Peugeot 4007, el león marca territorio SUV
Motor diesel (156 CV), tracción a las cuatro ruedas (si se desea), musculado aspecto de todoterreno... y maneras de deportivo «asfáltico». Con estos mimbres, y por 34.500 euros, Peugeot le invita a apuntarse a la moda SUV
Señas de identidad y filosofía todocamino . Peugeot -y Citroën-, de la mano de Mitsubishi, se apuntan a la corriente SUV que, últimamente, está invadiendo los catálogos de los fabricantes generalistas (los de los especialistas hace ya tiempo que se invadieron). Es la respuesta de los constructores de gran serie al también gran crecimiento que se viene registrando en las ventas de este tipo de vehículos. Si en la década de los ochenta Peugeot ya demostró su experiencia en la producción de vehículos militares de 4x4 (recuerde aquel P4 sobre carrocería Mercedes G), también industriales y de competición (raids), para la puesta en escena del 4007 el fabricante del león -como el chevron de Citroën- ha confiado en otro contrastado especialista: Mitsubishi, que toma coma base el nuevo Outdlander fabricado en Japón. Eso sí, por aquello de no perder identidad alguna, y también por europeizar el concepto nipón, Peugeot adereza su realización con las pinceladas que en los últimos años permiten reconocer, al primer golpe de vista. un producto de la casa: frontal agresivo, se diría conquistado por la inevitable boca de refrigeración -todavía más generosa, si cabe- y un capó específico cuya marcada nervadura central se remata con un emblema tan dimensionado como visible. El personalizado conjunto estético firmado por Peugeot se completa, y complementa, con una apreciable parafernalia SUV en la que, como el lector ya habrá adivinado, no faltan unos abombados aletines en los pasos de rueda, ni la zaga marcada por unos visibles grupos ópticos con, eso también, la guinda de los acabados cromados en el lateral de la carrocería y el marco superior de la placa de matrícula trasera. Así, tanto en el frontal como en la zaga, el 4007 pone de manifiesto su condición de Peugeot. En el interior el fabricante del león se desmarca de las otras dos realizaciones por la adopción de una pintura específica en el salpicadero, en el panelado de las puertas y en las tapicerías. Incluso se cuenta con delicadezas opcionales (para los dos acabados Premium y SportPack) como el sistema de navegación con pantalla en color, que incluye cámara trasera para ayuda al estacionamiento. Muy a la moda, la organización del interiorismo en el 4007 responde a la fórmula «5+2»; es decir, dos banquetitas escamoteables en el piso del maletero, sólo aptas para utilización en trayectos cortos -principalmente por niños- aunque, también es verdad, muy útiles para sacar de un apuro amigable/familiar en, por ejemplo, recorridos vacacionales. Con este par de transportines plegados, y habida cuenta la posibilidad de regulación longitudinal de la banqueta trasera (dotada de un mecanismo eléctrico para plegar cómodamente toda la fila), la capacidad del maletero oscila entre 441 y 510 litros. También el amplio portón trasero rinde culto a la practicidad: se abre en dos partes, con la inferior convertida en miniplataforma capaz para soportar hasta 200 kilos; lo que podrá servirnos a modo de asiento para, por ejemplo, cambiarse de calzado o, lo mejor, ayudarnos en las operaciones de carga y descarga de objetos voluminosos. Motor HDI En el capítulo mecánico, Peugeot se desmarca radicalmente del Mitsubishi Outlander con la adopción -¡cómo no en PSA!- de un tetracilíndrico multiválvulas turbodiesel de rampa común HDI de 2.2 litros que entrega 156 CV (la reciente versión de 170 CV, aunque con un solo turbocompresor) y hace gala de una singular facilidad de conducción por, entre otras cosas, su elevado par (38,8 metros/kilo medidos a 2.000 vueltas) lo que propicia una gran elasticidad, argumento más que interesante en utilización fuera de carretera por mucho que, eso desde luego, nuestro protagonista no sea -ni tiene porqué- un auténtico TT. También este motor HDI incorpora de serie un filtro de partículas FAP, libre de mantenimiento hasta los 180.000 kilómetros. Peugeot ha optado por el cambio manual de 6 velocidades (no se contempla, de momento, caja automática), de agradable tacto y excelente engranado de marchas (firmado por la japonesa Aisin), que se convierte en el complemento para una mecánica -ya se ha dicho- muy progresiva en sus recuperaciones desde los regímenes más bajos. En el capítulo dinámico, Peugeot ha hecho un coche más de asfalto que de tierra, no se olvide la mayoría de SUV casi no pisan polvo en su vida útil, con la adopción de llantas de 18 pulgadas (también existe la opción de llantas de 16 pulgadas, más efectivas en tierra) y de unos tarados de suspensión más firmes, incluso de una dirección menos desmultiplicada que la de su primo-hermano nipón, no tan blandi y más adaptada al gusto europeo de conducción. Consecuencia: el coche ofrece maneras de «deportivo» (dicho sea con todas las reservas... y las comillas), con apoyos homogéneos, sin cambios de trayectoria y sin, lo mejor, excesivos -y molestos- balanceos de la carrocería; lo que, sin duda, agradecerán los ocupantes de las plazas traseras. Una conducción casi de turismo, que le viene de perillas a la filosofía general del fabricante. Y con, además, unas prestaciones más que interesantes para una romana que supera los 1.700 kilos y una longitud de 4,64 metros: 9,9 segundos en aceleración de cero a cien, 200 por hora de punta y un consumo medio de 7,2 litros por cada centenar de kilómetros. Por si fuera poco, en engranado de la tracción 4x4 se efectúa mediante una sencilla rueda giratoria situada en la base de la palanca de cambios. En definitiva, que Peugeot entra por la puerta grande -como Citroën- en el mundillo de los SUV todocamino con una realización bonita en lo estético, muy compensada en lo dinámico y con un precio quizá algo elevado, aunque también hay que tener en cuenta lo completo en su equipamiento de serie.