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Los ricos también lloran

Un estudio manifiesta que nuestra sociedad está sumida en una cinta en la que corremos para conseguir más dinero, un mejor salario o una casa mayor, aunque sabemos objetivamente que eso supone tan sólo un 1% de la felicidad

ANDY RAIN

Publicado por
AROA PÉREZ | TEXTO
León

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La sabiduría popular señala que el dinero no da la felicidad, aunque ayude. Pero la ciencia ha venido a demostrarlo. «La felicidad no está ligada a la inteligencia, tampoco al dinero, ni siquiera a los estados de salud. Está relacionada con la percepción de la realidad, con estar abierto a los demás», asegura Carmelo Vázquez, catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid. Y es que el dinero no parece proporcionar más que quebraderos de cabeza a los que más tienen. Durante los últimos años se han realizado diversos estudios para descubrir la verdad científica de la felicidad. Uno de los más curiosos consistió en enviar un cuestionario sobre bienestar a las 50 personas más ricas de Estados Unidos según la revista Forbes. Los resultados no dejaron lugar a dudas. Un 40% de los mutimillonarios eran menos felices que sus compatriotas y todos aseguraban que el dinero no les aportaba alegría. Una conclusión similar a la que se obtuvo del estudio del nivel de prosperidad de 22 ganadores de lotería frente a otras tantas de personas corrientes. Aunque se desconoce qué factores influyen en el estado de felicidad, la genética condiciona casi la mitad de ésta. «Una de las claves para la buena vida es disfrutar de unos buenos padres. Aunque no sabemos qué factores juegan exactamente en el control del 'bienestar subjetivo', el componente genético supone un 40 o 50% de nuestra felicidad». Una emoción de la que «tenemos creencias inconscientes, que nos llevan a tomar decisiones vitales importantes», según indica el psicólogo Gonzalo Hervás. Paradójicamente, este especialista en depresión apunta que la relación entre ser rico y feliz «es comparable a la de estar calvo con la marca de zapatos». A partir de ahí, «cualquiera de nosotros puede ser igual de feliz que Alicia Koplowitz». De su misma opinión es el catedrático en Psicopatología Carmelo Vázquez, quien sostiene que nuestra sociedad está sumida en una cinta en la que corremos para conseguir más dinero, un mejor salario o una casa mayor, aunque «sabemos objetivamente que eso supone tan sólo un 1% de la felicidad». Satisfacción vital Existen datos equilibrados entre el nivel de ingresos y la satisfacción vital que apenas indican diferencias entre ganar mil euros al mes frente a treinta mil. «No es tanto lo que ganas, -señala Hervás- sino si te parece que ésta bien». Una necesidad social que nos hace desear ganar algo más que las personas que nos rodean. «No se trata de cobrar mucho dinero, sólo más que nuestro cuñado», bromea el especialista. La identificación de riqueza con felicidad es una de las consecuencias de la sociedad consumista y la «dictadura» del estatus social. Este experto en psicología positiva asegura que es irreal hablar de anticonsumismo, pero sí apostar «por un consumo sostenible y ético». Otra de sus propuestas es la comenzar a estudiar el bienestar de un país a través de un Índice de Desarrollo Humano que conjugue el Producto Interior Bruto -PIB- con la esperanza de vida y el nivel educativo, un ejemplo seguido por el pequeño país de Bután que cuenta con su propio Índice de Felicidad Nacional. Los estudios indican que «nos hace más felices emplear dinero en experiencias que en objetos» y que esto no impide que los ricos también sufran. «Si quieres ser feliz una hora duerme una siesta», señala una viñeta que circula por Internet, «si quieres serlo toda tu vida, aprende a amar lo que haces». Dos buenos ejemplos de que los ricos también tienen problemas son Pete Doherty y Paris Hilton. Él, un famoso cantante de rock, podría haberlo tenido todo, pero sus escarceos con las drogas le han llevado por el camino equivocado, mientras que ella, la joven heredera de una cuantiosa fortuna de la cadena hotelera Hilton, ha pasado recientemente un mes en prisión debido a una de sus muchas cuestiones legales. Fue condenada por conducir su lujoso cohe bajo los efectos del alcohol.

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