor hacia la agricultura ecológica, como alternativa a los sistemas tradicionales. «El sistema cooperativista, la asociación de las personas que quieran iniciar una actividad económica como autónomos, es muy interesante para evitar el intrusismo», agrega. La cooperativa de enseñantes emplea a una veintena de personas a lo largo del año. Su arraigo en la comarca, tanto familiar como profesional es una auténtica excepción en el panorama de la escuela rural, donde cada vez son más raros los casos de maestras o maestros que residen en el pueblo donde dan clase. «Somos un equipo de personas cuya opción de trabajo es el medio rural y estamos enraizados e implicados al cien por cien», subraya Sixto Veledo, maestro y coordinador del programa de la Granja Escuela La Campaza, que también gestiona la cooperativa Helios 82 en las instalaciones de la Fundación Sierra Pambley. Por sus talleres pasaron el año pasado cerca de 4.000 niños y niñas leoneses y algunos zamoranos que participaron en talleres relacionados con el medio ambiente, la ecología y la vida en el campo en un entorno natural entre vegetación y animales. De paseo con la burra Benjamina En la granja escuela aprenden los secretos de la apicultura, envasan y recolectan plantas aromáticas, practican pequeñas lecciones de repostería y panadería y conviven durante una jornada con los animales de granja, dándoles de comer y probando la aventura de pasear en la burra Benjamina, una ejemplar de pura raza zamorano-leonesa, cedida recientemente por Silomaña. En pocos días, llegarán a la finca los colonos del verano. Niñas y niños de seis a once años, que durante una o dos semanas del mes de julio se convertirán en granjeros y hortelanos, sin olvidar las actividades artísticas y deportivas siempre presentes en los programas educativos y de ocio de las escuelas de Sierra Pambley. La granja escuela se encuentra en fase de renovación, con las obras de una nueva cocina y un comedor a punto de finalizar, por lo que este verano la chiquillería no pernoctará en la finca. Las actividades se desarrollan en horario de mañana y tarde y los participantes serán recogidos, con transporte gratuito y cuidador, en León, Carrizo y Veguellina de Órbigo. El apellido Fernández-Blanco ha pesado en la fama del fundador menos que el Sierra-Pambley, pero lo cierto es que las propiedades heredadas de su padre, Marcos Fernández-Blanco, acogen un siglo y pico después la misión educativa ideada como un medio «para crear riqueza en el país». Don Paco, que pasó su infancia en estas tierra, dedicó la escuela de Hospital de Órbigo a la memoria de su hermano Pedro, conocido como el bohemio de la familia. Pedro falleció prematuramente tras caer de un caballo en 1883. Actualmente, la granja escuela planea trasladar sus actividades didácticas y experimentales a la finca La Campaza, una finca de regadío de cuatro hectáreas, situada fuera del casco urbano de Hospital de Órbigo y que acaba de quedar libre de las choperas taladas recientemente. «En medio del casco urbano no podemos tener animales de granja y en La Campaza tenemos también terreno suficiente para la práctica de los cultivos tradicionales de huerta», precisan los maestros. En La Campaza se levantaría un edificio con aulas y espacio para las prácticas del alumnado en la granja escuela, pero para su financiación «necesitamos buscar ayudas», agregan. Otro de los proyectos educativos que está en la mente de este grupo de maestros inquietos es la puesta en marcha de un ciclo formativo de educación infantil, dado que el Centro de Desarrollo Rural, anexo a la granja y al colegio, aunque independiente en actividad y personalidad jurídica, ha sido pionero en la comarca en la apertura de ludotecas infantiles, ya hace doce años. Del éxito del programa dan fe las ludotecas asumidas por los municipios de Villarejo y Villares de Órbigo. En una furgoneta cargan cada tarde los juguetes y cachivaches para atender a niños y niñas en San Feliz de Órbigo y Posadilla de la Vega. A lado de la casa solariega se levanta un edificio de nueva planta que acoge el Centro de Desarrollo Rural El Villar, una asociación sin ánimo de lucro creada en 1994 cuya base también son los colegios rurales familiares. Es el único centro de sus características que hay en la provincia de León y uno de los siete de Castilla y León. El Villar forma parte de una red estatal, Coceder, repartidos en nueve autonomías que desarrollan programas comarcales integrales. «Trabajamos con todos los sectores de población: mayores, niños, jóvenes y mujeres y nuestro ámbito abarca la comarca natural del Alto Órbigo, desde Llamas de la Ribera hasta San Cristóbal de la Polantera», explica Fernando Quintanilla, otro de los pioneros. La acción del Centro de Desarrollo Rural irradia a más de veinte pueblos y acción llega, desde distintos frentes, a medio millar de personas, con edades comprendidas entre los tres y los 99 años. «El compromiso con la zona está en la raíz de los colegios familiares rurales