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Tíbet, geopolítica de altura

China significa un mercado fabuloso, pero también un contrincante feroz para las potencias económicas occidentales

Publicado por
PEDRO BAÑOS BAJO | texto
León

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Para China, la Región Autónoma del Tíbet es una parte indisoluble de su territorio por variados motivos. El conjunto de la meseta tibetana no sólo dispone de recursos naturales casi ilimitados y todavía por explotar, sino que además es la principal reserva hídrica de todo el territorio chino, el cual sufre una imparable desertización y donde la mitad de la población -nada menos que 700 millones de personas- padece severa escasez de agua potable. En esa meseta de 4.000 metros de altitud media se encuentran localizadas las fuentes más importantes de los ríos que surten a los países vecinos, casi al 50% de la población mundial, por lo que su dominio es una prioridad geoestratégica. Por otro lado, la independencia del Tíbet podría generar una ola de separatismos de imprevisibles proporciones y consecuencias en alguna de las otras zonas autónomas del país (5 regiones, 30 prefecturas y 120 condados), en las que están principalmente asentados los 120 millones de personas que suman los 55 grupos étnicos, diferentes de la mayoritaria etnia Han. Movilizaciones que se podrían materializar casi de inmediato en la Región Autónoma de Xinjiang, que hace frontera con el norte del Tíbet, y con tradicionales reivindicaciones separatistas de su población autóctona de religión musulmana. Sin imagen de debilidad Así mismo, Pekín no se puede permitir una imagen de debilidad. Cuando establece un acuerdo con un país, sea por cuestiones geoestratégicas o para garantizar el suministro de los recursos naturales que tanto necesita para mantener su ritmo de desarrollo, una de sus bazas principales es garantizar la no injerencia en los asuntos internos de ese país por parte de la Comunidad Internacional, algo que se puede permitir merced a la capacidad de veto que le proporciona su asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. La cuestión clave es a quién le puede beneficiar el desmembramiento de China. Desde India, su más próximo y feroz competidor económico, al tiempo que refugio de más de 100.000 tibetanos -incluido el Dalai Lama-, la perspectiva es que Pekín les está sometiendo a un cerco geoestratégico, rodeándoles con un Pakistán convertido en corredor energético de China y donde ésta controla el estratégico puerto de aguas profundas de Gwadar, en las proximidades de Irán. Igualmente, Nueva Delhi está inquieta por la cada vez más estrecha cooperación militar entre China y Bangladesh o Myanmar, donde se han instalado bases militares chinas, especialmente navales que le permiten a Pekín realizar su viejo sueño de acceso al Océano Indico. Tampoco olvida India el pasado apoyo chino a los movimientos separatistas del nordeste de su país para buscar su desestabilización, al tiempo que aprovechaba para reivindicar territorios hindúes. Con un gobierno tibetano independiente y amigo, India podría romper ese cerco estratégico, al tiempo que controlaría indirectamente las aguas del río Indo, verdadera arteria hídrica de su histórico adversario Pakistán, y las del Brahmaputra que riegan Bangladesh, además de lograr reforzar así su posición en el inacabado conflicto de Cachemira. Por su parte, Estados Unidos cada vez expresa más abiertamente la amenaza que le supone el imparable desarrollo de China, y más que militarmente sobre todo tecnológicamente. Pekín y Washington mantienen una dura pugna por el control de las órbitas de los satélites, la superioridad del sistema misil-antimisil y, no menos importante, el dominio del ciberespacio. Según muchos expertos, buena parte del millón de intentos diarios de penetración en los sistemas informáticos que sufren las fuerzas norteamericanas son efectuados por chinos, verdaderos maestros en este tipo de acciones y capaces de ataques virtuales inimaginables. Todo apunta a que el espionaje chino, militar y civil, es una de las grandes preocupaciones de la inteligencia estadounidense. Así que a EEUU tampoco le perjudicaría una China más debilitada y volcada en mirarse el ombligo. China, a su vez, se siente dolida por la actitud ambigua de EEUU. Con motivo de la guerra contra el terrorismo internacional, Pekín aceptó a regañadientes la presencia militar norteamericana y de la Otan en Afganistán, con el que hace frontera, a cambio de que Washington les quitara de la lista de países que no respetan los derechos humanos y la no interferencia ni en Xinjiang ni en Tíbet. Sin embargo, demasiados gestos políticos han demostrado que el acuerdo, al menos en lo que se refiere al último punto, no se está respetando. Para las potencias económicas occidentales, China significa un enorme socio comercial y un mercado fabuloso, pero también un contrincante feroz. Y no sólo por los bajos precios de sus productos, sino también por la lucha sin cuartel por el control de todo tipo de recursos naturales, sea en África o en Iberoamérica. Por eso, no sería especialmente mal vista una China aún oficialmente comunista, con los recelos históricos que todavía esa circunstancia levanta, que debiera plegar sus amplias alas para centrase en solucionar problemas internos. Siempre y cuando ello no repercutiera en el ámbito global, como podría ser un no descartable éxodo masivo de cientos de millones de personas vagando por el mundo. Moscú, antes enemigo acérrimo, se está volcando hacia China al percibir la misma amenaza de cerco estratégico por parte de EEUU, la OTAN y Japón. Nunca ha dejado de sospechar que países occidentales apoyaron a los rebeldes islamistas chechenos, para debilitarla mediante el fomento de la inestabilidad territorial y así dificultar su desarrollo como potencia, y entiende mejor que nadie a China. Aunque nunca es descartable que aproveche para poner en práctica uno de los principios geopolíticos: empobrece a tu vecino. Muy difícil se lo están poniendo al Dragón. Pero no olvidemos que los animales acorralados son los más peligrosos. Antes o después, hasta los más pacíficos se vuelven agresivos. Una vez más, el diálogo, el entendimiento mutuo y la cooperación son las únicas vías de solución. Por el bien de todos.