De nieta de la Faraona a baronesa
Una nueva biografía no autorizada analiza la irresistible ascensión de Carmen Cervera
Su abuela fue una mujer alta, guapa y bien plantada que en el pueblo navarro de Los Arcos era conocida por un sobrenombre que más tarde haría mundialmente famoso Lola Flores. La abuela materna de Tita Cervera no llegó a casarse con un aristócrata ni ostentó título alguno. Ni falta que le hizo porque ella era para todo el mundo la Faraona. Siempre en el ojo del huracán, la señora Thyssen vuelve a ser noticia esta semana al publicarse una biografía titulada Carmen Cervera. La Baronesa. En ella, los periodistas Teo Lozano y Goya Ruiz desvelan algunos aspectos inéditos de la atribulada vida de una mujer que comenzó como actriz de destape y acabó convertida, primero en mujer de Tarzán, y más tarde en esposa de un magnate dueño de una de las colecciones privadas de arte más importantes del mundo. Todo comenzó en Barcelona, un Viernes Santo... el 23 de abril de 1943, cuando la madre de Tita Cervera resbaló y aquel pequeño accidente aceleró el parto. La niña nació con la cabeza abollada, pero dura de mollera. «Soy Tauro y por lo tanto, cabezota», le gusta advertir a la baronesa. «Ella decía que su padre era ingeniero. Pero no es cierto. Era mecánico. Tenía un tallercito de reparación de coches en el centro de Barcelona y completaba los ingresos arreglando radios y televisores en casa», cuenta la autora del libro. «Un primo con el que hemos hablado nos describe aquella casa casi como un almacén». Según sus biógráfos, Tita llegó a inventarse un abuelo «marqués de Valladolid, cuando en realidad era un pobre jornalero que emigró a Argentina y volvió a España diciendo que había dejado allí un terrenico». La verdadera patrona de la familia era su abuela navarra, Sabina, la Faraona. «Tita siempre la quiso mucho, de ahí que una de sus gemelas adoptadas lleve su nombre», explica Goya Ruiz. Los padres se separaron cuando ella tenía sólo cinco años. Desde entonces, el timón de su vida lo llevó su madre, quien la animó a presentarse a Miss España, o más tarde, a pedirle un autógrafo en un avión a Lex Barker. Paola Santoni siempre ha dicho que a Tita se la educó para que fuera el más bello jarrón en los más bellos salones», recuerda la autora del libro. Pero no todo fue un camino de rosas. En el libro se descubren aspectos inéditos de su personalidad, como «su tendencia a ser morosa a la hora de pagar; tal como nos han relatado arquitectos y técnicos que han realizado reformas en su casa», o su afición a «recurrir a las agencias de detectives». Pero lo verdaderamente sorprendente para los autores es «la enorme similitud entre las biografías de Tita y de su nuera, Blanca Cuesta. A Tita también la investigaron en su día. La hija del barón, Francesca, recurrió a la misma agencia que lleva ahora el caso de Madeleine, la niña desaparecida. Quería saber cómo se había enriquecido la baronesa desde su boda con el barón y también aspectos de su vida íntima que pudieran comprometerla. En esos informes ya aparecía Javier Báñez. Y lo mismo ha hecho ahora Carmen con Blanca», dice Goya Ruiz. «Hasta el haber posado en publicaciones eróticas las une. Porque a Tita le sentó fatal el topless de Blanca en Interviú , pero también ella posó ligera de ropa en su día. «Yo creo -concluye la autora- que Tita detesta de ese modo a Blanca Cuesta porque ella es un espejo en que le resulta incómodo mirarse».