y estamos orgullosos de haber introducido cosas nuevas en la comarca y favorecer el contacto entre la gente, lo que favorece a la comarca tanto cultural como económicamente», agrega Quintanilla. Actualmente, El Villar imparte educación de adultos en aulas itinerantes, de lunes a viernes, por los pueblos de San Martín del Camino, Villoria de Órbigo, Turcia (se impartía en Palazuelo hasta que la escuela fue derribada), Antoñán del Valle, Estebánez de la Calzada y Santibáñez de Valdeiglesias. En Hospital de Órbigo el aula de adultos funciona de lunes a viernes. Pueblos a la última El alumnado se nutre sobre todo de personas mayores -más de un centenar el curso pasado- que no sólo tienen oportunidad de reunirse para aprender, sino también de convivir y salir por unas horas del aislamiento que atenaza cada vez más la vida en los pueblos. Pero la labor del CDR no queda ahí. Su reto es que los ciudadanos del medio rural tengan acceso a las mismas oportunidades que se dan en las ciudades. Así que el manejo de las nuevas tecnologías es otra de las actividades impulsadas en la comarca. En colaboración con el Ayuntamiento de Hospital de Órbigo, El Villar abrió en noviembre un aula para el acceso gratuito a Internet, en la planta baja de las escuelas Sierra Pambley. Registra una media diaria de trece personas usuarias. El Centro de Desarrollo Rural da trabajo a una quincena de personas (entre maestros, trabajadores sociales y monitores) a lo largo del año y está reconocido oficialmente, desde el 2005, por la Gerencia de Servicios Sociales por su labor con la población mayor e infantil. Un programa de educación para la salud en el que participan sobre todo mujeres, también itinerante, ofrece gimnasia de mantenimiento y sesiones sobre vida saludable, que abordan desde aspectos como la menopausia al envejecimiento activo y participativo, además de clases prácticas de estimulación para la memoria. También imparte programas de garantía social para jóvenes y cursos de formación e inserción laboral para parados. El taller de carpintería instalado en uno de los edificios de la fundación Sierra Pambley ha fabricado desde los armarios de la biblioteca al carrito que servirá para pasear a los niños y niñas que acuden a la granja escuela. El Villar recibe financiación del 0,52% del Impuesto de la Renta de las Personas Físicas (IRPF), lo que implica que todas las actividades han de estar participadas por entidades y administraciones de la zona. Las juntas vecinales, las asociaciones y los ayuntamientos son los principales colaboradores de este extenso y singular proyecto, que se ha anticipado veinte años al, ahora tan de moda, concepto de desarrollo rural. Pero existe una carencia importante: la falta de dimensión comarcal de las instituciones para apoyar proyectos integrales de desarrollo y de mejora de la calidad de vida en los pueblos. «Hace falta que las mancomunidades de municipios funcionen para algo más que para la recogida de basuras», subraya Fernando Quintanilla desde la experiencia. Cada año, y más después de un período electoral, tiene que volver a empezar con los proyectos, convencer a los ayuntamientos de sus beneficios para la población e intentar sembrar una semilla fundamental: la importancia de desarrollar programas comarcales, «especialmente ahora que se empieza a poner en marcha la ley de la Atención a las Personas con Dependencia», matiza. El Villar cree que la lucha contra la emigración del campo pasa por evitar el rechazo a lo rural, que sólo será posible si mejora la vida en el campo. |||| La escuela de Hospital de Órbigo fundada por Sierra-Pambley comenzó siendo de niños en 1890 y siete años después se amplió a las niñas. Hasta los años veinte, el programa de agricultura se desarrollaba en cinco años y en cuatro a partir de 1917. Para ser admitido en la sección de niños había que tener entre nueve y catorce años y ser naturales de Hospital, Puente de Órbigo, San Pedro de Pegas, Villarejo, Santibáñez, Villares o San Felix de Órbigo. Los niños tenían que superar una prueba de lectura, escritura, doctrina cristiana y las operaciones básicas de aritmética. El criterio de pobreza también se tenía en cuenta. Los alumnos hicieron pruebas con injertos de árboles y viñedos, estudiaban contabilidad agrícola y, bajo la dirección de Tomás Álvarez, maestro que fue alumno de Villablino, realizaron observaciones meteorológicas diarias. Sus resultados fueron utilizados años después por la Confederación Hidrográfica del Duero para realizar estudios sobre la zona. El barómetro, el pluviómetro y el termómetro siguen en una pequeña estación en la huerta. En el origen de la escuelas Sierra-Pambley siempre pesó la idea de que la educación había de servir para el desarrollo primario de las comarcas donde se insertaban. Así, en Villablino se potenciaron desde la escuela agrícola las actividades de la industria ganadera, especialmente las mantequerías y queserías. En Hospital de Órbigo, se introdujeron cultivos como la