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Tras las alambradas D¿Arnage... alguien se tapa los oídos. La magia de «las 24»

Publicado por
León

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|||| La interminable recta de Les Unaudières (parte del trazado normalmente abierto al tráfico y hoy truncada por una chicane), las Esses du Tertre Rouge, la curva de Indianápolis, el Virage D¿Arnage (uno de los pocos enclaves que todavía conservan el encanto de épocas pretéritas), el Puente Dunlop o el Virage Mulsanne... nombres míticos en la historia de las 2 4 Heures, que incluso han dado nombre a modelos de calle y dónde buen número de los 250.000 espectadores de la carrera se apiñan para ver pasar, hora tras hora, a sus ídolos. Todo nos recuerda, a quienes soñamos con la magia del instante, que la de Le Mans viene a ser como la quintaesencia de la competición automovilística. Donde, codo con codo, se dan cita los grandes equipos oficiales de fábrica y los pequeños aficionados que preparan durante todo un año su participación en La Sarthe para, a lo peor lamentablemente, no conseguir rodar más que unas cuentas horas -cuando no «minutos»- hasta que la mecánica, las fuerzas o los elementos... les traicionan. La cara y la cruz. El orto y el ocaso de una aventura que, las más de las veces, puede acabar... antes de empezar. Aunque, por encima de todo, Le Mans ha sido-y lo sigue siendo- la carrera de los grandes duelos... generalmente a dos bandas. Desde aquella primitiva hegemonía de los Bentley en los albores de los años veinte (en 1923 se disputaron las primeras 24 Horas) hasta la 75 edición de 2007, el trazado de La Sarthe se ha convertido en campo de juego para Alfa Romeo contra Bugatti o Talbot, de Jaguar y Mercedes o, sobre todo, de los hegemónicos duelos entre Ferrari y Ford. En la época de los mágicos sixties, cunado Henry pretendió comprarle Il Cavallino al Commendatore Enzo y este, herido en su orgullo -y lo tenía a raudales- le dio una infructuosa -eso también- réplica al MKIV (vulgo GT40) con el, sin duda, más bello biplaza Sport jamás construido: el 330 P4. Con los setenta llegaría el incontestable dominio de Porsche (aquel 917 «cola larga» que sigue ostentando el récord de velocidad, 417 Km/h., en Les Hunaudières... que ya nunca se podrá romper con la chicane). Nada menos que 16 victorias atesoradas en las vitrinas del fabricante de Stuttgart con, eso también, Jacky Ickx al volante. A principios de los noventa una fugaz victoria de Jaguar, la del motor rotativo de Mazda en el 91, los dobletes y tripletes de Peugeot en 92 y 93. Y, con el nuevo siglo, la hegemonía de Audi, sólo rota por Bentley en 2003, y que con los motores diesel, abre nuevos caminos a la tecnología deportiva... contestada por Peugeot, dispuesto a reverdecer laureles a la mínima ocasión que se presente.

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