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Grandes tesoros con tres siglos de historia

La capital británica inaugura a mediados de este mes una exposición que recoge una colección de todo tipo de objetos que los miembros de la Sociedad de Anticuarios han ido recopilando desde su creación en el año 1707

Publicado por
JOAQUÍN RÁBAGO | texto
León

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Una exposición que se inaugura el 15 de septiembre en la capital británica para celebrar el tricentenario de la Sociedad de Anticuarios presenta artefactos y tesoros de todo tipo reunidos por sus miembros, muchos de ellos apasionados coleccionistas, a lo largo de los tres últimos siglos. La Sociedad de Anticuarios tiene su origen en los clubes -esa institución típicamente inglesa- que surgieron como hongos en el siglo XVIII por todo el país y que estaban dedicados a las actividades más diversas: desde la filosofía hasta la ingeniería o la astronomía. Sus miembros solían reunirse en pubs y tabernas, donde celebraban con frecuencia acalorados debates. Y en una taberna, la Bear Tavern, en el Strand -una céntrica calle de esta capital-, tres ciudadanos fundaron en el 1707, año de la unión de Inglaterra y Escocia, la Sociedad de Anticuarios de Londres. Preocupados por la destrucción de antigüedades en la disolución de los monasterios en el siglo XVI y luego por la guerra civil del siglo siguiente, los anticuarios se propusieron el estudio y registro sistemáticos de los monumentos históricos, así como la investigación de manuscritos, heráldica y genealogía. Las primeras minutas de la Sociedad así como una curiosa máquina de votar que utilizaban sus socios pueden verse en la exposición, organizada bajo el título de «Haciendo Historia: Anticuarios en Gran Bretaña, 1707-2007», por la Royal Academy of Arts, y que estará abierta al público hasta el día 2 de diciembre. La Sociedad de Anticuarios comenzó siendo un club de sólo caballeros con un número de miembros limitado en un principio a cien, pero fue luego evolucionando y en la actualidad cuenta con más de 2.500 socios, muchos de ellos especialistas de distintas disciplinas científicas. Las mujeres no fueron admitidas hasta 1911, pero desde entonces han tenido una presencia activa en la institución hasta el punto de que dos de ellas llegaron a presidentas, Joan Evans, experta en arte románico, y Rosemary Cramp, autoridad en arqueología anglosajona. Entre los miembros más conocidos por su papel en la historia del arte puede citarse a William Morris, el fundador del movimiento de Arts and Crafts en el siglo XIX, que luchó por la protección de los antiguos edificios y contribuyó al «revival» del arte gótico en este país. Los anticuarios fueron además los primeros en coleccionar retratos, entre ellos los de los reyes ingleses desde Enrique VI hasta María Tudor, antes de que se fundase la Galería Nacional de Retrato, o esculturas, antes de que se inaugurara el Museo Británico. Desde su fundación, la asociación ha figurado en la vanguardia de las investigaciones arqueológicas y del estudio de los monumentos y artefactos históricos de todo el Reino Unido. Muchos de esos objetos se muestran en la exposición, entre ellos un relicario con esmaltes de Limoges destinado a conservar una reliquia de santo Tomás Beckett, el inventario de las propiedades de Enrique VIII o un rollo genealógico que trata de demostrar la descendencia directa de Enrique VI desde Adán y Eva a través de Noé. Hay pinturas de iglesias y catedrales, así como vistas de monumentos megalíticos, especialmente del más famoso de todos, Stonehenge, pero también de otros dólmenes como los que pintó con cierto toque que hoy se nos antoja casi surrealista un tal Richard Tongue, quien se presentaba a sí mismo como «pintor de megalitos». El paciente trabajo documental de los anticuarios, de tanta importancia para la reconstrucción histórica antes de la invención de la fotografía, puede apreciarse en los dibujos de excavaciones o de tumbas abiertas con su contenido óseo de quienes fueron en vida reyes u obispos. Y para que no olvidemos que este es un país que sabe siempre, pese a todo, reirse de sí mismo, se han incluido también caricaturas sobre la sociedad y sus actividades de algunos de los más geniales cultivadores de ese género como Thomas Rowlandson o George Cruikshank.

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