La comunidad portuguesa en España y León
El portugués ha sido uno de los pueblos europeos más proclives a salir de sus fronteras nacionales durante el transcurso del último siglo, junto a los italianos o irlandeses o asimismo comparable, entre los españoles, a los gallegos o canarios. Como auténtica «diáspora» se ha definido tal intensidad de salida al exterior, casi siempre definitiva, a lo largo de diferentes periodos a partir de 1930. Entre 1960-1980 es cuando se produce la principal llegada de inmigrantes portugueses a España y León. Aunque recientemente su presencia se ha reducido en los últimos años y se ha estabilizado en torno a los 50.000, después de ser durante hasta 1970 la primera comunidad de inmigrantes en España o entre las primeras hasta el año 2000 -todavía en 1999 era la cuarta- para situarse ahora por debajo de ciertas comunidades latinoamericanas y africanas e incluso de algunas europeas comunitarias, después de los últimos procesos de regularización extraordinaria y empadronamiento generalizado de extranjeros. En su periplo, las rutas de la emigración portuguesa hacia Europa y de paso en España se originan en el Norte y Centro de Portugal. Hoy la presencia de portugueses inmigrantes en España es la más veterana de todas, caracterizada, a diferencia de otros nacionales de Europa Occidental, como inmigración básicamente económica, que se sitúa ya en los años 1960 y 1970 en ocupaciones laborales diversas como la agricultura temporera, la minería, la construcción o el servicio doméstico y hostelero. Han sido así los primeros inmigrantes trabajadores en la España actual. Una inmigración de tipo económico, combinada con una minoría de marginados de etnia gitana -portugueses trashumantes chabolistas desde hace tiempo en Madrid u otras ciudades- y con otra, de muy distinto signo, de técnicos y directivos de empresas. Estos tres subtipos nos muestran a la vez la complejidad de la comunidad inmigrante de origen portugués en España, que ha fluctuado según la contracción de la demanda laboral española y las propias limitaciones y frenos a la inmigración anteriores a la revolución de 1974, produciéndose también el fenómeno de la entrada irregular o clandestina en años anteriores -el fenómeno del contrabando de personas era notorio en torno a la Raya-. Por otro lado, la distribución de las decenas de miles de portugueses residentes en España muestra cómo si hacia 1950 estaba restringida a las áreas vecinas de la frontera, sobre todo en el Sur de Galicia y Huelva, se extiende en los años 1970 a las provincias asturiana, leonesa y vascas, además de Madrid, para repartirse últimamente por ciertas provincias mediterráneas, en especial Barcelona, y las mismas regiones insulares, completándose de hecho su difusión por todo el territorio español y acercándose cada vez más al modelo de distribución geográfica de la inmigración en España, que tiene como destino principal las grandes ciudades y el litoral mediterráneo -que en este caso se sustituye todavía por la zona de la raya fronteriza-. Básicamente, el diferencial salarial y la oferta laboral han atraído a la mayor parte de estos inmigrantes para desempeñar trabajos en explotaciones extractivas -de carbón en el Oeste de la provincia de León, de pizarra en Orense y León-, explotaciones ganaderas y agrarias en el Sur de Galicia, en el servicio doméstico en Madrid, en la hostelería en localidades mediterráneas e insulares. Si a ello se suman las actividades del peonaje temporero agrario -en valle del Ebro, valles de Extremadura y en Huelva- y de la construcción, que se ha convertido en el principal destino de miles de inmigrantes de ida y vuelta cada semana, se constata que la comunidad portuguesa está presente, sin ninguna preferencia, en cualquier rama de la producción. Los rasgos demográficos de esta comunidad han ido variando a lo largo del tiempo. Si en principio, la primera oleada de inmigrantes era básicamente de varones y jóvenes que se fueron acoplando a sus destinos y entornos, en ocasiones mediante matrimonio con españoles o reagrupándose familias con vivienda en propiedad y un proyecto de no retorno a Portugal, como es el caso de muchos de los asentados en León, al paso del tiempo, se refuerza con la aportación de inmigración femenina a la vez que se produce el consiguiente envejecimiento de la primera generación de inmigrantes, repuesta la pirámide poblacional más bien por sus hijos que por nuevas entradas, que se han visto mermadas en los últimos años. De modo que en la actualidad la estructura de sexos está equilibrada, dominando las edades de adultos jóvenes de 30 a 45 años. De la misma manera, los rasgos sociales en cuanto a educación mostraban una llegada de personas sin estudios o estudios primarios, que ha cambiado con el tiempo y hay ya una gama más representativa de todos los niveles, tanto por