«Una socialdemocracia de rostro maya»
La desigualdad, la pobreza y la corrupción reciben a un Colom lleno de buenos propósitos por conseguir la unidad del país
En su día, el 14 de enero durante la investidura, Álvaro Colom expresó su declaración de intenciones para estos cuatro años de legislatura. El líder de la Unidad Nacional de la Esperanza, llenó de esperanzas las ansias de una nación por salir adelante -una encuesta publicada una semana antes de la formación del nuevo Gobierno revelaba que el 47% de los más de trece millones de guatemaltecos confía en que las cosas cambiarán para mejor- y desmarcarse de esas cifras que le sitúan en el tercer país con más asesinatos de América Latina, 47 asesinatos por cada 100.000 habitantes, según el último informe del Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Con la entrada de Colom, Guatemala se despide de la derecha conservadora que ha gobernado el país durante 20 años y da la bienvenida, según el dirigente -el primero en denominarse el «presidente de los pobres»- a «una socialdemocracia con rostro maya». Sus promesas se prolongaron durante la ceremonia de investidura con una retahíla de buenos propósitos, que bien podrían encajar con los entusiasmos infundados de sus homólogos populistas: Chávez en Venezuela, Ortega en Nicaragua y compañía. «Hoy empieza el privilegio de los pobres, de los sin oportunidades», «Vamos a luchar por la unidad del país y los pueblos indígenas», entre otras muchas frases bonitas. Para acallar este tipo de críticas, especificó que lo suyo será un modelo propio y novedoso, que en poco o en nada se parecerá a las izquierdas de estos gobiernos bolivarianos. Y que tendrá como ejemplos a seguir al Chile de Bachelet, el Brasil de Lula Da Silva o la España de Zapatero, a los que considera «progresistas, modernos y democráticos». Sin embargo, el contexto de estos países es muy distinto al de la Guatemala de Colom, donde la desigualdad es la causa de todos sus males. Una desigualdad que, en primer lugar, enmascara la pobreza, en segundo, disminuye la capacidad de su reducción, y en tercer puesto, alimenta la corrupción. La lucha sin tregua a las mafias y el crimen organizado, junto con el esfuerzo por reducir la pobreza es la base de este gobierno en su objetivo por una sociedad de iguales. Si el nuevo Gobierno consigue sacar al país del círculo cerrado «desigualdad, pobreza y corrupción», lograría cumplir la doble hipótesis de Tocqueville de que la igualdad promueve el desarrollo económico y es la pasión democrática por excelencia. Así, sí. Sólo de este modo, Álvaro Colom lograría su ansiada socialdemocracia. Y para que tenga el rostro maya se ha propuesto trabajar por la eliminación de la discriminación: «Una guerra que todavía tiene heridas sangrando». Que solo se cerrarán en el momento en que se haya cazado a los responsables del genocidio maya, cometido en Guatemala entre 1961 y 1996, que causó más de 250.000 víctimas. En esta lucha, deberá, además, facilitar el trabajo de la Comisión Internacional contra la Impunidad -formada por un equipo de 150 especialistas- nombrada por la ONU por dos años, cuyo primer cometido será reinventar la justicia.