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MÁXIMO SOTO CALVO | TEXTO
León

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Absorto como estaba ante el ordenador, hasta el melódico sonar de su móvil le causó sobresalto. Apartando la vista del monitor, tomó el teléfono y formuló la palabra mágica: -¡Diga!- Al pronto creyó reconocer la inesperada voz dicente: «Mario, ¿cómo estás?» La modulación era amable y hasta cariñosa¿ pero¿ -Bien. - pronunció como respuesta fácil, antes de inquirir: -¿Eres Roberto, de la Junta Mayor, verdad?- «Si, si, soy yo». A lo que siguió un suave carraspeo. Sin duda, el gesto, le servía a Roberto más para serenar las ideas que para suavizar la garganta. «Necesito hablar contigo». La voz de Roberto se mostraba ahora firme y segura. -Pues¿ tú dirás- Respondió. Invitándole así a continuar. «Por teléfono no. Preferiría en persona. ¿Tomamos un café por el Burgo?»¿ -No va a poder ser, estoy fuera de León. - Lo cual, aun siendo cierto, no sirvió como disculpa, como pronto pudo comprobar. «Entonces, sin rodeos, te digo: Necesito de tu colaboración para esta Semana Santa, Mario». Hizo una breve pausa, y continuó. «Faltan apenas ocho días y se nos ha «descolgado» el pregonero. Una sorpresiva enfermedad le impide venir» -¡Qué cosas me propones¿ a un humilde papón! No es ése mi lugar- «Sí lo es, y puedes sacarme¿sacarnos de este entuerto. Y precisamente por papón, y no humilde, sino experto, buen leonés, y amante de lo nuestro». El cántico a sus convicciones leonesas le resultaba halagador. Y no lo percibía como un edulcorante de la petición, sino para recordarle su compromiso con lo leonés. De modo que, sin querer comprometerse, le dijo: -Llámame mañana. Te aseguro que lo pensaré.- «Así lo haré¿ y recuerda, el compromiso no es conmigo, plenamente lo es con nuestra Semana Santa. Adiós.» Pasado el estupor primero, aunque poco convencido, empezó a madurar un esbozo de guión que resultara aceptable y no demasiado comprometido. ¡Discrepaba en tantas cosas! En verdad tenía libros, revistas, y hasta recortes de prensa de mucho tiempo atrás donde poder afianzarse. Mas, lo suyo sería ir sobre lo elemental y popular, así nadie le podría reprochar de inconsecuente o de advenedizo. Por ello, de modo especial, se propuso exprimir el valor de los años vividos. Lo observado y experimentado desde su óptica de componente del pueblo llano, y de papón convencido. Durante la noche, un tanto insomne, rememoró vivencias de la niñez y juventud en torno a esos días de vacación. Jornadas de plena dedicación a la Semana de Pasión, precedida de la inacabable Cuaresma, con aquellos ejercicios espirituales por imperativo eclesial que marcaban una época. El equilibrio, como en la balanza, siempre debería haber estado en el fiel medio. La fe, como elemento catalizador preciso para internarse en la práctica de una religión, la cristiana en nuestro caso, no se puede imponer, y más cuando lo que ésta predica es amor. Aunque de éste, demasiadas veces, pretendamos usar tan sólo lo poético. A la mañana siguiente, más relajado, empezó pergeñando retazos de lo que podría ser una plática al uso. Lo plasmaba a lapicero sobre unas hojas recicladas, destacando conceptos, ideas y algunos adornos florales como: Me gustaría saber pulsar las cuerdas que hacen vibrar los sentimientos¿hacer aflorar el hondo penar que, sobre las andas de la recia tradición, lleva nuestra Semana Santa Cada procesión, es una manifestación religiosa de dolor que se ha venido incardinando en la cultura leonesa, en el comportamiento de los leoneses, con señas de identidad propia¿ que ha ido de lo repetitivo a la costumbre, cual eslabón básico para acceder a la tradición, e instalarse como compromiso socio-religioso¿ A media mañana sonó el teléfono. Comprobó el número, era el de Roberto. ¡Qué prisa tiene!, rezongó, antes de contestar con cierta sequedad: -Dime, Roberto. - «Perdona, Mario, estoy nervioso, el tiempo apremia y necesito la respuesta.» Había un trasfondo de temor en la voz al añadir: «¿Me puedes adelantar algo?» -Estoy en ello... (Creyó percibir el suspiro de alivio de Roberto)¿ precisamente ahora estaba empezando a poner en orden los apuntes ante el ordenador. Sin embargo he de decirte que agradezco que te hayas acordado de mí, pero me inquieta la petición. Mi capacidad para solucionarte el problema no está en el ánimo, en la buena voluntad, más bien está en mi preparación para elaborar y decir un pregón. Compréndelo. No puedo ni dejarte mal, ni ¡permitirme un fracaso!-. «Confiamos plenamente en ti¿. Lo harás muy bien», añadió como para estimularle y cerrar toda negativa. «Te espero para comer el propio lunes, si es que no vienes antes» -De acuerdo, nos llamamos¿ ¡Ah!, recuerda Roberto, yo soy en muchos aspectos muy crítico con el tema procesional de los últimos tiempos, no vaya a ser que coloque algunos inconvenientes¿ «Lo sé¿tranquilo, hasta entonces». En tanto cerraba el teléfono, se preguntó: ¿Por qué no ha de poder ser pregonero, alguna vez, un sencillo papón en vez de un gran personaje? Pura autoestima es eso, se contestó y con cierta inquietud empezó a escribir: Reflexiones para un pregón. Las Procesiones de Semana Santa en la capital leonesa¿ El drama de la Pasión, fragmentado, a retazos, como secuencias fijas, que el pueblo empezó a sacar a la calle