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Citroën C-Crosser, temperamento polivalente

Con el C-Crosser, Citroën entra en el mundo de los SUV «todocamino». Configuración «5+2» plazas, motor HDI (160 CV), cambio manual de 6 velocidades y, cuando se desee, tracción total 4x4. Dos acabados (VTR y Exclusive), con una tarifa que oscil

Publicado por
JAVIER FERNÁNDEZ | texto
León

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Motor elástico, impecable comportamiento dinámico y agradable aspecto estético. Con estos mimbres, la colaboración con los nipones de Mitsubishi y la «clonación» con el primo-hermano 4007, el fabricante del chevron nos propone -llegará en septiembre- su primera incursión en el abigarrado mundillo de los SUV todocamino , un segmento últimamente muy en alza, que cuenta ya con el 8% del total del mercado europeo y donde la mayoría de constructores generalistas tienen ahora bastante que decir... y ofrecer. Eso sí, por mucha clonación que haya, cada marca ha tenido buen cuidado en mantener su propia identidad, incluso ciertas peculiaridades dinámico-prácticas que, en la práctica -valga la redundancia- presenta a nuestro protagonista, el C-Crosser, como un modelo un tanto diferenciado de sus otros dos parientes (entiéndase el mencionado 4007 de Peugeot y el Outlander de «Mitsu»). Si Citroën ha venido potenciando la imagen de su peculiar chevron , que en los últimos tiempos ha tomado mayor protagonismo en los frontales de las realizaciones, esto -más si cabe- es lo que también se aprecia en el C-Crosser: chevrones cromados y con tanto protagonismo y tan alargados en el morro del nuevo todocamino que acaban por enseñorearse de la estética del SUV en cuestión. Aún más, se diría que la profusión de cromados es lo que diferencia estilísticamente al C-Crosser en un intento, ciertamente conseguido, de proponer un evidente aire retro que le viene al dedillo a un coche estéticamente elegante, cuyos grupos ópticos se adentran ostensiblemente hacia las abombadas aletas delanteras. Mientras en la trasera los pilotos con tecnología LED personalizan una zaga cuyo portón se abre en dos partes, la inferior con posibilidades de «plataforma» capaz de soportar hasta 200 kilos de peso, lo que resulta muy útil para alojar cargas voluminosas y hasta para servir de «banco» ocasional. Como cabe suponer en un SUV, la practicidad preside la organización de un habitáculo que responde a la fórmula «5+2», dotado de un par de pequeñas banquetas escamoteables en el piso del maletero (entre 441 y 510 litros según la configuración que convenga en cada momento) y sólo aptas para niños en trayectos cortos, aunque resultan perfectas para sacarnos de más de un apuro «familiar/vacacional». Para motorizar al C-Crosser, Citroën echa mano de un HDI de última generación: el cuatro cilindros turbodiesel de inyección directa (16 válvulas, turbo de geometría variable y filtro de partículas FAP) que entrega unos impecables 160 CV y que, como el lector ya habrá adivinado, se trata de la versión de 170 CV a la que se le ha quitado un turbo. Su alto par (38,8 metros/kilo medidos a sólo 2.000 vueltas) unido al concurso de la conocida -y reconocida- caja manual de 6 marchas, propician un funcionamiento de lo más agradable y con recuperaciones fulgurantes -sobre todo para el peso del vehículo- desde los regímenes más bajos. Eso, y la no menos eficaz tracción 4x4 -firmada por Haldex- y conectable mediante un sencillo mando giratorio situado en la base de la palanca de cambios. Tres posiciones: 2WD (sólo tracción delantera), 4WD (tracción total, con un reparto sobre el eje trasero, según las condiciones de adherencia, entre el 15% y 55%) y 4WD «Lock» (bloqueo del reparto entre cada eje, muy útil para utilización en nieve, barro, arena). En definitiva, que Citroën propone un auténtico todocamino , no «confundir» con un todoterreno puro y duro -tampoco se pretende-, más bien un coche capaz de satisfacer a quienes pretendan, en un momento dado, aventurarse «un poco» fuera del asfalto y cuyo completo equipamiento y cuidada estética, ponen el contrapunto.

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