Diario de León

«Para el trabajo humanitario no hay escuelas en Europa»

Javier Fernández Feliz | El berciano que desde hace seis años trabaja en la sección belga de Médicos Sin Fronteras desarrolla su última misión en las fronteras de Congo para atajar la violencia sexual a mujeres inmigrantes

Publicado por
A. GAITERO | texto
León

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Después de vivir en Bruselas durante varios años, primero como estudiante y luego como aspirante a funcionario europeo, y darse cuenta que no era lo suyo, este berciano de Castropodame entró en la sección belga de Médicos Sin Fronteras. Presentó su curriculum a través de una amiga de su hermano -que había sido estudiante Erasmus en la Universidad de León- y le aceptaron. Javier Fernández Feliz tiene 39 años y es licenciado en Derecho y Filología Inglesa. Además habla francés, italiano y ha sido traductor de portugués.   Su último destino ha sido la República Democrática del Congo donde trabajó como logisla para un programa contra la violencia sexual hacia las mujeres inmigrantes. Cuando contestó a esta entrevista realizaba una misión exploratoria en la frontera congo-angoleña, en la región de Bandundu. Ahora le han trasladado a la frontera de Goma en el Kivu norte, una zona en la que frecuentemente oye los disparos de la guerra. También ha trabajado en misiones para MSF-B en Colombia y Burundi. -¿Eligió Médicos sin Fronteras por algún motivo especial? -Fue por casualidad, puesto que hasta entonces no había tenido ningún contacto con el mundo humanitario. Es verdad que unos meses antes, después de acabar un contrato como traductor durante año y medio y mientras buscaba trabajo como un desempleado más, había enviado cartas y currículos a todas las oenegés españolas que encontré en internet (MSF-E incluida, y no resultó nada). En ese momento me encontraba de nuevo en Bruselas, tras una «recaída» por el charme de la capital europea. La razón principal de no cambiar de sección es que con el tiempo cada vez he ido creando más vínculos con el personal tanto de la sede como de las misiones belgas, y mejor es lo malo conocido...... -Después de casi seis años en la organización ¿Cree que su trabajo es sólo un parche? -No sé si quieres decir que si es un parche para mí o para el mundo. Personalmente sigo teniendo más o menos la misma motivación en mi trabajo desde el principio, y es una mezcla de muchas cosas, evidentemente el componente humanitario es importante, pero también hay una parte de aventura, de conocer culturas y países diferentes, de ver y sentir el mundo con mis propios sentidos. Respecto al trabajo humanitario en general claro que es un parche, pero creo que no he perdido tanto el contacto con el «mundo desarrollado» como para no haberme dado cuenta de que los parches se siguen siento útiles y se siguen utilizando, o ¿ya no? -¿Esto es idealismo o el sentido más práctico de desarrollar sus capacidades profesionales? -Creo que no soy un idealista en el sentido de querer cambiar el mundo y todo eso, pero en el mundo hay muchos países que están es situación de extrema pobreza y hay muchas personas que sufren y mueren por razones que tendrían fácil solución si la riqueza y el desarrollo estuviera mejor repartido; pero la ayuda humanitaria solamente no podrá cambiar esta realidad, tendrá que ser un esfuerzo y una implicación mucho mayor de todos los implicados en los «dos mundos». De todas formas yo no me planteo este tipo de razonamientos cada mañana cuando me levanto, simplemente hago mi trabajo que al final si lo sacas del contexto en el que lo realizo no tiene gran cosa de interés.   -¿Puede explicar la misión que llevó a cabo últimamente en la República Democrática del Congo? -El problema de las expulsiones de congoleses que trabajan ilegalmente en las minas de diamantes en Angola es bastante antiguo, pero últimamente parece que a las expulsiones en condiciones menos que más respetuosas con los derechos humanos, se ha añadido el elemento de las violaciones sistemáticas y masivas; las victimas son claro las mujeres. El objetivo tras la conferencia de prensa para denunciar los hechos es continuar con una presencia sobre el terreno para verificar si la situación ha cambiado (a pesar que las autoridades angoleñas no reconocieron los hechos denunciados),y en caso negativo, continuar con la presión en los medios e instituciones competentes. Por el momento el resultado parece ser positivo porque aunque seguimos encontrando víctimas de violaciones, son mucho menos numerosas. -Parece que eso forma parte de una misión exploratoria, ¿en qué consiste exactamente? -Se pueden plantear varias hipótesis de misión explo; la mayoría están motivadas por una constatación previa de la necesidad de una intervención. En este caso tras recibir los testimonios de las víctimas se decidió la intervención como proyecto de urgencia; eso fue por el mes de noviembre cuando llegamos el equipo internacional, pero desde entonces, como te decía afortunadamente el número de expulsados en general y de violencia sexual en particular ha disminuido bastante, y por eso hemos ido reduciendo el equipo y el proyecto hasta transformarnos en una «explo». Y claro que siempre, y sobre todo en RDC, estamos alerta y analizando la situación sanitaria de la zona, pero desgraciadamente las necesidades son tantas y tan numerosas que el listón lo tenemos bastante alto, sino tendríamos que abrir miles de proyectos, en este país sobre todo. -¿Cómo convencería a alguien para que confíe en la labor de oenegés como MSF? -La verdad es que la mejor forma sería, como diría mi madre, que pudieran mirar por «un agujerín» y ver el trabajo que hacemos en los proyectos. Luego el problema de la confianza está en que las ongs están formadas por personas y no hay ninguna fórmula mágica para que sólo los «buenos, bonitos y baratos» estemos en lo humanitario.   -¿Ha habido algún momento en que se plantearas dejar ese trabajo por el alto riesgo que supone? -No, porque no creo que en la mayoría de los proyectos el riesgo sea tan grande como para llegar a esa situación. Cuando fallecieron (en enero) tres compañeros de Msf-h en Somalia, y claro que en momentos como ese hablamos de lo que ha pasado, pero en muchos de los proyectos la situación de seguridad no es especialmente peligrosa, y los riesgos son los  mismos que en la mayoría de las situaciones de la vida, accidentes de tráfico, enfermedades, etc. La seguridad es uno de los aspectos a los que damos más importancia en nuestro trabajo en general, aunque claro que nada se puede prever a cien por cien.   -¿Cuál es la misión más satisfactoria o de la que más ha aprendido? -Creo que hasta ahora todas mis misiones han sido bastante satisfactorias, al menos si las considero globalmente; claro que ha habido momentos y situaciones concretas menos buenos, pero yo soy bastante positivo en general, y tengo muy mala memoria para lo malo. Quizás que de la que mejor recuerdo tengo es la primera misión en Burundi, por lo que representó de primer contacto con África y el mundo humanitario en general; creo que también fue en la que más aprendí, porque para este trabajo no hay escuelas en Europa.

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