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JOSÉ ANTONIO POÓ LERA S.J. director del colegio jesuitas de león
León

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Julio de 1978 . El P. Joaquín Barrero es ordenado sacerdote, junto a otros siete compañeros en la iglesia de San Marcos de León. Al día siguiente, celebraría su primera misa en la capilla del Colegio Sagrado Corazón Jesuitas de esta ciudad. Veinte años después, en esa misma capilla, el 29 de agosto de 1998 festividad de San Juan Degollado, sería nombrado Provincial, es decir Superior de la provincia jesuítica que entonces comprendía Castilla y León, Galicia, Asturias, Cantabria y La Rioja. Sucedía precisamente a un leonés, el P. Isidro González Modroño. Él mismo haría una referencia cariñosa en su homilía. Sin lugar a dudas, entre los muchos recuerdos que aquel día de su primera misa vendrían a su mente, estarían los dos años que había pasado en el mismo colegio como « maestrillo ». Recordaría sus clases de Literatura, Religión y de otras materias humanísticas, sus antiguos alumnos, sus viajes a mediodía en los antiguos autobuses de la empresa Fernández como monitor de los alumnos, y en especial aquella sonada ocasión en la que logró traer al Palacio de los Deportes a « Mocedades », un famoso grupo musical de la época. Todo un éxito. Aforo completo. Se trataba de recaudar fondos para un viaje de estudios con los alumnos. Tampoco ese día radiante del mes de julio sospechaba que un año después, finalizados sus estudios de teología en Madrid, sería destinado nuevamente a León. Entonces el colegio de los jesuitas no estaba rodeado de edificios universitarios y barriadas de viviendas como en la actualidad. No. El colegio aparecía solitario en medio de campos y prados en los que todavía pastaban plácidamente las vacas. Aquella soledad sería el marco en el que iba a ser preparado para las tareas directivas que el futuro le reservaba. Volvía a una comunidad numerosa de jesuitas. Recobraba con ilusión las clases de Literatura, filosofía, religión de 3º de BUP, las Convivencias Espirituales con los alumnos en Villagarcía de Campos o los viajes a Madrid para ver con ellos Cinco horas con Mario interpretada por Lola Herrera, a quien entrevistó con soltura y estilo. En estos años vivió con otros compañeros jesuitas en un piso de la ciudad de León, cerca de la Plaza de la Inmaculada. Cada día, en un pequeño coche, se dirigían al colegio y al Inter-COU para las tareas docentes. Pronto es nombrado Director del Colegio, siendo Rector otro ilustre jesuita leonés, el P. Elosúa, tarea que interrumpe por unos meses en 1984-85 a fin de realizar la tercera Probación en Salamanca (última etapa formativa de los jesuitas). A lo largo de ese curso 'de probación' vemos al P. Barrero acudiendo al amanecer durante un mes a atender y cuidar los ancianos de un geriátrico de Salamanca. O en pleno febrero, con un frío gélido, metido de lleno en Las Hurdes, junto con otros compañeros ejercitando los ministerios propios de un sacerdote: catequesis a los niños, visitas a los enfermos y ancianos, confesar, celebrar la eucaristía. Ya en esa experiencia fue nombrado responsable del grupo de compañeros. Estos, cariñosamente, le auguran que cuando vuelva a León sería nombrado Rector. Y así fue. En septiembre de 1985, en la vieja capilla de comunidad, se le lee la patente con el nombramiento de Rector. Le acompañan la comunidad y algunos amigos de fuera, venidos para la ocasión que, al atardecer de ese día pasearon con él junto a la Virgen del Camino. Era el comienzo de una larga etapa como Rector de Colegios. Después de León vendrían Oviedo, Gijón, Burgos. León ha estado íntimamente vinculado a la vida y trayectoria de Barrero. Esta ciudad, y en especial su colegio, conocen mucho de su capacidad de trabajo o de organización y pro supuesto de su amor a la Compañía a la que ha servido con fidelidad. Aquí se fue fraguando en las tareas educativas su experiencia de docente y de directivo de docentes. Esta capacidad para dirigir personas junto con un hondo humanismo y un fino sentido del humor, que manifiesta especialmente en las distancias cortas, le han merecido el prestigio y la confianza entre compañeros y superiores. Por esta experiencia sin duda el P. General se ha fijado en él para llamarle como consejero y encomendarle el gobierno de una Asistencia.

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