Un chico de barrio con devoción por su abuelo
Antonio José Puerta Pérez nació el 26 de noviembre de 1984, en el barrio de Nervión, muy cerca del estadio donde triunfaría y se derrumbaría dos décadas después, el Ramón Sánchez Pizjuán. Como él mismo decía, heredó de su abuelo materno, Antonio Pérez Pérez, fundador de la peña sevillista Al Relente, una de las más antiguas de la ciudad hispalense, «su pasión por estos colores». Sin embargo, su padre jugó en el Triana Balompié, filial del Betis, con el apelativo de Añoño, en los años sesenta. Pero a él le tiró más su devoción por su abuelo, lo que le había inculcado el «abuelito Pérez», como le llamaba cuando era niño, que no le pudo ver triunfar, pero al que le dedicó algunos de sus goles, señalando al cielo. Una vecina recuerda que cuando tenía apenas cinco años quería ser torero y su madre le vestía con el traje. Pero muy pronto se decantó por el fútbol. Cuando aún era un chaval y jugaba en el Piscinas Sevilla, el Betis quiso ficharle, pero finalmente los ojeadores sevillistas le captaron. A partir de ahí su ascenso fue fulgurante hasta convertirse en el jugador talismán del Sevilla. Sevillista de cuna, el niño de Nervión que simbolizaba como ningún otro la rebeldía del Sevilla contra su propia historia es ya una leyenda, pese a haber jugado sólo 88 partidos oficiales con el Sevilla, en los que marcó siete goles.