El distinto destino de los niños perdidos de Sudán
Jaoseph Yanga Wani es un «niño perdido», uno de los miles huidos de la guerra en Sudán y refugiado en el campo keniano de Kakuma, que a sus treinta años se emocionó al ver en la televisión a su antiguo compañero López Lomong como abanderado del
Con diez años, Wani huyó en 1988 de su pueblo para evitar que lo reclutara la guerrilla del Ejército Popular de Liberación de Sudán (Epls), y acabó siendo uno de los fundadores del campo de refugiados de Kakuma, donde convivió con Lomong, que también escapó de la milicia que se lo llevó con sólo seis años. Más de diez mil «niños perdidos» huyeron de su país, Sudán, para evitar ser «niños soldado», en un país asolado por décadas de guerra y en el que el presidente, Omar Hasan al Bachir, ha sido acusado de genocidio y otros delitos en la región de Darfur por el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI). Kakuma, abierto en 1989, es uno de los mayores campos de refugiados de África Oriental amparado por la Alta Comisaría de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y, desde allí, Waní aseguró que había «sentido una enorme alegría al ver a Lomong en los Juegos Olímpicos. Es como un sueño». Lomong, que con su nueva nacionalidad estadounidense es ahora un corredor olímpico de 1.500 metros, pasó en Kakuma diez años de su vida, etapa en la que conoció a Wani y donde ambos, como muchos otros, «tuvimos que aprender a vivir sin familia, apoyándonos los unos a los otros». Sus destinos se separaron en 2001, cuando Lomong se convirtió en uno de los 3.500 refugiados sudaneses alojados con familias estadounidenses, gracias a un programa conjunto entre Acnur y el Gobierno de Washington. «Al principio, recibíamos muchas cartas de ellos, pero ahora ya no sabemos nada», confesó Wani, quien no fue elegido para emprender el viaje al «segundo paraíso», como él denomina a Estados Unidos. A sus treinta años, continúa viviendo en Kakuma, junto con otros 108 «niños perdidos» sudaneses, cuya historia llevaron al cine Megan Mylan y Jon Shenk en 2003, una producción que les dio a conocer, aunque Wani opina que «sólo es un nombre, y no nos distinguimos del resto de refugiados». Además, esa fama hizo que «algunos emigrantes sudaneses se hiciesen pasar por «niños perdidos», lo que paralizó el proceso de reubicación de nuestro grupo», apuntó Wani. Después de bastantes peticiones a la Acnur para su traslado a otros países, ninguno de los 109 que siguen en el campo han recibido respuesta. Hasan, responsable del Programa de Repatriación de la Acnur en Kakuma, insistió en declaraciones a Efe que «no todos los solicitantes están integrados en el registro de 10.000 'niños perdidos' que se realizó en 1992», y barajan tres soluciones según los casos: «La repatriación, la integración local o el reasentamiento en otros destinos». «En Kenia -matiza Hasan- la segunda opción es imposible, debido a que su política de integración de refugiados es casi inexistente». Miles de sudaneses han sido repatriados desde enero del 2005, cuando el Gobierno y los rebeldes firmaron un acuerdo de paz que permitió el inicio de operaciones de retorno, que se mantienen en la actualidad. En las últimas semanas, varios grupos de alrededor de cien personas han regresado desde Kakuma a Sudán, pero Wani no lo considera una opción, pues no quiere volver a su país. «Resultaría nuevo para mí, no sabría por dónde empezar. Además, nunca he sabido si mis padres fueron asesinados o les liberaron», aseguró. Le gustaría dejar el campo de refugiados, ir a cualquier sitio donde tenga «una oportunidad» y cree que podría incluirse en el programa para asistencia de refugiados de África anunciado el pasado 6 de agosto por Estados Unidos, que tiene previsto una cuota de personas y un presupuesto de más de mil millones de dólares. «Mi programa ofrece a los refugiados una nueva vida y un nuevo comienzo en Estados Unidos», dijo en una rueda de prensa Samuel Witten, secretario de Estado para la Oficina de Población, Refugiados y Migración de Estados Unidos la semana pasada. Hasta ahora, Lomong es visto en Kakuma como el principal ejemplo de lo que «significa empezar de nuevo», un «situación privilegiada» que Wani pudo ver a miles de kilómetros mientras su compatriota y antiguo compañero portaba la bandera de EE.UU. en Pekín.