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El héroe del cerco de Zamora

La historia es injusta con Bellido Dolfos al tratarlo como un traidor al Reino de León, cuando en realidad se infiltró en las líneas castellanas como si fuera un espía moderno

Publicado por
RICARDO CHAO PRIETO | texto ALEJANDRO F. GIRALDO | dibujo
León

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Desde hace siglos, decir Bellido Dolfos ha sido sinónimo de traición e ignominia. Ello es debido a que la escasa información que nos ha llegado sobre este personaje nos ha sido transmitida por los cantares de gesta castellanos (y ojo, que este dato es de suma importancia), y la Crónica Najerense. En dichas obras entre otras cosas se nos cuenta la historia de las luchas entre los hermanos Alfonso VI de León y Sancho I de Castilla (conocido hoy incorrectamente como Sancho II) a la muerte de su padre Fernando I (1037-1065). Tras vencer el castellano, la resistencia leonesa se hizo fuerte en Zamora, una de las principales ciudades del Reino. En ella se encontraba Bellido (o Vellido, que tanto da) Dolfos, quien, en confabulación con Urraca (hermana también de Sancho y Alfonso), tras fingir que abandona la ciudad, se pasa a las filas castellanas, y consigue hacerse amigo de Sancho para después matarlo de forma execrable por la espalda , mientras el egregio monarca se encuentra defecando en un lugar apartado. La muerte de Sancho ocurrió el 7 de octubre de 1072. Gran parte de la historiografía actual, a pesar de que los cantares y la Najerense presentan graves (gravísimos) errores históricos, ha aceptado sin reservas esta tesis, y la ha divulgado con tal éxito que la mayoría de la gente desconoce las demás versiones contenidas en otras crónicas de la época. Sobre la peligrosidad de las «fuentes» castellanas se puede poner un ejemplo muy ilustrativo: en El Cantar del Mío Cid, que todos hemos estudiado en el colegio, se habla de las dos hijas de Rodrigo Díaz de Vivar con los nombres de Doña Elvira y Doña Sol. Sin embargo, sus verdaderos nombres eran Cristina y María, y tuvieron un hermano, Diego, al que jamás se menciona en el Cantar. Errores que se repiten Esto sólo por poner un ejemplo, porque hay docenas de «errores» similares en lo relativo a personajes, anacronismos, etc. La Crónica Najerense, a finales del siglo XII recogió parte de estos u otros cantares populares, por lo que también heredó varios de sus yerros. Y ésta, junto los cantares, a su vez sirvió de fuente a Alfonso X para sus Crónicas, con lo que los errores se convirtieron en «historia oficial» de la Corona de Castilla y, con el tiempo, de España. Añádase el innegable atractivo literario y romántico del Cantar de Mío Cid y del Cantar del Cerco de Zamora, y la leyenda se convierte en esa Historia indiscutible que se enseña hoy en día en nuestras escuelas. Por poner un paralelismo empleado por una amiga, es como si en un futuro lejano los historiadores estudiasen la época actual únicamente a través de la prensa del corazón.  Crónica de Jiménez de Rada Pero, afortunadamente, existen otras crónicas medievales, y algunas están más próximas en el tiempo a los hechos que se narran. Por ejemplo, la Historia de los hechos de España de Rodrigo Jiménez de Rada, aunque es una crónica posterior a la Najerense, cuenta lo acontecido en el cerco de Zamora de una forma totalmente diferente. Veamos el pasaje en el que el de Rada narra este episodio: «Y aparejados los batallones a su mando, [Sancho] atacó la ciudad de Zamora y, luego de rodearla por completo, inició un duro asedio. Pero Arias González, del que he hablado, y los demás asediados se defendían bravamente y el agresor no pudo conseguir lo que pretendía. Mientras se llevaban a cabo los enfrentamientos por uno y otro lado, saliendo de la ciudad un caballero llamado Bellido Ataúlfo, sin pensárselo dos veces atravesó con su lanza al rey que paseaba por el campamento y se volvió a la ciudad con la misma rapidez con que había salido. Mas Rodrigo Díaz el Campeador, llevado por su lealtad al rey muerto, lo persigue al punto y estuvo a pique de darle muerte en