LA SEMANA INTERNACIONAL
Pulso latinoamericano
|||| América Latina afronta un momento decisivo para su historia. Sus dirigentes mantienen diversas tensiones, pero es una realidad que el crecimiento económico sostenido del 5% en los últimos meses garantiza una riqueza que tiene que ser bien repartida. La Cumbre Iberoamericana de Chile pasará a la historia por decidir medidas concretas contra la pobreza extrema, la miseria, la falta de oportunidades, la marginación y exclusión de millones de personas que ponen en grave peligro la democracia en América Latina. Los dirigentes políticos son conscientes de que su credibilidad entre los ciudadanos depende en gran medida de su capacidad de cumplir las promesas electorales, de realizar una gestión eficaz y de huir de la corrupción histórica que ha provocado el hundimiento de partidos políticos tradicionales y ha abierto la puerta a populismos imprevisibles. Es el caso del presidente venezolano, Hugo Chávez, quien está utilizando los resortes democráticos para construir una Constitución a su medida con apellidos grandilocuentes como revolucionaria y bolivariana; y ahora, socialista, desvelando sus verdaderas pretensiones políticas de recoger el testigo de Fidel Castro como líder en América Latina frente a la influencia de Estados Unidos. Pero hay una enorme diferencia entre Chávez y Castro: el petróleo. El presidente venezolano tiene una fuente abundante de dólares que le permite llegar a Santiago de Chile y utilizar la reunión de jefes de Estado y de Gobierno iberoamericanos como si fuera el salón de su casa de campo para dar un repaso a todos los que le incomodan. Estados Unidos, la patronal española CEOE, Aznar, los presidentes de Brasil y Argentina sufrieron los dardos afilados de un dirigente político imbuido de soberbia y altanería que pretende imponer su criterio. Chávez tiene en las calles de Caracas la oposición de los estudiantes a su proyecto totalitario y en la Cumbre Iberoamericana encontró el pulso de los latinoamericanos que no están dispuestos a ceder a sus bravuconadas y que deben responder resolviendo los problemas acuciantes de los ciudadanos aplicando una serie de medidas como, por ejemplo, un sistema de cohesión social, una reforma fiscal que permita un mejor reparto de la riqueza o fortaleciendo las instituciones democráticas y las políticas públicas. Ya es hora de acabar con la pobreza para evitar que la democracia se escurra por un bolsillo roto o un estómago vacío. Hay recursos y voluntad para hacerlo.