Bragança, una ciudad hermana que se abre a Europa
|||| La mejora de las comunicaciones es una de las asignaturas pendientes del proceso de modernización de Bragança. La ciudad, de 30.000 habitantes, es la capital del distrito de Bragança, que agrupa a doce municipios y más de 140 núcleos de población. No es la capital oficial de Trás os Montes, pero sí la capital de facto . Y Bragança se ha preparado concienzudamente para asumir el proceso de urbanización de esta esquina del noreste luso, donde se repite una tendencia global: el éxodo del campo a la ciudad. Tiene hospital, teatro municipal, conservatorio, biblioteca y centro cultural, acaba de abrir tres museos y un centro de arte contemporáneo en obras. Cuenta también con un «campus» universitario que acoge a seis mil estudiantes en carreras de grado medio, aunque aspira a tener universidad propia. Y con un aeródromo que aspira a ser aeropuerto regional en breve. Y hasta construye una nueva catedral. Para Bragança tener unas buenas comunicaciones es crucial porque gran parte de su actividad empresarial está dedicada a la exportación de castañas, pero también porque confía en sus atractivos turísticos como una fuente de prosperidad económica en los tiempos que corren. Por eso, la nueva Bragança lucha por sacar partido a su larga historia y al patrimonio monumental que conserva con primor. El castillo del siglo XV es su principal seña de identidad, el punto de partida de un paseo por la historia de Portugal en el recinto amurallado de la Citadela, que culmina en la Casa del Agua o Domus Municipalis, el único monumento civil que se conoce del románico y atraviesa las tradiciones populares más ancestrales en el Museo Ibérico de la Máscara, un proyecto realizado en cooperación con la Diputación y el Ayuntamiento de Zamora. Su situación como centro del Parque Natural de Montesinhos es otro de sus valores. El programa Polis ha transformado uno de sus ejes más importantes, el río Fervença, bajo la mirada de la sostenibilidad y la puesta en valor del medio ambiente con una senda que une la parte alta y baja de la ciudad. Acaba de estrenar un museo de la ciencia en un edificioautosuficiente energéticamente y que pone al alcance de cualquiera los misterios de la ciencia de una manera amena y divertida. A su lado, en un viejo molino la casa de la seda muestra y pone en valor la tradición textil con este delicado tejido que llegó a la ciudad en el siglo XVIII. Bragança ofrece además delicias gastronómicas: cocido a la transmontana, embutidos como la alheira, cabrito de Montesihno, posta a Mirandesa, caza, vinos de la región y variados dulces.