Diario de León

Fantasmas de barro en un pueblo abandonado

El escultor Alejandro Santiago ha decidido «repoblar» con 2.501 estatuas de barro la comunidad donde nació, abandonada después de que todos sus vecinos emigraran a Estados Unidos

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LAURA G. DE ARTAZA | texto
León

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El escultor mexicano Alejandro Santiago decidió «repoblar» con 2.501 estatuas de barro la comunidad donde nació después de que, tras 34 años de ausencia, se encontrara con «un pueblo fantasma» del que cientos de vecinos se marcharon a EE.UU. Santiago, de 43 años, comenzó hace seis años la original propuesta artística, con la que quiere «reactivar la atención sobre el fenómeno» de la inmigración y resaltar «la historia suspendida de los pueblos fantasma», explicó en una entrevista. Estos emigrantes «son gente que se va y abandona todo su mundo, en mi pueblo Teococuilco, en Oaxaca, en muchos pueblos de México, en todo el mundo. Es un fenómeno universal», añadió Santiago. La cifra no es un capricho del artista: 2.000 son las personas que calcula intentaron cruzar la frontera el día que él mismo lo intentó; 500, las familias que estima se fueron de su pueblo, y uno, porque «siempre habrá un inmigrante más», explicó. Santiago regresó a su natal Teococuilco a finales de los años noventa para encontrar que ya no estaban sus amigos, familiares y paisanos de la infancia porque cruzaron ilegalmente a Estados Unidos en busca de una vida mejor. Esa peligrosa travesía la intenta cada año medio millón de mexicanos tentados por el «sueño americano». «No hay familia que no tenga un familiar en Estados Unidos», dijo al recordar el impacto que le causó ver las calles de Teococuilco vacías. En aquel momento decidió vivir él mismo la experiencia de cruzar sin papeles la frontera para reflejarlo en su obra y «conocer la sensación de ser inmigrante». Con la ayuda de dos «coyotes» (traficantes de indocumentados) pasó con visa y pasaporte falsos de Tijuana a Otay Mesa (California), donde un coche le esperaba para llevarle a otra población «más segura». Antes de ser deportado Santiago buscó financiación para su proyecto en EE.UU. La Fundación Rockefeller es una de las organizaciones que se ha interesado en la iniciativa, en la que trabajan otras 35 personas y cuya conclusión está prevista en septiembre para que las estatuas sean exhibidas en el Fórum de las Culturas de Monterrey, norte del país, que también está financiando el proyecto. Allí se reunirán por primera vez las 2.501 figuras de barro que representan «simbólicamente a una comunidad», con hombres, mujeres y niños. Las estatuas están construidas a tamaño real, su peso varía entre los 30 y los 90 kilos, y no hay dos iguales. «Cada pieza tiene su propia personalidad», agregó Santiago, quien las ha decorado con rasgos distintos. Por ejemplo, sobre algunos cuerpos ha puesto Vírgenes de la Guadalupe (patrona de México), nombres de esposas o novias e incluso «rasgos de la muerte» porque la aventura del emigrante «es un paso incierto e irreal», en el que no todos logran alcanzar un futuro mejor. «La mayoría consigue reunir un dinero pero luego vuelven a México y se lo gastan en una cantina, así que se quedan en la misma condición que cuando se fueron», explicó el artista. Además, para enfatizar la singularidad de los inmigrantes las estatuas tienen distintos colores, como rojos y ocres (el color de la tierra), azules (del río) o verdes, «porque muchos se alistan en la Armada para conseguir la visa». «La idea es lograr que ellas mismas cuenten su propia historia y que ésta llegue a la gente y le invite a una reflexión», añadió. En México «mucha gente emigra a los Estados Unidos para mejorar, y esa cadena enlaza a los que están allá con los que están acá, unos van jalando a otros y dejan pueblos fantasmas, como el mío», dijo el autor. El destino final de las figuras será Teococuilco, donde los habitantes del pueblo le ayudarán a colocar cada pieza «en su lugar».

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