las mismas puertas de la ciudad, pero no pudo atajar la velocidad de Bellido. Con la herida perdió el rey Sancho lo que poseía y lo que ambicio­naba, su vida y sus reinos, y surgida una gran confusión en el ejército, se puso fin a la porfía entre asediados y asediadores; y huyendo unos a las claras, otros buscando caminos poco frecuentados, cayeron en las redes de la muerte o del cautiverio» Curiosamente, no se dice una sola palabra acerca de la traición. Es más, Bellido aparece como un osado caballero al que no le importa arriesgar su vida en solitario para atacar al rey enemigo en medio de su campamento. Además conviene remarcar que Jiménez de Rada no puede ser sospechoso de «leonesismo»: fue un importante personaje de la corte de Alfonso I de Castilla (Alfonso VIII según el uso establecido), y en sus escritos se denota su castellanismo, si bien por lo general suele ser un autor bastante objetivo. Escribe su crónica unos años después del Cantar del Mío Cid, por lo que resulta más significativo que no incluya la versión «cidiana» de la muerte de Sancho. Crónica de Lucas de Tuy Un poco anterior en el tiempo, pero también de la primera mitad del siglo XIII, es la Crónica de España de Lucas, obispo de Tuy, conocido por lo general como «El Tudense», que se suele datar en el año 1236. Está escrita en latín, pero el siguiente fragmento pertenece a la edición en castellano del siglo XV que publicó Julio Puyol en 1926: «Mas los çamoranos, no podiendo sofrir el destierro de su señor el rey Alfonso, en ese tiempo porfiaron muy non vencidos, y alçaron sobre sí principe a Arias Gonçalez, que auia criado a essa Vrraca, asi como la noble Urraca auia establecido. Y mientras quel rey Sancho estudiese en essa çerca, salio de essa çibdad vn cauallero de gran osadia, que auia nombre Vellido Arnolfo, que ferio, sin sospecha, de traues a esse rey Sancho con vna lança, el qual rey, llagado con la lança por el pecho, derramó juntamente la vida con la sangre; fuió [huyó] esse cauallero que tan osadamente le ferió, e con arrebatado correr de cauallo se metio en Çamora» Como podemos ver, esta versión es muy similar a la contenida en la Crónica de Jiménez de Rada. A Bellido se le atribuye una «gran osadía», y se dice que hiere «osadamente» a Sancho I. Sigue sin hablarse de su fingida amistad con el rey castellano, ni de su traición posterior. Crónica Silense, la más próxima Pero vayamos más atrás en el tiempo: a continuación veamos un fragmento de la llamada Crónica Silense, que es la más próxima a los hechos que se narran, ya que el cerco de Zamora tuvo lugar en el año 1072, y esta crónica se escribió en torno al año 1115. « Semurenses etenim ea tempestate inmobiles permansere; qui profecto Semurenses, Adefonsi regis presidio muniti, repulsam domini sui non ferentes, misso magne audacie milite, dum circumsederet eos, Sancium regem dolo interfecerunt. Qui nimirum ab eo lancea inopinate ex adverso perfosus, vitam pariter cum sanguine fudit. Idem uero qui eum tam audaciter percussit, sicuti consilium fuerat, cursu rapidissimi equi, apertis portis, ab opidanis incolumis receptus est. Sed interempto rege, tunc cerneres ex tanta audacia, tantaque letitia, dispersio quanta, quantaque tristitia in illo tanto tanque nobili exercitu fuerit» . (Edición de Pérez de Urbel y González Ruiz-Zorrilla, Madrid, 1959) La traducción me la ha realizado muy amablemente D. Maurilio Pérez, catedrático de Latín de la Universidad de León. Margarita Torres, profesora de Historia Medieval de la misma Universidad, ha colaborado con una versión previa, y yo mismo he puesto mis granitos de arena (si hay algún error, la responsabilidad es exclusivamente mía): «Entre tanto, los zamoranos permanecieron inmóviles en medio de aquella tempestad. Sin duda estos zamoranos, cuyas defensas habían sido fortificadas con el auxilio del rey Alfonso, al no soportar la derrota de su señor, mataron mediante la astucia al rey Sancho mientras les asediaba gracias al envío de un caballero de gran audacia. En efecto, el rey, inesperadamente atravesado por la espalda con una lanza por él, perdió la vida junto con