Citroën C-Crosser, el chevron interpreta la filosofía «todocamino»
Eficaz motor HDI (156 CV), cambio manual de 6 marchas, tracción «a la carta» y estética 4x4. El chevron se apunta a la moda SUV, con un eficaz «todocamino» cuya tarifa oscila entre 34.500 y 38.400 euros.
Citroën se apunta a la moda SUV. Con los nipones de Mitsubishi como compañeros de viaje y el respaldo motorístico de PSA, el C-Crosser se presenta como un eficaz todocamino «clónico» del Outlander y del Peugeot 4007 lo que, lejos de restarle importancia, potencia las «colaboraciones puntuales» habitualmente propugnadas por el consorcio automovilístico galo que, dicho sea de paso, le han venido dando excelentes resultados sin necesidad de atarse de por vida a estructuras externas. El C-Crosser, como sus primos-hermanos Outlander y 4007, se produce en la factoría nipona de «Mitsu» con, eso también, la particularidad de confiar -¡sólo faltaba!- en una mecánica tan contrastada -y querida por PSA- como el 2.2 HDI de 156 CV (160 CV según la diferente fórmula de conversión de kilowatios) que adoptan los dos hermanos galos mientras, tampoco es ningún secreto, el modelo japonés se motoriza con el 2.0 TDI (140 CV) firmado por Volkswagen. Hecha la salvedad productiva, que permite a PSA asegurarse un importante ahorro de tiempo -y dinero- en el desarrollo de un nuevo automóvil para -eso también- un volumen de ventas bastante alejado de los parámetros que habitualmente manejan los fabricantes generalistas. Así que, la operación puede calificarse de perfecta, máxime porque PSA confía su primera experiencia SUV a uno de los más reputados fabricantes mundiales de 4x4. Musculado -sin estridencias-, generoso en su altura libre al suelo y con el chevron adueñándose de la práctica totalidad del frontal, el aspecto estético del C-Crosser manifiesta claramente su condición de SUV todocamino , máxime si nos fijamos en las llantas de 18 pulgadas (más aptas para el asfalto que para la tierra, aunque también se contemplan las llantas de 16 pulgadas). En el interior, muy bien resuelto ergonómicamente aunque quizá le sobren algunos plásticos , los asientos sujetan perfectamente, los mandos caen a la mano y, en una suerte de combinación con la filosofía monovolumen (salvando las distancias, claro está), la posición elevada de la que disfruta el conductor -especialmente útil fura de carretera- le permitirá controlar perfectamente las situaciones de la conducción y, desde luego, de la generalidad del tránsito. Así, la confortabilidad de uso es una de las bazas que juega nuestro protagonista. La otra es la posibilidad de ocupar, por niños, los dos asientos escamoteables de la tercera fila. Es verdad que no se trata de dos «auténticas» plazas en el sentido estricto del término, pero también lo es que resultan útiles para recorridos vacacionalmente cortos, que «ahí» están y que, lo mejor, no restan espacio alguno a la zona de carga cuando se encuentran perfectamente plegados en el fondo del maletero. Un maletero más que generoso y que, además, cuenta con la guinda de la fila central de asientos deslizante y con el portón dividido horizontalmente en dos partes, la inferior a modo de plataforma -incluso «asiento»- que permitirá un perfecto acceso, incluso para estibar bultos de grandes dimensiones. Además de un comportamiento off road digno de su filosofía SUV, incluso se diría que sorprendente para lo refinado de su aspecto, la conducción del C-Crosser en asflato se asemeja más a la de un turismo que a la de un todocamino , en el sentido de que el coche no balancea aparatosamente -todo lo contrario-, con apoyos y trayectorias impecables y con un tren delantero que «entra» por donde su conductor le indica. La dirección, los frenos y el tacto general del vehículo no tiene -ya se ha dicho- nada que envidiar al de un auténtico turismo. Como tantas veces en PSA, máxime cuando se trata de motores HDI, la mecánica se convierte en el mejor aliado: el solvente 2.2 HDI (160 CV), que ahora «pierde» su condición de biturbo, mueve con autoridad la envergadura del C-Crosser, mientras su alto par (38,8 metros/kilo medidos a sólo 2.000 vueltas) y la caja manual de 6 velocidades propician un comportamiento singularmente elástico, con recuperaciones instantáneas desde los regímenes más bajos. Es decir, un comportamiento fácil y cómodo que se agradece especialmente cuando se abordan recorridos por zonas de campo; siempre, bien entendido, teniendo presente su condición de todocamino , nunca de TT, que no lo es... ni tiene porqué. Con un motor elástico, impecable comportamiento dinámico (también fuera del asfalto), agradable aspecto estético y un habitáculo bien resuelto y con capacidad «5+2», el C-Crosser se muestra como un vehículo más que apetecible.