Diario de León

«El castrismo no va a durar en Cuba; fuera, sí»

La hija de Fidel Castro reflexiona en Madrid sobre la influencia del régimen cubano en varios países americanos

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JULIO CASTRO | texto
León

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Lleva 14 años fuera de Cuba, pero asegura que, cuando crea posible regresar, no va a ser «la primera persona que salga en el primer avión» porque «los lugares no la redimen a una». Alina Fernández (La Habana, 1957), la hija rebelde de Fidel Castro, como ella misma se bautizó en el célebre libro del mismo título, parece sentirse bien en Miami, donde reside, aunque reconoce que el lobby cubano en Florida «tiene mala imagen en el exterior, en parte por la contrapropaganda». Antes, esta periodista que se ha caracterizado por su lucha contra el régimen personalista de su padre y también contra la anorexia, vivió también en Madrid, a donde ha vuelto estos días para participar en la mesa redonda «América Latina sin Castro», dentro del curso de la Fundación FAES «Reinventar Occidente». Y una de las conclusiones de su intervención es que «el castrismo no va a durar en Cuba, pero fuera sí». Fernández no cree que la desaparición del castrismo en su país sea simultánea a la desaparición física de Castro, entre otras cosas porque ahí está su hermano Raúl para ocupar su puesto: «al que dice que no tiene el carisma de Fidel le respondería que no hay que tener carisma para ser un buen administrador, y él lleva 50 años siéndolo». Sin embargo, no le augura mucho futuro al régimen en la isla porque «después de medio siglo en la prehistoria política, tendremos que evolucionar por fuerza...» Propuesta atractiva Otra cosa será en los países a los que se ha exportado la revolución, como Venezuela o Bolivia. «Ahora que no existen dos polos, el hecho de que Estados Unidos y Europa no tengan un proyecto de integración hace que se busquen otras vías. Pero el castrismo no es una tercera vía, sino una propuesta atractiva que propone soluciones a problemas sociales». Soluciones que no terminan de encontrarse, pero es lo mismo, porque este aspecto de la Cuba revolucionaria es lo que «ha enamorado a intelectuales, partidos políticos y a la casi totalidad de la opinión pública». Alina Fernández no oculta sus reproches a Estados Unidos en general y a la política exterior de Bush en particular. «No hay un interés en una solución viable y por eso no existe un proyecto de integración. La política de Bush con Latinoamérica y otras partes del mundo se inscribe en el contexto de la guerra contra el terrorismo, y así va. Si se gasta diez veces más en reforzar los pasos fronterizos con México que en integrar a las personas que se ven obligadas a cruzar la frontera, no hay nada que hacer». No sale mejor parada en este análisis Europa, cuya actitud es, a juicio de la hija de Fidel Castro, «naïf»: «es que parecen empeñados en dialogar con Castro, cosa que Castro no sabe hacer; pretende educarlo en el diálogo, cosa increíble porque si hasta ahora no ha aprendido, ¿cómo va a aprender con 80 años? Por eso hay que preguntarse por qué Europa hace esto. Pues porque pretende ejercer el derecho de pernada que le da sus inversiones en la isla». La ideología de la astucia Fernández considera que todo ello se debe a la astucia de su padre, y de hecho define el castrismo como «la astucia para descubrir las circunstancias críticas y, en el foro adecuado, enunciar un principio aplicable al momento». De esta forma, «sin otro argumento ideológico que el antiamericanismo, ha sido un eje de discusión política en el mundo entero con una gran fuerza diplomática». La ayuda soviética, la proyección exterior del régimen hacia Oriente Próximo y África -antes que hacia América-, el exilio de gran parte de la población y el desmontaje institucional han conseguido, en opinión de la periodista cubana, que su país sea «menos latinoamericano que nunca». Sin embargo, «América Latina tampoco es Cuba» porque «es un continente descontextualizado, una suerte de continente económico y cultural alternativo que continúa indefinido por su alta sensibilidad a los conflictos, tendencias y pareceres de los centros de poder». Por eso, resume Alina Fernández: «si bien América Latina, con la ausencia de Castro, dejará de tener ciertas pesadillas, también pasará a ser un continente sin sueños».

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