su sangre. El mismo que lo abatió tan audazmente, según se había planeado, montado en un rapidísimo caballo fue recibido incólume por los ciudadanos, una vez abiertas las puertas de la ciudad. Y, muerto el rey, hubieras podido ver cuánta dispersión y cuánta tristeza hubo en vez de tanta audacia y tanta alegría en aquel ejército tan grande y tan excelente». Fidelidad al Rey de León Este texto es muy interesante por varias razones: en primer lugar, dice que Alfonso había reforzado las murallas de Zamora, lo que indica que, como Rey de León, era su señor superior, incluso por encima de Urraca, a quien le correspondía el señorío de la ciudad (aunque, por cierto, ni la Crónica Silense ni la de Jiménez de Rada la citan como presente en el cerco). En segundo lugar, que los zamoranos permanecieron fieles a Alfonso (otra posible traducción para « inmobiles » es, precisamente, «fieles»), y que por ello se enfrentaron al usurpador Sancho. Tercero: contra lo que afirma Pérez de Urbel, el cronista simpatiza con Bellido y con los zamoranos: al primero lo califica de «audaz» en dos ocasiones, y está clara la intención irónica cuando el narrador cambia a la segunda persona en la parte final: ese «hubieras podido ver...» parece reflejar una mueca de total ironía por parte del autor ante la desbandada de los asediadores. En estas tres crónicas, el plan urdido por los zamoranos y ejecutado por Bellido tiene toda la apariencia de las acciones de los comandos del siglo XX: el soldado actúa dentro de las líneas enemigas, da un golpe maestro, y regresa sano y salvo a la base. Como se ve, mucho riesgo, y nada de traición: es un caso singular que un asediado salga en solitario al campamento enemigo, y mucho más que consiga acabar con la vida del rey contrario. Con esta acción, Bellido Dolfos consiguió salvar a la ciudad de Zamora del asedio castellano que amenazaba con destruirla, y además dejó el terreno preparado para el regreso del exiliado Alfonso VI, con lo que se recompuso la unidad de la corona leonesa que se había perdido con la división en tres reinos (Galicia/León/Castilla) llevada a cabo por Fernando I.  Está claro que  Bellido tuvo que ser considerado como un héroe en el reino leonés, si bien es comprensible el odio que suscitó entre los castellanos. Pero, como se suele decir, la Historia la escriben los vencedores, y con el paso del tiempo, al final el reino que consiguió imponerse fue Castilla, y con ella, la versión de los hechos que más le interesaba. Lo que ya resulta más difícil de comprender es el auto-odio de los zamoranos en relación a este episodio, aunque probablemente responde al mismo hecho: si la historiografía siempre ha dicho que de Zamora salió un traidor, lo más fácil es creerlo e inventarse toda una serie de romances en los que se trata de «limpiar» la imagen de la ciudad.  Basta con darse una vuelta hoy en día por Zamora para encontrarse restaurantes, hoteles, institutos, etc. dedicados a la memoria del rey Sancho como si de un héroe o mártir se tratase, lo que no deja de parecer curioso, ya que fue el personaje que casi devastó la población. Por poner un paralelismo, sería como si León le dedicase una calle a Almanzor, a pesar de que prácticamente destruyó la ciudad. Se puede rastrear documentalmente la existencia real de Bellido Dolfos: según Margarita Torres, que ha elaborado la entrada dedicada a este personaje para el Nuevo Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, fue señor de amplios territorios en Tierra de Campos, y sobrevivió en varios años los acontecimientos del Cerco, de lo que se deduce que no fue mandado descuartizar como afirman los antihistóricos cantares de gesta. Su hijo fue tenente de  Zamora y de Toro con posterioridad, lo que no parece precisamente un castigo por la supuesta «traición» de su padre. Afortunadamente, para los realmente interesados en estos temas a veces todavía se conservan  fuentes históricas que no han sido tenidas en cuenta, pero que nos permiten  atisbar otros ángulos de la Historia medieval. Y es que, aunque una mentira se repita mil veces, no por ello se convertirá en realidad.