Diario de León
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MARGA ZAMBRANA | texto
León

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Pekín prometió unos Juegos Olímpicos verdes, descongestionados, descontaminados y armoniosos, y así van a ser gracias a las medidas draconianas del régimen chino que han convertido a la habitualmente animada megalópolis en una de las más aburridas de Asia. «Estamos hartos de los Juegos», señaló a Efe una bancaria china al referirse a unas medidas que suponen grandes molestias en la vida de los cerca de 20 millones de pequineses, como la prohibición de usar su vehículo en días alternos para ir a trabajar o la de combinar zapato negro con calcetín blanco a la hora de vestir. El regreso a la bicicleta o recurrir al atestado transporte público supone duplicar el tiempo de traslado hasta la oficina o la fábrica; fábricas que, como la acería Shougang, cerrada para limpiar el cielo pequinés, dejará en la calle estos días a 30.000 obreros que no están nada contentos con la cita olímpica. Tampoco lo está buena parte de los 1,5 millones de realojados que perdieron sus viviendas para dejar paso a las construcciones olímpicas, algunos de los cuales aprovecharon ayer la cuenta atrás para la inauguración del viernes para atraer la atención sobre su problema en la plaza de Tiananmen. China, gobernada por el Partido Comunista desde 1949, se ha tomado los Juegos como la prueba de fuego para demostrar su apertura y su estatus de cuarta potencia económica, una apertura tan enérgicamente controlada que no contempla combinar Juegos y diversión. Los cielos azules, autovías descongestionadas y parques florales que han aparecido de la noche a la mañana donde antes había demoliciones y escombros han convertido la habitual atmósfera post-nuclear y el caos pequineses en un decorado en el que no hay lugar para la espontaneidad. Sin duda la normativa más surrealista, en aras de la seguridad, es la de cerrar las terrazas y segundas plantas de los bares y restaurantes, ya que «los hinchas cuyos equipos no ganen medallas podrían suicidarse saltando desde ellas», según relató a Efe Linda, camarera de un restaurante del área de Houhai. Mientras tanto, los helicópteros sobrevuelan el centro de Pekín filmando cualquier superficie sospechosa de trastocar la cita olímpica. Con un 70 por ciento del medio millón de residentes extranjeros expulsados de Pekín por la nueva normativa olímpica de visados, los mercados de falsificaciones, de habitual frecuentados por éstos y por los chinos de provincias, están inusualmente vacíos. «Es por los Juegos. No hay clientes chinos, no hay clientes extranjeros...», dijo a Efe uno de los desesperados vendedores del popular mercado de ropa Ya Show, en la zona de las embajadas, que esperaba hacer su particular «agosto» durante la cita olímpica y se ha encontrado con todo lo contrario. La situación la está sufriendo también el dilatado sector del contrabando de DVD extranjeros, que da trabajo en el país asiático a millones de personas, y cuyos productos amenizan las tardes familiares con filmes que se saltan la férrea censura china. La calle Sanlitun, primera en abrir bares extranjeros en las décadas de 1980 y 1990 en Pekín y que suele vivir su apogeo en el verano pequinés, registra un ensimismamiento poco habitual, con bares vacíos a las once de la noche. Incluso la colonia homosexual ha dejado de frecuentar sus parroquias habituales, mientras que la campaña de «limpieza» que empezó hace un año ha dejado desposeídos de meretrices mongoles y chinas y traficantes negros el centro de Pekín, con su expulsión de suelo chino o su acceso vedado en los locales céntricos. Las campañas cívicas para los Juegos no sólo han conseguido, de momento, que los chinos dejen de escupir, hagan cola y no salgan a la calle en pijama, sino que van a convertir el interior de los estadios en algo poco más animado que un santuario en el que no está permitido acceder con tambores, trompetas o cualquier otro artilugio habitual entre los hinchas deportivos. Y mucho menos con las camisetas naranja de apoyo a la independencia del Tíbet que los daneses han instado a ponerse. Mientras 1,5 millones de militares, policías y «chivatos» se despliegan por las calles, parte de los 8 millones de poseedores chinos de entradas olímpicas están siendo preparados para animar a sus atletas como si de un entrenamiento militar se tratara.

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