remolacha azucarera, frutales, hortalizas, maquinaria agrícola económica y fosfatos para nutrir la tierra en compensación por la escasez de estiércol que había en la zona. Tras la larga interrupción de la guerra civil y la dictadura franquista, hace treinta años fueron retomaron estos mismos principios y otros como el cooperativismo y el fomento del asociacionismo por un grupo de maestros que apostaron por el medio rural, en una época en la que el campo era denostado en España. Sus ideas pedagógicas siguen vigentes, pero se han tenido que adaptar a los nuevos tiempos. Ahora las enseñanzas de técnicos de jardinería y viveros son una garantía de empleo para los y las jóvenes que los cursan en el entorno privilegiado de La Campaza. Según el director del colegio Sierra-Pambley, Paco Catalán, el 90% del alumnado encuentra trabajo incluso antes de finalizar el período de prácticas en las empresas. De los doce matriculados en el último curso, diez ya tienen empleo. Se trata de un ciclo formativo de grado medio cuya duración es de dos mil horas repartidas en dos cursos, en los que se estudia y practica la implantación de jardines, conservación, jardinería y arte floral, producción de plantas, agrotecnología, mecanización agraria, control fitosanitario, equipo de trabajo, instalaciones y organización y gestión. Cuenta con 500 metros cuadrados de invernaderos, umbráculos, un aula de informática, con el desarrollo y aprendizaje de los programas informáticos de diseño de jardines, riego y gestión. La finca es servidumbre de paso de un brazo del canal de la comunidad de regantes de Hospital de Órbigo «El Salvador». También ofrece cursos del Plan FIP de la Junta de Castilla y León, de Informática, Floristería e Internet y formación ocupacional en plantas de interior, arte floral, riego, gestión y ocio y tiempo libre. Tras casi treinta años de trabajo en la comarca del Órbigo la cooperativa de enseñantes Helios 82 y la asociación El Villar son considerados, en conjunto, como un modelo de desarrollo rural que se ha anticipado a las nuevas políticas promovidas desde el Ministerio de Agricultura para fijar población en el campo. «No se limitan a impartir unas enseñanzas prácticas, sino que contribuyen a dinamizar la zona de los núcleos rurales de la comarca», subraya Graciliano Palomo, patrono de la fundación, oriundo de Cimanes del Tejar. Los servicios que presta el Centro de Desarrollo Rural El Villar, como las ludotecas itinerantes y la atención a las personas mayores, «dan calidad de vida a la zona y contribuyen a que mucha gente siga viviendo en el medio rural», señala. «Ellos mismos son un ejemplo, porque desde el principio se plantearon la necesidad de vivir cerca y con la población con la que trabajan», subraya el patrono. Por ello, la fundación tiene interés en animar su ardua actividad -«que cambia cada año porque nos tenemos que adaptar»- y está a punto de finalizar las obras de ampliación de la zona de servicios para la granja escuela, el colegio Sierra-Pambley y el centro de desarrollo rural El Villar. Con una inversión de 318.600 euros, se crean nuevas dependencias para la cocina y el comedor. La fundación apoya también el traslado de la granja escuela a la finca La Campaza, aunque para este proyecto -reconoce la gerente, Magdalena Corral- «necesitamos buscar financiación complementaria». Sixto Veledo, Paco Catalán y Fernando Quintanilla, coordinadores de los tres proyectos que confluyen en la herencia del Órbigo de Sierra-Pambley, destacan que el compromiso con la zona era la raíz de los colegios familiares y se mantiene vivo en todas las actividades que desarrollan en la comarca. «De esta forma contribuimos a generar y mantener empleo y población en la comarca», precisa Sixto Veledo. Dedicarse al medio rural, promover la enseñanza cooperativa con la participación de alumnado y familias y que «la actividad no se quede en las aulas y salga desde el pueblo a la comarca» forma parte de los principios de estos maestros que han encontrado en los módulos de formación profesional la manera de llevar a cabo su enseñanza práctica en el siglo XXI. A lo largo del 2006, desarrollaron desde el Centro de Desarrollo Rural un programa de garantía social de operario de carpintería, en el que participaron diez alumnos de entre 16 y 21 años sin titulación académica. También dedicaron un curso de arte floral, de 25 horas de duración, para desempleados y desempleadas, financiado por el Ministerio de Agricultura a través de Coceder. Otros quince alumnos participaron en el curso de carpintero ebanista y artesano, desarrollado entre mayo del 2006 y enero del 2007 y también dirigido a personas paradas. En este caso, el CDR recabó financiación del Fondo Social Europeo a través de Ecyl (Empleo de Castilla y León). Otro curso de torneado de madera, seguido por once alumnos, fue financiado por el Ayuntamiento de Hospital de Órbigo. Con estos programas atienden a muchas personas que ya están fuera del sistema educativo formal.

tracking