«No podemos hacer de administrativos, de contables y de ganaderos al mismo tiempo»

|||| La familia de Joaquín Rodríguez Hidalgo es una de las grandes apuestas siempre que se hable de caballos. No en vano poseen entre todos 45 cabezas de potro hispano bretón y han participado en la feria del municipio desde hace diez años. «Recordamos con nostalgia los inicios, no éramos ni aprendices de ganaderos», dicen sonrientes el cabeza de familia y su mujer, Albina Rubio. Los caballos, dicen estos expertos, además de caracterizarse por su estereotipada lealtad, belleza y fuerza, tienen una serie de rasgos particulares que aseguran una carne de calidad. «Dan muy pocos problemas y casi nunca enferman, y cuando lo hacen, se mueren», afirma Albina Rubio. Asimismo, añaden que no requieren grandes cuidados, aunque recomiendan cuidar en extremo el refugio y la alimentación. «Nosotros los llevamos a una nave cercana cuando las condiciones del tiempo no permiten al animal que paste adecuadamente», asegura. Como entendedores, consumen con frecuencia esta variedad y no entienden por qué la gente tiene tantas reticencias a comer carne de caballo. «Creo que no es tanto por su determinado sabor, como por la existencia de un tabú cultural muy arraigado», comenta Joaquín Rodríguez. Las ayudas que reciben de la Administración son constantes en el tiempo, pero escasas, según ellos mismos nos cuentan. «Recibimos 120 euros anuales por ejemplar por ser un animal en peligro de extinción», dice este ganadero, «pero ya que nos quedamos fuera de la Política Agraria Común por exceder el número de reses, deberían aumentar un poco la ayuda», sostiene. « Es un trabajo poco reconocido y se nos exije que además de cuidar a los animales, seamos contables, administradores y promotores», concluye.