Adaptarse para poder vivir mejor
La ciudad de los niños no es una ocurrencia de un pedagogo voluntarioso y bienintencionado, sino un proyecto internacional promovido desde 1991 por un organismo del Consejo Nacional de Investigación italiano, el Instituto de Ciencias y Tecnología del Conocimiento. Y su punto de partida, que Francesco Tonucci considera «sencillo pero revolucionario», se ha confirmado con cada experiencia: «Cuanto más se adapta la ciudad a los niños, mejor viven todos sus habitantes». De hecho, las iniciativas para recuperar espacios para el juego y para ir solos y andando a la escuela han demostrado, en geografías tan distantes entre sí como Roma y el Gran Buenos Aires, que «los niños en la calle hacen segura la calle». Vigilancia social en las urbes Esa «muchachada visible» lleva a vecinos y adultos en general a ejercer con discreción pero con eficacia una «vigilancia social» que en el cinturón urbano bonaerense, por ejemplo, redujo un 50% los delitos contra las chavalas y chavales. Dicho con voces infantiles, «el espacio debería repartirse a la mitad entre coches y niños para que tengamos sitio para jugar» (Aurelio, 9 años), y los adultos «tienen que enseñarnos a ser independientes, pero sin acompañarnos» (Pamela), porque «cuando seamos grandes, no podrán hacerlo, y entonces tendremos miedo» (Ezequiel). En suma, exigen «reinventar la ciudad» con parques preparados para el correteo y el juego infantiles y no sólo con senderos y bancos para el paseo y reposo contemplativo de los adultos, con aceras -las calles de los chavales- limpias y sin obstáculos, con pasos de peatones seguros, con «calles residenciales» de velocidad limitada hasta 15 kilómetros por hora... Como gusta de decir Tonucci, «cuando la ciudad olvida a los niños, olvida a todos sus ciudadanos, y también a sí misma».