los cambios producidos en el acceso al sistema educativo portugués como en la integración generalizada de los hijos de inmigrantes al sistema español. Igualmente el grado de integración es elevado en general entre los inmigrantes portugueses, en especial los llegados hace tiempo, como también los residentes en las cuencas mineras y los trabajadores cualificados y técnicos en áreas urbanas. En la comunidad portuguesa se constata así una caracterización diferente a la del resto de países europeos comunitarios como, por supuesto, a la de los países no desarrollados entre la inmigración asentada en España. Se trata, en suma, de una migración con ciertos rasgos propios. De un lado, la migración portuguesa es sobre todo de tipo económico, de personas procedentes sobre todo del mundo rural, no cualificadas laboralmente, en busca de ocupaciones muy diferentes y que en años atrás era en parte migración no regularizada, lo que la asemejaba a la de los países no desarrollados. De otro lado, estamos ante una comunidad muy integrada generalmente, facilitado por su vecindad geográfica, cultural y lingüística, con reagrupamientos familiares consolidados e incluso con presencia de familias formadas a partir de matrimonios mixtos y con un proyecto de residencia más prolongado y estable, y desde hace algún tiempo toda ella regularizada, es decir, en sintonía con la migración comunitaria y si cabe con unos niveles de integración aún mayor. Es de resaltar sobre todo el alto grado de integración de esta comunidad en la sociedad española, en general bastante satisfactorio aunque en un mayor grado en las áreas fronterizas y las cuencas mineras leonesas y menor grado en las áreas urbanas. De esta distinción cabe señalar la observación realizada por diversos estudios que hemos llevado a cabo sobre la inmigración en el medio minero de León. La característica esencial del grupo portugués es su relativa estabilidad, basada en el empleo de cierta calificación que aporta un salario garante de un modo de vida y de una jubilación de cierto nivel, junto a un acceso más fácil a vivienda propia y a la integración escolar de los propios hijos. El problema ha venido posteriormente, cuando ha surgido la reconversión minera con la consiguiente aceleración de jubilaciones anticipadas y dificultades de futuro profesional para los hijos en las mismas localidades mineras, por lo que se asiste a un nuevo ciclo migratorio, pero no tanto de regreso a Portugal como sobre todo a las ciudades leonesas u otras españolas, al igual que el resto de residentes españoles y caboverdianos en esas mismas áreas. En este análisis es preciso reseñar el Programa Hispano-Luso de Acción Educativa y Cultural, iniciado en centros escolares de León desde 1987 y en continua extensión desde entonces por todos los lugares donde hay una cierta población portuguesa que lo demande, que alcanza en la actualidad a un centenar de centros de enseñanza primaria y algunos centros de secundaria del Norte de España y Madrid, prestando atención cada curso escolar a unos miles de estudiantes portugueses junto a sus compañeros españoles y caboverdianos. Su ejecución ha sido excelente para posibilitar la integración a través del reconocimiento de la multiculturalidad y la formación en Lengua, Literatura y Cultura Portuguesa, si bien ha permitido en consecuencia una adaptación e integración superior a la que presentan sus familiares adultos. En todo caso, si en su objetivo ha sido este programa un instrumento idóneo para la integración escolar, su ampliación a los cursos para adultos, la puesta a punto en los colegios de Clubes de Portugués de tipo intercultural, así como la posibilidad de conexión en los domicilios con el canal internacional de la televisión portuguesa, ha facilitado en los últimos años la comunicación y aprendizaje de la lengua portuguesa frente a la utilización por los mismos inmigrantes del portuñol o mezcla de su lengua de origen y el español. Es perceptible, por otro lado, que el dominio de la lengua materna a nivel hablado es en general bastante bueno, mientras que es menor el del lenguaje leído y sobre todo el uso del lenguaje escrito entre los portugueses adultos en España. En definitiva, el número de portugueses inmigrantes en España y León ha pasado a ser de una proporción cada vez menor con respecto al conjunto de comunidades extranjeras y mantiene una presencia más diluida que en años atrás, en que estaba concentrada en ciertas localidades mineras y ciertos sectores de algunas ciudades, pero sigue siendo a todas luces de las más destacables, aunque, en contrapartida, viene siendo cada vez más notoria y creciente la presencia de las empresas y de los productos portugueses en el ámbito español. Es así como nuestros dos pueblos se interrelacionan en el marco europeo y poco a poco se difuminan los recelos de viejos vecinos.