portadas a hombros sobre toscas «andas», sin duda eran remedo de las que se desarrollaban en los claustros monacales: San Claudio, Santo Domingo, Descalzos¿ Lo que empezó siendo expresión de fervor religioso, recuerdo y especialmente penitencia; por mor del dinámico evolucionar del pueblo se ha ido transformando en expresión estética, con la intervención cuidada del arte escultórico, más el componente de boato que gustamos dar a aquello de lo que nos consideramos artífices. Ciertamente que el hermano cofrade, nominado en León con rotunda sonoridad: papón , acopla su generoso hombro al «brazo» del «paso», livianamente almohadillado, que Jesús, el Crucificado, no tuvo, y sin duda no buscó, para protegerse del desgarrador roce del madero de la cruz. El paso vacilante de Jesús, bajo ése peso, cargado de la incomprensión humana, cuando no del escarnio, debe ser ejemplo y guía a tener en cuenta a la hora portar las andas. El sesgo alternativo, en vaivén, de uno a otro pie, como forma respetuosa de progresar, ha venido siendo una seña de identidad acorde con el sentimiento leonés. El suave y reverente mecido puede ser la única licencia permisible. Lo demás, lo saltarín, perdonadme, sobra¿pues choca, cuando menos, con nuestra sobriedad costumbrista. Dejó de teclear. Con el borrador en la mano se levantó, e inició una serie de cortos paseos por la habitación. Imaginariamente se veía ante el atril del orador, en el «escenario», teniendo junto a él a las autoridades, Abades y dirigentes de Hermandades y Cofradías. Y ante sí, al gran público leonés. De celebrarse este acto en el local de los primeros pregones, valdría anecdóticamente aquello de: Este salón de nuestra Caja de Ahorros, hoy Caja España, en Santa Nonia, se asienta sobre lo que fue una antigua estación de autobuses, a la que, precisamente, llegaban nuestros paisanos de la provincia, más para participar, que para ver las procesiones, allá cuando apenas eran tres, de negro luto, las Cofradías de la capital leonesa¿ Sentándose de nuevo, volvió a la escritura. Le preocupaba sobre manera lo que aún faltaba por decir, pues, de ningún modo deseaba que sonara a reprimenda o reconvención. Escribió: Transcurrían las procesiones, antaño casi todas, hoy muchas de ellas, por calles de tortuoso trazado, tan antiguas como la propia ciudad, que añaden una dificultad más al esfuerzo del bracero. Especialmente a partir del momento en que las escuetas y planas andas, se han ido sustituyendo por otras mayores, escalonadas para realzar las imágenes o grupos escultóricos, que me resisto a calificar de «tronos». Añoro los años de sencillez en andas e imágenes, la sobriedad de la marcha, en especial por calles recoletas que invitaban a participar, comprender y meditar a los leoneses. El esfuerzo «paponil» de la puja, mezcla cada vez más de tradición¿ y religiosidad, es un arte. Nos preocupamos que lo sea, y así lo transmitimos. Pero en lo que nunca debemos caer es el juego de la exhibición, que prime lo teatral sobre la representación iconográfica dolorosa de lo que fue el Gran Drama del Hijo de Dios, que portamos. Hoy «vendemos», bajo el crematístico manto de lo turístico, nuestras procesiones, las clásicas, y las que ha traído la atrevida eclosión de Cofradías, que reclaman su espacio. Hay profusión de pasos, con ornamentación floral humanamente ostentosa, que choca con la humildad de quien dio ejemplo bien distinto. Hizo una nueva pausa. Impostando la voz leyó lo que restaba en el borrador, cual si ya fuera el pregonero oficial. Del breve ensayo coligió dos cosas: había que suavizar lo escrito, y, sin cursilería, modular el ritmo. Seguidamente transcribió: El espectador, es principalmente eso, espectador. Lejos queda aquel público que aportaba recogimiento y fervor. El del dainos, (palabra de las hablas leonesas) por ejemplo, sencillo y comprometido. Espectador, pero activo en la fe. Hoy el gran público no vibra ante el drama, se queda en lo estético. No reza, aplaude el esfuerzo de una puja exageradamente basculante y musicalizada. Alborozadamente pide espectáculo¿ Hacer saltar las imágenes que nos deben retrotraer al dolor, es tan contraproducente como ilógico. Y nuestra cultura leonesa, de sobria dignidad, aun con la evolución lógica de los tiempos, mal, muy mal, lo puede asumir. Mucho me temo que de las dos constantes: religiosidad y tradición, en la Semana Santa leonesa, se esté trastocando el orden prioritario, y la tradición esté pasando a ocupar un primer plano como razón o conveniencia para ser papón. Llegada que ha sido la hora¿ la de la reflexión profunda sobre el comportamiento cofrade¿ me atrevo a proponeros, queridas hermanas y hermanos papones, con la mirada puesta en el ayer histórico, aunque sin aferrarnos a él, pero también sin rechazos, ir en pos de la puridad de nuestro procesionar penitencial, sabiendo portar la verdad del inmutable drama de la Pasión 1397518451 El reloj despertador emitió un sonoro aviso, eran las seis y media del Viernes Santo. Mario, abriendo los ojos, soltó un suspiro de alivio. ¡Todo había sido un sueño! El negro hábito, colgado de una percha ante él, venía a colocarle ante «su realidad»: ¡Era papón y bracero!... Mas, la esencia de lo «soñado» permanecería indeleble en su interiores de leonés comprometido.

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