Imprevistos
|||| En cualquier caso,el trabajo de agricultor o ganadero es muy duro. Por un lado, la jornada laboral abarca veinticuatro horas al día. Siempre hay que estar pendiente de todo. Ir a echar de comer al ganado, ordeñarlos, sacarlos a pastar, ir a regar las tierras y horas después ir a apagar el agua (yendo cada dos o tres horas a asegruarse de que todo está bien), que el tiempo sea el adecuado para que las cosechas sigan adelante... Pero además, siempre pueden surgir imprevistos ante los que hay que estar muy atento. En el caso de Andrés, por ejemplo. La máquina puede fallar en cualquier momento y paralizar el trabajo. Esto exige una rápida llamada, y llevarla de inmediato a reparar. Pero puede ocurrir, como pasó hace uno poco, que coincida un día festivo y haya que recurrir a amigos y conocidos que te echen una mano para arreglarla. Es lo que les ocurrió la víspera del día de Nuestra Señora. «Me llamó el chico a las siete y pico de la tarde para que fuera a comprar una pieza para la máquina que se le había estropeado y estaba parado. Fui a carreras a comprarla y ya habían cerrado. Me la vendieron por que me conocían. Un buen rato por la noche allí, investigando que le pasaba a la máquina y toda la mañana reparándola, con ayuda de unos amigos. Al fin lo conseguimos, porque sino, hasta el día siguiente... Y es que, un día la máquina parada puede suponer una importante pérdida económica. «Por eso, recuerda Andrés, tiene que gustarte mucho esta vida, porque son muchas horas y nada seguro».