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Publicado por
GUILLERMO SOLANA (*)
León

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|||| Van Gogh siempre había pensado que para juzgar una obra particular de un artista era esencial conocer la totalidad de su creación: 'La obra [de Millet] es sobre todo sublime considerada en su conjunto y cada vez se hará más difícil hacerse una idea de ella, a medida que los cuadros se dispersen'. También para su propia pintura deseaba un destino así. A su vuelta del Sur, y gracias a la exposición improvisada en el apartamento parisiense de su hermano, Vincent posee por vez primera, no ya un proyecto de su obra como totalidad sino una impresión real de ella. Y esa impresión gravitará sobre cada una de las pinturas ejecutadas en sus dos últimos meses. Los dos meses en Auvers serán un epílogo al conjunto de su carrera, un epílogo en el cual se hace balance, se revisan las deudas y se reinterpreta la propia trayectoria. La opulencia de los trigales que anuncia lo inminente de la cosecha es una de las imágenes más cargadas simbólicamente y más características del repertorio de Van Gogh. Pero entre los campos pintados por Vincent en Auvers no aparecen ya, como sucedía en Arles y Saint-Rémy, los hombres que los trabajan, los segadores y sembradores, salvo en los bocetos a lápiz de los cuadernos de notas. (...) la tendencia dominante en los campos pintados por Van Gogh en Auvers se orienta hacia un progresivo vaciamiento. Vaciamiento de figuras, de casas, y casi de todo incidente narrativo. A medida que esa tendencia avanza, la expresión se desplaza hacia la misma superficie de la tela, hacia la factura pictórica, que se demora en la textura y el ritmo de las hierbas y las flores, en el oleaje de las espigas. (*) Comisario de la exposición y conservador jefe del Thyssen

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