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Ser papá viene cada vez rodeado en más formatos

Entre pruebas de paternidad, fecundaciones in vitro, inyecciones intracitoplasmáticas, fertilización artificial, inseminaciones homólogas, heterólogas, anónimas, selectivas y post mortem, lo de ser papá se complica

Publicado por
ALONSO DE CONTRERAS | texto
León

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La complejidad y la ironía que rodean al hecho de que San José sea el patrón de los padres, festividad que se celebró este miércoles, 19 de marzo, en muchos países, no son nada comparadas con la complicación en los formatos de papá que han surgido con la genética y la reproducción asistida. Entre las pruebas de paternidad, las fecundaciones in vitro, las inyecciones intracitoplasmáticas, la fertilización artificial, las inseminaciones homólogas, las heterólogas, las anónimas, las selectivas y las post mortem, además de la clonación, la fisión gemelar y la partenogénesis, y sin tener en cuenta la crisis mundial en la producción espermática, lo de ser papá va de mal en peor. De hecho, el futuro parece marcado por la manipulación de células madre, pero cada vez tienen menos importancia las células padre, que antes eran imprescindibles excepto en ciertos casos bíblicos. Primero fue el caso de Louise Joy Brown, el primer bebé probeta, que nació, el 25 de julio de 1978, en Inglaterra: con ella pasó a la historia la necesidad ineludible de que el papá cumpliera con su primer deber de padre, el de la cópula. Aquella primera fecundación in vitro trajo sus versiones jurídicas y emocionales: fecundación homóloga, si el semen provenía del compañero, y heteróloga, si era de un donante distinto. Lógicamente, poco tardaron en aparecer los bancos de semen, en los que el papá pasaba a ser no ya un desconocido -lo que es común desde los nietos de Adán-, sino un mero número de inventario en una etiqueta pegada a un frasco. Fecundación homologada Una consecuencia de la fecundación homóloga son los casos de inseminación artificial con semen procedente del compañero ya fallecido, post mortem, situación normalmente traída de la mano del amor, pero en algunos casos llevada a patadas con el derecho hereditario. En los últimos años ha aparecido una nueva modalidad, la fecundación artificial selectiva: el análisis de ADN de los espermatozoides permite seleccionar a aquellos que producirán hijos con ciertas características o sin ellas, lo que se denomina criba genética . En los casos en que los espermatozoides tengan una motilidad reducida -lo que es cada vez más común, según los médicos- se recurre a la inyección intracitoplasmática, eligiendo uno solo entre los perezosos flagelados e inyectando artificialmente su cabeza en el óvulo. Con esta técnica se puede incluso prescindir por primera vez de los verdaderos espermatozoides de papá: en su lugar, se puede extraer el material genético de células espermáticas e inyectarlo en el óvulo. Hasta aquí, las cosas se han puesto difíciles para los papás, pero aún son más o menos necesarios. Lo grave viene con la clonación. En la clonación -en su versión sencilla- se extrae el material genético de un ovocito de, por ejemplo, la madre de la oveja Dolly, y, ya vacío, se le inyecta el ADN extraído de una célula de la glándula mamaria de la misma mamá de Dolly. Pariente de Dolly Luego se implanta en el útero de la ya mencionada pariente de Dolly, o de cualquier otra hembra bovina, y a los 150 días nace Dolly sin papá, y siendo -genéticamente- mamá de ella misma. El caso es que Dolly fue la primera oveja que nació sin que su madre conociera carnero o, como mínimo, recibiera con jeringa el semen de uno o un óvulo tradicional ya fecundado. La ciencia se encarga también de informar a quienes se creen papás de que, en realidad, no lo son. En la víspera de este San José, celebrado el pasado miércoles, se hizo pública la estadística de una empresa de biotecnología española en la que se destaca que el 25 por ciento de las pruebas de paternidad dan la razón a los papás que sospechan que no lo son. Equilibrio hormonal Pero si la ciencia no acaba terminando con el Día del Padre, lo puede hacer más sigilosamente la contaminación y, concretamente, la abundancia cada vez mayor de lo que los científicos llaman disruptores endocrinos, es decir, unas sustancias que alteran el equilibrio hormonal. En 1992, el doctor Niels Skakkebaek publicó en el British Medical Journal un estudio que demostraba que la cantidad media de espermatozoides que producía el varón humano había disminuido en un 45 por ciento en solo cincuenta años. En su estudio, ratificado luego por numerosos colegas suyos, subrayaba también que el volumen medio de semen en cada eyaculación había caído en un 25 por ciento en el mismo periodo, por lo que la cantidad total de espermatozoides dispuestos a llegar hasta el Día del Padre es, en la actualidad, y por cada hombre, el 50 por ciento de lo que era mediados del siglo pasado. En una reciente reunión del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente, un equipo médico informó de la gravedad que supone la contaminación por los restos no metabolizados de las píldoras anticonceptivas. Según estos científicos, las hormonas artificiales de la famosa píldora, acumuladas en el medioambiente, pueden estar provocando un adelanto de la pubertad femenina y un aumento de la infertilidad masculina, o, lo que es lo mismo, menos candidatos a tener un Feliz Día del Padre.