Lafuente sueña con su nueva colección
La leonesa María Lafuente se inspira en la obra del diseñador gráfico Escher para crear su nueva colección para el verano del 2008. Los dibujos serigrafiados en sus telas con cortes de patrones arquitectónicos conviven con la parte más liviana
Todo requiere una segunda mirada en la nueva colección de María Lafuente para el verano del 2008. La primera que se proyecta hacia el exterior y aquella que se dirige hacia adentro y que registra sólo una parte de lo que pasa por nuestra cabeza. Obtener una visión integrada del mundo es sobretodo un reto que se mueve más allá de los sueños y de la consciencia, pero que pone en escena el infinito frente a lo limitado, el que toda apariencia de lo real tenga su contrapartida y resonancia. La alternativa de «soñar tu vida o hacer de tu vida un sueño» esta abierta pero no es ingenua en sus consecuencias. El resultado, en este caso, refleja el gusto por el dibujo a través de la creación de juegos visuales que nacen de la realidad del objeto representado. A ello, se suma un concepto intuitivo de las formas y la fascinación de un mundo irreal. La sencillez de los motivos que configuran el imaginario visual, el esfuerzo por entender los mínimos detalles de lo que nos rodea, y el cruce de los mundos del sueño y vigilia, se traducen tanto en la neutralidad del blanco y los crudos como en los estampados en oro y plata. En muchos casos, las prendas son estampadas y serigrafiadas artesanalmente. Los motivos trabajan con la simetría y la repetición en la continuidad del plano. Bajo la inspiración del pintor Escher, los diseños exploran lo onírico con combinaciones de líneas que se transforman gradualmente en formas totalmente diferentes a la realidad: representaciones de peces en magenta y metálico junto a figuras regulares y geométricas; paisajes naturales distorsionados en el reflejo del agua; espirales y esferas que adquieren la proyección tridimensional en la estructura acabada del cuerpo de la modelo. Las siluetas cubren el cruce de mundos que va desde la simplicidad aparente de las formas que acarician la piel con sedas y muselinas, hasta las estructuras regulares y geométricas que la nobleza del lino y algodón aportan por sí mismas y a través de la superposición de volúmenes.