OBRAS EXPLÍCITAS
Cuando el arte se llama seducción
La exposición sobre las manifestaciones artísticas del sexo desde la antigüedad ha provocado una enorme polémica en el Reino Unido
El escritor norteamericano Robert Greene en su libro El arte de la seducción mostraba hasta catorce tipos distintos de seductores, entre otros los que él calificaba de «sirena, libertino, carismático o natural». En realidad el libro era una guía en la que se mostraban paso a paso las artimañas para lograr la imposición de un individuo sobre otro. Del mismo modo que hubo dudas y críticas sobre la seriedad del libro de Greene, en los últimos días han surgido en Inglaterra grandes dudas sobre la seriedad y la corrección política (pero siempre es corrección moral) de una exposición de arte que se inauguró esta semana en el Barbican Centre de Londres y que se recrea, ahonda y exalta la actividad sexual no como acto para procrear, sino como fuente de placer, algo tan antiguo como la religión o la muerte. Por lo tanto no extraña que esta exposición, titulada Seducidos: arte y sexo desde la Antigüedad hasta ahora , haya despertado tanto debate (pero siempre es un debate mórbido) en una sociedad protestante, acostumbrada a ocultar las facetas más básicas y orgánicas del hombre, como son copular, defecar, menstruar o eructar. Los conservadores del Barbican Centre han arrojado más leña al fuego al asegurar que la intención de la exposición es provocar la obsesión sexual. «Queremos que Londres y los londinenses sólo piensen en sexo durante los próximos tres meses». El director artístico del Barbican, Graham Sheffield, era más diplomático cuando confirmaba a los medios de comunicación que «Scotland Yard ha revisado la exposición y se ha mostrado relajada». Procedencias diversas La exposición reúne unas trescientas obras que cubren un período de dos milenios y que incluyen estatuas romanas, manuscritos indios, pinturas renacentistas y barrocas, acuarelas chinas, grabados japoneses, fotografías eróticas del siglo XIX y arte contemporáneo en distintos soportes, como la fotografía y el vídeo. Hasta aquí muy bien, pero cuando uno profundiza en las obras mostradas se sorprende de que Scotland Yard (la mayoría de los mandos son masones y miembros del establishment británico) se hayan mostrado «relajados» ante algunas obras allí expuestas. Por ejemplo, las fotografías fetichistas de Robert Mapplethorpe, la diapositiva de Nan Goldin de un hombre eyaculando mientras copula con su pareja homosexual, incluso una ilustración de un manuscrito árabe del siglo XVIII en la que se ve a diez hombres en una orgía gay. Las obras realizadas por mujeres no están bien representadas, aunque destaca un cuadro de Lavinia Fontana (1552-1614) titulado Minerva vistiéndose . Además se pueden ver miniaturas eróticas indias, ilustraciones de manuscritos iraníes del siglo XIX y dibujos japoneses. A los conservadores de la exposición no les falta la gracia. La profesora Bernstein indicaba que algunos de los libros miniaturas con dibujos eróticos son muy apropiados, ya que caben en una mano, «dejando la otra libre». La última parte de la exposición pasa por unos 7.000 dibujos de desnudos de Rodin, Schiele, Klimt y Picasso, de quien se muestra un lienzo de 1903 procedente del Metropolitan Museum of Art de Nueva York y que muestra a una muchacha de espaldas practicando el sexo oral sobre el artista. Otra obra que ha dejado «relajada» a Scotland Yard (es comprensible) es el vídeo de la artista británica K. R. Buxey, en el que durante cuarenta minutos se ve su cara mientras practica sexo oral con el Réquiem de Fauré como fondo musical. Esto es arte, o porno, o las dos cosas, o quizás es el nombre de la decepción, la seducción.