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La cantera del ecologismo

Chavales de toda España aprenden a defender el medio ambiente en el campamento veraniego de Greenpeace

Publicado por
MANU MEDIAVILLA | texto
León

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«Todo lo que es la-naturaleza-y-eso, me gusta», dice José, un alicantino de 13 años que ha heredado la pasión ecologista de su tío, que «tiene el carné doscientos y pico de Greenpeace». Él también «quiere hacerse socio», y esas ganas de defender el medio ambiente le han hecho ser el chaval más madrugador en el campamento de verano que la organización ecopacifista abrió hace justo 10 años en el término municipal almeriense de Lucainena de las Torres. Bueno..., las ganas, y un aliciente tan divertido como «creo que hoy toca baño de barro»... Como subraya el director del campamento, José Vicente Casañs, se trata de que los chavales llegados de toda España -66 en cada tanda de diez días, agrupados en tres tramos de edad entre 10 y 17 años- continúen su proceso de formación mientras se lo pasan bien. Un equipo de ocho a diez animadores culturales y educadores ambientales ejercen de monitores, y su misión con los adolescentes no es nada fácil: ayudarles a disfrutar de su tiempo de vacaciones, motivarles para que adquieran o refuercen su conciencia ambiental, y «aterrizar sus sueños» en sus primeros proyectos ecologistas. Porque el campamento almeriense de Greenpeace reserva a las chicas y chicos un gran protagonismo, con un programa abierto de «Jóvenes en acción» que escogen un tema propio de trabajo ambiental. Por ejemplo, la deforestación como agravante del cambio climático, que les hizo lanzar un proyecto de sensibilización entre la población de Lucainena. Para ello organizaron un cine de verano en el pueblo con la película «Una verdad incómoda» y, después, un teatrillo en el que recogieron firmas para pedir al Ayuntamiento un plan de reforestación en el que se deberían plantar dos mil árboles al año durante los próximos veinte. Nómadas del planeta Corresponde a los monitores encauzar esos sueños juveniles, no sólo a la hora de saber mostrar los problemas a la gente, sino para ser capaces de sacar adelante cada proyecto. Como apunta Casañs, «los chavales tienen que trabajar con presupuesto» y saber gestionar sus recursos -sus ingresos en «ecogreens», la moneda del campamento, provienen del precio simbólico que cobran por las tareas que realizan- para poder tener los materiales con los que llevar sus ideas a la práctica. Así, remacha, «ven el paralelismo con el trabajo de Greenpeace y cómo se lleva una campaña». El hilo conductor de todas las actividades es la conciencia de ser «nómadas del planeta» que están de paso y que, por tanto, deben minimizar su «huella ecológica» para que la Tierra pueda regenerarse tras ese impacto ambiental. De lo contrario, será un auténtico «pisotón» que dejará sin futuro a quienes vengan detrás. Varias jornadas temáticas seguirán ese rastro ecológico en el clima, el mar o el agua, primero para entender cómo ha evolucionado en el tiempo, después para analizar sus consecuencias, y finalmente para plantear posibles soluciones. Riqueza cultural y vital Casañs señala el ejemplo de Almería como un símbolo para los chavales, que pueden conocer sobre el terreno cómo esa provincia andaluza, que se hizo famosa como escenario desértico de películas del Oeste, «no fue siempre así, y tuvo encinas hasta el siglo XX, cuando la industria del hierro deforestó la zona». En el manantial El Marchal, destino de una de las excursiones habituales desde el campamento, un milenario algarrobo oficia de testigo de ese pasado arbolado. Otras salidas sirven para descubrir «un atardecer en el desierto» lleno de riquezas culturales y vitales, desde un acueducto árabe a una puesta de sol, desde un pueblo a una planta solar, pasando por un Parque Natural como el cercano de Cabo de Gata-Níjar. Pero también «malos ejemplos de gestión ambiental», como el hotel ilegal pendiente de demolición en la playa de El Algarrobico, como los impactos ambientales en Carboneras de su térmica, cementera y desaladora, o como los ya casi omnipresentes campos de golf. Hay excursiones para todos los gustos, a pie o en bici, de ida y vuelta en el día o pasando la noche fuera para llegar a parques, paisajes y centros de interpretación de la naturaleza más lejanos. Hay intercambios de experiencias y esfuerzos con otras organizaciones ecologistas, como la ONG Sunseed (Semillas Solares), que lleva 20 años desarrollando tecnología de energía solar en desiertos africanos. Y no faltan testimonios directos de activistas de Greenpeace, que acuden al campamento para explicar sus campañas pacíficas, la realidad cotidiana de sus grupos locales y sus propuestas de solución a problemas ambientales. Diversión y formación están, pues, aseguradas. Y prueba de ello es que Isabel y Sara, de 14 y 13 años respectivamente, repiten este año porque «en el anterior lo pasamos muy bien y aprendimos mucho». Y que Miguel, un granadino de 12 años que vive en Cádiz, no quería perderse la ocasión después de que «mi hermano ya estuvo el año pasado» y salió encantado. Y que José, que también venía con estupendas referencias --la hija de una amiga de su madre disfrutó mucho en el campamento de 2006--, se lamenta por anticipado de que «el año que viene no podré venir, porque mi madre me quiere mandar a Inglaterra».

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