Diario de León

El renacimiento de la Vieja Negrilla

El monumento de la plaza de Santo Domingo que destruyó un accidente, resurge de sus cenizas convertido en bronce

La vieja Negrilla tuvo diez años de dura vida hasta que fue destruida en un accidente de tráfico

La vieja Negrilla tuvo diez años de dura vida hasta que fue destruida en un accidente de tráfico

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MARCELINO CUEVAS | texto
León

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La vieja Negrilla, como los árboles que representaba, murió victima de una plaga, la de la velocidad vertiginosa, la de la locura motorizada, en una fría madrugada de invierno. Sus restos fueron recogidos con premura y sepultados en un oscuro almacén municipal. No se pudo hacer nada por la admirada Negrilla, diez años justos de vida, de niños que se subían a sus hombros, tal y como el artista había planeado, pero también de gamberros que rompían sus dedos, de heladas, nieves y soles rigurosos que carcomían su frágil estructura de cemento, se fueron para siempre. Amancio González, el artista que modeló la fantástica figura, el impresionante homenaje a un árbol que ya sólo permanece vivo en la memoria, llegó a la ciudad con su capital de recuerdos infantiles intactos, y los resumió sabiamente en la poderosa escultura que durante una década presidió con su rústica belleza el circulo urbano más céntrico de la capital. De su pueblo natal, de Villahibiera, se trajo la imagen del negrillo que entrega indolente su orgulloso porte a la desgracia, a la inexorable realidad de un destino fatal. El escultor le relató la historia al poeta Luis Artigue con hermosas palabras: «Me contó que en su pueblo había un negrillo enorme carcomido por dentro en el que jugaba con sus compañeros de infancia, y al cual trepaban juntos por el interior. Juguete natural, espectador del crecimiento humano, torre viva o pasado rescatado de la ruina. En primavera, aunque el negrillo estaba seco, brotaban desde el suelo ciertos chupones verdes, casi vida después de la muerte, sol que sale tras la tormenta eléctrica. Ese gigante, esa escultura, nació como un eterno recuerdo emocionado a aquel negrillo, a aquella infancia. Una de sus manos estaba por eso colocada para que jugasen los niños y la otra, enormes dedos, rememoraba a los chupones que brotan cada primavera como una nueva esperanza». Se conminó mil veces a los munícipes para que hicieran el milagro de transmutar su alma campesina a un cuerpo de resistente metal, pero todo fue en vano. La destruyó un accidente, pero su muerte estaba anunciada desde hacía mucho tiempo. A pesar de los parches y las pequeñas reparaciones que se hicieron, la escultura se desmoronaba, su Gólgota estaba marcado. El renacimiento Hoy, solamente medio año después, la Negrilla renace de sus cascotes. El escultor, Amancio, emulando los trabajos mágicos de la divinidad, ha puesto sus manos a modelar el barro, cientos de kilos de barro, tonelada y media de fina arcilla que ha importado desde tierras levantinas. Y la Negrilla resurge de las cenizas y aparece más joven y más fuerte. Pronto el barro se convertirá en molde y en el molde se fundirá el bronce y una nueva Negrilla volverá a presidir la Plaza de Santo Domingo. Explica el escultor. «No me es posible hacer simplemente una repetición, han pasado diez años y estoy en una nueva etapa, veo las cosas de una forma diferente. Para mí significa un enorme reto ya que la Vieja Negrilla tenía muchos admiradores y quizá a todos no les guste la nueva, aunque en lo básico es la misma idea, la misma figura transportada en el tiempo y por ello evolucionada. Lo que no pudieron conseguir los ruegos y las peticiones continuadas lo ha logrado un accidente, y es que a veces es verdad eso de que no hay mal que por bien no venga. La Renfe y el seguro del coche que destruyó la antigua han hecho posible el milagro».

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