Diario de León
MIGUEL MENÉNDEZ

MIGUEL MENÉNDEZ

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León

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Como europeos, guardianes de una vieja tradición, tendemos a creer que sólo nosotros sabemos como hacer el mejor vino y cultivar las mejores viñas. En los últimos años, lo que llamamos el Nuevo Mundo se ha encargado de demostrarnos que ni somos los mejores enólogos ni los mejores viticultores; y ahora ni siquiera estamos seguros de que sepamos venderlo. En primer lugar, hay que señalar que en el mundo hay climas que ponen las cosas más sencillas para conseguir uvas sanas y maduras que los que se dan en la vieja Europa. Por ejemplo, en Argentina y Chile durante los meses de vendimia las temperaturas son cálidas (lo que garantiza la maduración), las noches frescas (la influencia de los Andes impide que la fruta se estropee) y el ambiente seco (así no hay peligros de ataques fúngicos) sin embargo hay unos enormes ríos que permiten regar las plantas en casos de sequía extrema. Pero además, las extensiones de terreno cultivable son enormes, llanas y perfectamente mecanizadas lo que abarata enormemente los costes. Las bodegas más parecen centrales lecheras: grandes tanques de acero inoxidable alineados, bombas y tuberías, ordenadores, visores digitales y naves de barricas informatizadas. Todo en perfecto orden y limpieza, lo que permite elaborar millones de litros de vino con un estándar de calidad realmente homogéneo. Pero hay más ejemplos: Nueva Zelanda, Australia, California y Sudáfrica son países que han sabido adaptar la viticultura europea a las condiciones específicas de sus países. Han mejorado nuestra obsoleta enología de modo que los avances que han conseguido son imitados por los europeos, a veces a escondidas. Reconozcámolos: el Nuevo Mundo va por delante. Prueba de ello es que la revista de mayor impacto en vinos es australiana y la segunda americana (la primera europea que aparece en la lista es una francesa en el pueso 9), el instituto de investigación en vino más importante es también australiano (AWRI) y la Facultad de Enología de Burdeos se ha visto desbancada en prestigio por la de Davis en California. Incluso si hablamos de comercialización, las cifras son apabullantes. Adivinen de donde es la primera compañía de vinos del mundo: americana (Constellation Brands); ¿y la segunda? australiana (Foster, sí los de la cerveza también hacen vinos); en tercer lugar una francesa LVMH (propetaria del Champagne Moet&Chandon, vinos y destilados de lujo y otras marcas como Loius Vuitton, Prada¿). La primera española es Freixenet en el número 7. Tampoco engaña el hecho de que en Reino Unido, por ejemplo, se beba más vino australiano que francés (con lo cerquita que les queda Francia) o que en una reciente encuesta los ingleses dijeran que preferían el vino chileno al español. Sus aumentos de ventas en países nórdicos, China o Japón son increíbles ¿Cual es el secreto de su éxito? Los expertos señalan dos: precio y estilo. La relación calidad precio es muy superior a la de cualquier vino europeo ya que como hemos dicho antes los costes de producción son muy bajos. Y han sabido ganarse nuevos clientes con vinos muy afrutados, un punto dulces y suaves. Son sencillos, no resultan pesados y la calidad es uniforme botella tras botella. A esto hay que unirle, la imagen de juventud que transmiten sus etiquetas, sus tapones de colores, sus originales botellas... Este aire fresco y desenfadado ha cautivado a gente joven y neófitos en esto del vino. Por ejemplo en lugar de Denominaciones de Origen hablan de variedades de uva y a cada una le han dotado de un estilo propio y reconocible (Merlot es la fruta, Syrah es la madurez, Cabernet es más vegetal¿). En lugar de asustar a la gente con clasificaciones ridículas, términos ininteligibles y complicados conceptos se han acercado al consumidor con una idea transgresora que rompe con el tradicional y aburrido mundo del vino europeo. Y lo han conseguido. Aprendamos.

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