La epilepsia canina, una patología severa
La definen como una de las enfermedades neurológicas más antiguas que se conocen. Los propietarios de los animales que la padecen, temen cada ataque y sus posibles secuelas
Ocurre algo similar a las vibraciones que sufre la corteza terrestre cuando hay un terremoto. Una descarga electroquímica escesiva de un grupo de neuronas de la corteza cerebral es la responsable de la crisis epiléptica. Existen una gran diversidad de patologías que pueden causar convulsiones: infecciones, intoxicaciones, alteraciones metabólicas o electrolíticas (hipoglucemia, hipocalcemia), traumatismos craneales, fallo hepático (encefalopatía hepática) o cardiaco etc. Por el momento la causa de la «verdadera» epilepsia es desconocida. En ocasiones, estos cambios en la actividad de las neuronas pueden estar relacionados con estímulos ambientales (tormentas), ruidos fuertes, cohetes, fuegos artificiales, etc o emociones visuales y situaciones estresantes. Puede afectar a animales de cualquier edad, generalmente alrededor de los dos años y con más frecuencia en perros mayores, en gatos no es muy común. Existen razas más predispuestas a padecer estos ataques: Yorkshire terrier, Caniche, Pastor alemán, Beagle, San Bernardo, Teckel y Cocker spaniel. Un ataque epiléptico esta compuesto de varias etapas. En la primera (Aura) el animal comienza a estar inquieto y nervioso y a veces presenta incoordinación y salivación. La duración de esta fase es muy variable y en la mayoría de las ocasiones pasa desapercibida para el propietario. La segunda fase es aquella en la tiene lugar el ataque propiamente dicho, fase ictal, y puede durar desde segundos a varios minutos. Se manifiesta de muy diferentes formas según si se ve afectado toda la corteza cerebral o sin embargo el origen de estas descargas eléctricas son solo un grupo localizado de neuronas. En el primer caso el animal presenta espasmos en las extremidades, como una especie de pedaleo, gran salivación, se caen al suelo e incluso algunos llegan a perder la consciencia, relajan sus esfínteres y terminan orinándose y/o defecándose. Si es parcial los signos van a depender del area cerebral implicada. En la última etapa, postictal, el animal permanece desorientado, sin una correcta percepción de lo que le rodea y sin responder adecuadamente a estímos externos. Lo verdaderamente importante es cómo el propietario puede ayudar a su animal. Es necesario tomar nota de la frecuencia con la que tienen lugar los ataques, su duración y comportamiento del paciente. El tratamiento tiene como objetivo disminuir la intensidad y frecuencia de aparición de las crisis, aumentando el tiempo que transcurre entre ellas, y al mismo tiempo disminuir las posibles complicaciones o secuelas a consecuencia del ataque (ceguera, parálisis, marcha en círculos etc). La administración de anticonvulsivantes es la clave, y el fenobarbital es el más usado, ya sea solo o con el bromuro potásico, con el que se asocia cuando no se consigue el efecto deseado o para disminuir la dosis del primero y asi sus contraindicaciones (hepatotoxicidad). Una mascota que sufre ataques epilépticos requiere unos cuidados especiales, además de tomar una medicación de por vida, debe realizar a menudo visitas al veterinario para chequear si sus niveles de fenobarbital en sangre son los adecuados y comprobar que su hígado no se vea resentido. La solución no es la eutanasia ya que pueden llegar a tener una vida normal, eso si, deben recibir mucho cariño y cuidados por parte de su dueño.